Se habla español: la diplomacia cultural ausente

Sep 5 • destacamos, principales, Reflexiones • 10113 Views • No hay comentarios en Se habla español: la diplomacia cultural ausente

POR GERARDO OCHOA SANDY

 

En El español: una lengua viva. Informe 2015 el Instituto Cervantes, herramienta de la diplomacia cultural de la política exterior española, documenta el estatus actual de los esfuerzos del gobierno español para el posicionamiento de la lengua a nivel internacional, que se ha impuesto, entre los países hispanohablantes, como la estrategia rectora en el tema. El documento registra el avance del español en distintas latitudes debido a los índices de población, las migraciones de los hispanohablantes, su propio brío cultural, y el Cervantes lo asume con miras de largo plazo.

 

Nosotros, aún no.

 

El reporte permite advertir que España ha apostado por la lengua como una diplomacia de Estado de alto nivel y ejerce un liderazgo responsable en los países hispanohablantes. La muestra más reciente es el acuerdo suscrito durante la visita de los reyes a México, que establece la creación del Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (SIELE), que tutela el Cervantes e involucra a la UNAM y la Universidad de Salamanca. Por contraste, los esfuerzos de México han sido, a lo largo de décadas, erráticos, aislados y mal concebidos. España ha hecho lo que le toca. México no ha hecho lo que puede y debe.

 

Un vistazo a la numeralia del Cervantes.

 

470 millones hablan español como lengua materna, la segunda después del chino-mandarín que alcanza los mil millones, y la cifra asciende a 559 millones si incluimos a los de dominio limitado del idioma y a los estudiantes de español como lengua extrajera. La tendencia indica que la población hispanohablante aumenta –6.7% en 2015, 7.5% para 2030, el 10% en las próximas tres o cuatro generaciones– mientras que la de inglés y chino mandarín disminuye. Desde el ángulo docente: 21 millones de alumnos estudian español como lengua foránea, el tercer lugar, después del inglés y el francés.

 

Entre los países hispanohablantes, México ocupa el primer lugar, más de 120 millones, luego Colombia con 48, España con 46, Argentina con 42, Perú con 31 y Venezuela con más de 30. La población mexicana casi triplica a la española. Esta ventaja cuantitativa se acrecienta con la variable de la población hispana en Estados Unidos, que ronda los 53 millones, más los casi diez millones de compatriotas indocumentados, y los 41.3 millones con un dominio nativo, debido en gran medida a los migrantes connacionales. Dada la expansión del español, para 2050 Estados Unidos será el primer país hispanohablante del mundo, con el 30% de su población. España, otra vez, tomó la ventaja, y a través del Cervantes creó en 2013, junto con la Universidad de Harvard, el Observatorio de la Lengua Española y las Culturas Hispánicas en Estados Unidos. En un contexto más amplio, entre 1993 y 2014, el Cervantes multiplicó por 13 su matrícula de español en el mundo, de 16,926 a 222,810, los Diplomas de Español como Lengua Extrajera (DELE) que se ofrecen en más de 127 países.

 

Ni desde la diplomacia ni desde la política cultural de Estado mexicano se advirtió el potencial del español como herramienta y estrategia de posicionamiento en el exterior.

 

Las motivaciones de la inversión española en la lengua son culturales, pero también económicas. La industria cultural española empleaba para 2011 a 488,700 personas y 103,320 empresas realizaban su actividad en el ámbito, sector que alcanzó, en 2009, un valor de 29,609 millones de euros. Su industria editorial, la cuarta en títulos anuales a nivel mundial y la séptima en cuanto el monto de la producción, tiene 162 filiales en 20 países, más del 80% en Iberoamérica, y produce tantos títulos como el resto de los países de habla española, 76,434 en 2014, más del doble que México: 29,474. España también es el noveno productor de películas en el mundo, 199 en 2014, contra 130 de México (dato tomado del Anuario de IMCINE). El turismo idiomático, igualmente, aporta ingresos. En 2007, los estudiantes extranjeros invirtieron 176.5 millones en cursos de español, el 86% en escuelas privadas y el 14% en universidades.

 

En las redes, en fin, indicador crucial, el español despunta: es la tercera lengua más utilizada, 7.9%, luego del inglés, 27.6% y el chino, 22.1%, la segunda en número de usuarios en Facebook y Twitter, la décima en cantidad de artículos y la segunda en número de visitas en Wikipedia, para un crecimiento en la red de 1,123% entre 2000 y 2013. México es el primero de la lista de hispanohablantes, en el lugar 12, seguido por España, en el lugar 20, a pesar de que la conectividad en España es del 74%, casi el doble que la de México, 43.5%, y sin contarse la población hispanohablante en Estados Unidos.

 

Desde este ángulo se advierte también que la política de Estado ha desatendido el potencial.

 

Según el reporte, el 15% del PIB de un país estaría ligado a la lengua, a través de diversos factores, el poder de compra entre otros. El factor idioma, así, aumentaría casi el 300% el comercio bilateral entre países de habla española. América del Norte y la Unión Europea concentran el 78% del poder de compra del español a nivel mundial y tan solo el de la comunidad hispana en Estados Unidos fue de 1.2 billones de dólares, según un reporte del 2012, duplicándose cada década desde los 90, y sería, desde esta variable, la decimocuarta potencia económica a nivel mundial, a contracorriente de la brecha salarial, la deserción escolar y a que sólo el 10.3% de la población mayor de 25 años tiene un título universitario. Por ello en los medios estadounidenses también el español crea tendencias, las empresas estadounidenses van en pos de ese consumo, sellos editoriales de ese país cuentan con divisiones en el idioma.

 

En México, ese mercado tampoco lo hemos asumido como nuestro horizonte.

 

Es cierto, en el ámbito científico el español ocupa un lugar marginal en la producción y difusión de esas áreas del saber, el 0.8% de los trabajos científicos, contra el 92.1% en inglés salvo, por razones naturales, los estudios hispánicos y latinoamericanos, la arqueología, la paleontología y la micología. España, sin embargo, otra vez nos aventaja, es el noveno lugar de la producción científica mundial, tiene presencia de media mundial en física, ciencias de la agricultura, zoología, botánica, ecología y medio ambiente, y apuesta por la internacionalización de su producción científica nacional. México no aparece ni siquiera entre los primeros 20, ni tampoco alcanza la media mundial en ninguna área, indica el documento –aunque hay rendimientos significativos en física, medicina clínica e informática.

 

El Cervantes, creado en 1991, está en 90 ciudades de 43 países de los cinco continentes, más su sede central en Madrid y la de Alcalá de Henares. No es el único frente español. La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, AECID, creada en 1998, está en 38 países y/o territorios y agrupa entre otras instancias a sus 19 centros culturales en el mundo. España también cuenta con la Casa América y la Sociedad Estatal para la Acción Cultural en el Exterior, entre otras instituciones de su diplomacia cultural.

 

¿Qué ha hecho México?

 

La UNAM tiene siete sedes foráneas, que se ocupan, con logros disímbolos, a la enseñanza del español y los convenios de colaboración académica, entre otros aspectos. No ha sido una política universitaria constante. La primera sede, en San Antonio, se abrió en 1944, y la siguiente medio siglo después, en 1993, en Gatineau, Canadá, una villa de 242 mil habitantes, y no en Toronto, o Montreal, las capitales culturales canadienses, quizá para evitar un conflicto entre la parte anglófona y francófona. Luego se da un auge en los años recientes: se abre la de China (2012), Costa Rica y Madrid (2013), y París, Los Ángeles y Seattle (2014), bajo el mismo esquema convencional de la sede inicial.

 

El Fondo de Cultura Económica, por su parte, ha abierto sedes en Buenos Aires (1945), Santiago de Chile (1954), Madrid (1963), Lima (1961), Caracas (1974), Bogotá (1975), San Diego (1990, que cerró a fines de esa década), Sao Paulo (1991, que cerró por pérdidas en 1999, y luego reabrió con bajo perfil), Guatemala (1995) y, veinte años después, Ecuador (2015). Entre idas y vueltas, varias representaciones y distribuidoras, que cerraron durante el trayecto: las de Cuba –recién se avisó que se reabrirá– Uruguay, Paraguay y Canadá, entre otras. El paso ha sido estable, aunque según un diagnóstico durante la gestión de Miguel de la Madrid, salvo la de Venezuela en esa época, las restantes arrojaban pérdidas, y a pesar de tales circunstancias algunas se han vuelto centros culturales, vistosos y costosos, y la rentabilidad sigue siendo una prioridad pendiente.
Mientras, en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), al menos durante los últimos 25 años –los sexenios de Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y casi la mitad del de Enrique Peña Nieto– ni el Instituto Mexicano de Cooperación Internacional (IMEXCI) creado en 1998, ni la apuesta de Institutos de México de 2001, ni la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID) creada en 2011, han articulado la faena de institutos, centros y agregadurías culturales de México en el exterior de manera integral. El área cultural, además, desde la creación de la AMEXCID, ocupa un lugar marginal dentro de la agencia, en cuyo decreto de creación la palabra “cultura” apenas figura. No es lo que se desearía fuese el destino del Departamento de Relaciones Culturales de la SRE, creado por Carlos Fuentes a mediados de los años 50.

 

Estos esfuerzos, incluso puestos juntos, palidecen ante el empeño español.

 

Una diplomacia cultural integral capitaliza los potenciales de la lengua en sus distintas facetas, refrenda la presencia en el exterior de la vasta variedad del patrimonio cultural, otorga a los bienes de las industrias y el turismo culturales un alcance global, acrecienta el apoyo a la creación nacional contemporánea, y conversa en condiciones de igualdad con los contrapartes española, inglesa, alemana, francesa e italiana. Para lograrlo, la política de Estado debe congregar los esfuerzos institucionales de la SRE, la anunciada secretaría de Cultura, la UNAM y el Fondo de Cultura Económica, en vistas de la creación de los centros culturales de México, con metas claras y convergencias puntuales con las oficinas del Consejo de Promoción Turística de México y PROMEXICO, en coordinación con las embajadas y los consulados del país.

 

No se percibe todavía, a tres años de la administración federal actual, que la diplomacia cultural mexicana cuente con el calibre e interés para asumir un liderazgo de esta importancia y magnitud. Será cuestión de observar si los cambios recientes acarrean vientos más propicios para la lengua, la cultura y las artes por las oficinas de Avenida Juárez, que rebosan linaje cultural: construidas por Ricardo y Víctor Legorreta, la magna fuente de volcanes de Vicente Rojo en el patio central, el mural El mexicano y su mundo de Rufino Tamayo en la recepción, y el Museo de la Memoria y de la Tolerancia en vecindad.

 

La responsabilidad es común.

 

 

*ILUSTRACIÓN: Calavera de Don Quijote y Sancho Panza, grabado de José Guadalupe Posada (1905)/Especial.

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