Tres poemas
POR ALICIA GENOVESE
En el límite del río seco
el comienzo del desierto;
el aura de ausencia
como un reclamo silencioso.
Se extingue en Puelches
el río Salado
pero espera la crecida milagrosa
debajo del puente;
un polvo de años
se levanta en las calles sin asfaltar,
vuelo de tierra cotidiano
de uno a otro rincón.
El desierto no es la nada
es lo dejado por el agua,
el corazón prolongado que amarillea
y se perpetúa en intentos.
*
Encadenado de caldenes
por el bosque pampeano
troncos anchos
y espesura de copas
sobre una nube traslúcida
que refleja el verde.
El viaje olvida
apretujones y calambres,
se vuelve ruta extendida
por el agua de la errancia.
Remolinos de polvo
en el horizonte,
repentinos géisers
sobre la lejanía ancha.
Tierra liviana
donde erupcionan los deseos.
Sueño, sueño, viento
que vienes en sacudones
a arremolinarme el corazón.
*
Una escena del fin del mundo
en un fotograma del cine catástrofe:
tierras invadidas por un agua
que arrasa las costas
y en el océano vasto
miles de nadadores;
miles de cabezas como alfileres
en sus gorros de látex;
ojos deformados por las antiparras
y brazos anfibios
entre el deshielo de los polos.
El planeta azul
gira sobre sí mismo,
rota su esqueleto de dios arbitrario
y el agua
avanza en tsunamis
como un rito arcaico de destrucción.
No te lleves agua
la olla de los pescadores,
sus barcas bíblicas,
el Delta con sus botes despintados
entre los arroyos silenciosos;
no dejes que la belleza abandone
la sutil lentitud,
no te lleves los bajíos impuros,
la playa humedecida donde se deshace
el pensamiento rígido y cede;
no devores
ese límite que suspende
lo uno, lo otro, lo exacto,
esas aguas que débiles
pueden besar
No te lleves
el resplandor de los rayos
sobre el río,
ese espejo del atardecer
donde el mundo se afantasma.
*FOTO: Paisaje lacustre en las Pampas argentinas/AP.