La invención y la memoria
POR YANET AGUILAR SOSA
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Entrevista con Nélida Piñon
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Nélida Piñon es una encantadora con la palabra, una Sherezada que en 54 años de carrera literaria ha construido paraísos alternos que indagan en la memoria de los pueblos ancestrales, en los sueños, en la pura imaginación; sin embargo, a esa escritora que le fascina el caos porque ahí se origina el arte, no deja de ver la realidad y de contarla desde el periodismo.
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Desde que tenía 9 años se sabía una contadora de historias. Al llenar la ficha del hotel donde pasaban las vacaciones, era enfática al pedirle a su padre que escribiera: “Nélida Piñon. Escritora”. Escribía historias en pequeños libros que ella misma cosía, aun sin tener ninguna gracia para la costura; les hacía un dibujo en la portada, siempre, y se los vendía a su padre, que era comerciante: “Tenía noción de los derechos de autor”, señala mientras sus ojos pequeños ríen.
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“Siempre tuve esa noción de ser escritora, me parecía fascinante leer los libros, yo creía que el autor había vivido todo lo que contaba; o sea, que la narrativa se originaba de una experiencia personal, más que de una memoria pensada, de una atribución que un escritor hace de la realidad; creía que el autor sólo podía haber escrito porque había vivido todo lo que había narrado, yo quería la aventura, quería ser Simbad el marinero, quería hacer todo lo que me sacara de la casa; era feliz en mi casa, pero yo pensaba que el mundo era ancho y que había que poner mis pasos en la carretera”, cuenta y encanta.
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Nélida Piñon (Rio de Janeiro, 1937), quería peregrinar por el mundo “porque la realidad siempre me pareció mágica”, por eso ama la literatura pero también tiene un gran amor por el periodismo. “Hasta hoy, no puedo empezar el día sin el desayuno y el periódico, soy loca por los periódicos, los leo de muchos países, esto complementa mi visión de lo cotidiano, me dirige un poco por dónde mirar las cosas”.
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La narradora brasileña que está en México, invitada por EL UNIVERSAL, y que participó en el Encuentro Internacional de Periodismo, organizado por esta casa periodística en el marco de la celebración de su centenario, aseguró que no deja de ver la violencia que impera en México y en nuestros pueblos de América, pero tiene esperanza en lograr un futuro mejor.
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“No puedo vislumbrar el futuro, porque es imposible, el futuro tiene un mérito que es el de la sorpresa y esa es la esperanza, si nosotros queremos hacer previsiones serán funestas y no es justo porque no sabemos nada; a lo largo de la historia de la humanidad todos los grandes instantes no fueron previsibles. Veo la violencia creciente y puede que empeore, que tendrá motivos, no es que justifique la violencia, lo que está pasando es que la violencia está poniendo a prueba nuestra crueldad”.
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La autora de Tebas de mi corazón y Corazón andariego, asegura que la violencia nos muestra que no somos ángeles, sino seres terribles: “Somos seres de información. Nuestra conciencia no es firme, tendríamos que trabajar la conciencia desde la escuela. Mi conciencia ética está bien si yo resisto cada día a las tentaciones profundas del mundo; sí, veo una violencia cruel, vergonzosa, indigna que está pasando en nuestro continente. Ahora aflora una violencia cruel, recóndita, ahora se mata por nada. ¿A quién debemos dar el crédito de esta crueldad? Primero a nosotros”.
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Reconoce que hay un error en señalar que la miseria es responsable por la violencia, porque es descalificar a los pobres y es pensar que el pobre es un descalificado moral capaz de lo peor y el rico no lo es. Asegura que es la sociedad en general, sobre todo las capas sociales que puede interferir más severamente en el proceso civilizatorio, pero también se debe destacar la responsabilidad de los gobiernos.
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“La cosa pública se convirtió cada vez más en cosa privada, todo el Estado pertenece a las familias, pertenece a los poderosos, que deciden hacer lo que quieren en detrimento de las clases bajas. Veo cada vez más una desconexión entre las decisiones políticas y las reales necesidades del pueblo. Veo que los gobiernos no tienen un proyecto nacional para detener esta violencia, esta injusticia, esta matanza sin consecuencias. Esto generaría esperanzas, la esperanza gobierna nuestros corazones. Nosotros somos hechos de esperanza, pero ahora no hay esperanza, veo con mucha inquietud la falta de esperanza en los más jóvenes, en los más pobres”.
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La ganadora del Premio Juan Rulfo en 1995 y del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2005, asegura que esa carencia de fe que impera en nuestro continente ha generado un desastre impresionante, sin embargo, incita a que no podemos renunciar y más tenemos que protestar, hablar y tener paciencia para analizar, pues reconoce que la paciencia tiene sabiduría. “Hay un pesimismo muy grande en el continente y hay una tendencia también a instaurar fuerzas autoritarias. No vivimos un momento de gloria en nuestra amada América”.
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Pasión irrenunciable
A Nélida Piñon la vida le llegaba a diario por la literatura y por el periodismo, ha sido siempre una enamorada de los libros y los periódicos. “Mi padre era una de las pocas personas que compraba el periódico y tenía suscripciones, cuando él llegaba a las 12 a comer se ponía un poco furioso porque yo sabía todo, él iba a contar algo y yo ya lo sabía, le decía a mi madre, ‘¿qué pasa con esta niña?’ Por eso digo siempre que la literatura y el periodismo pautaron mis conocimientos y han sido mi ligación con la vida”.
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A esa pasión que descubrió a los 9 años le ha dedicado la vida y los sueños. Su orgullo está en el hecho de que nunca renunció a su amor por la literatura. “Tenía convicciones de que lograría hacer lo que pensaba hacer, que no haría un libro que pudiera llevar las marcas de la concesión, eso he hecho con mucho cuidado, tanto que por ejemplo, yo sé que tengo una vocación para lo errático, yo podría haber explotado ese rumbo, no lo he hecho, todo tiene que acontecer dentro de un precepto elaborado por un deseo de hacer una obra o determinado libro”.
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Publicar Guía-mapa de Gabriel Arcanjo, su primer libro, en 1961, fue el primer paso firme en su compromiso con las letras. A partir de ahí vinieron otras obras.
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“El reconocimiento no vino fácil. Antes no hablaba de esto porque no me parecía bien, era como si yo estuviera solicitando ayuda; yo soy una mujer muy orgullosa, en el mejor sentido, nunca desee hacer una carrera porque era mujer o porque era guapa. Nunca. El camino para mí es la literatura, la búsqueda de una estética compatible con mi talento, con mis posibilidades y además también con una independencia. Yo nunca estuve vinculada a grupos, para que los grupos me ampararan, me llevé con todos; gané una independencia por el hecho de desear ser independiente”, afirma la académica de la lengua tanto en Brasil como en México.
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Nélida Piñon dice que había una presunción de que ella era una joven culta, que viajaba mucho y conocía a todos, “entonces era mi error y había que moderar los apetitos de esa joven” y agrega que aprendió mucho de las dificultades: “aprendí a reforzar mi perseverancia, a tener paciencia, a perfeccionar mi gusto y además a sonreír cuando las circunstancias eran difíciles. No quiero que nada o nadie quiebre mi humor, porque hay que vivir la vida, no digo de una manera inteligente, pero sí generosa”.
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Cada que puede, Nélida Piñon reitera: “La literatura no me debe nada, me ha dado todo lo que pensaba yo, lo que no gané es que no lo quería; yo le debo todo a la literatura. Me enseñó por ejemplo a hablar con la gente en la calle. La literatura ha sido una ofrenda hacia la vida”.
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Hay otras frases que despliega: “El arte se origina del caos y el caos es extraordinario como materia del arte” y muchas verdades que externa: “Ustedes tienen una cultura popular casi que erudita, no es que lo erudito legitime lo popular, sino que lo popular tiene alas propias, vuela, está impregnado de una conciencia artística muy rara, de un buen gusto y además México hasta el momento está resistiendo ante la banalidad estética que se nos propone, esta resistencia prueba la fuerza de ese pueblo y hasta qué punto ese pueblo tiene una adhesión total al arte”.
Admira a las grandes civilizaciones autóctonas, dice estar enamorada de los Incas y de los Mayas que dejaron maravillas. Ama y saborea México. Es una escritora que explora en torno a la memoria y la imaginación, en torno a los sueños, los mitos y la cultura griega.
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“Dicen que yo elaboro mucho sobre la memoria, pero no es sobre la memoria porque la memoria no existe como la gente imagina, la memoria es un enlace con la invención, la invención no se pone de pie sin los elementos que la memoria le proporciona para que la invención pueda seguir adelante; la memoria traiciona y para ganar una dimensión superior tiene que inventar, la memoria es una invención también, porque la memoria falla, como no se acuerda de todo lo vivido tiene que inventar”.
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Asegura que somos hijos de la ancestralidad, que no somos nada sin los griegos, y que los mitos son actuales. Pone como ejemplo, las tragedias griegas que impresionas pero sorprenden más que esas tragedias están en el cotidiano de México, de Brasil, de los pueblos de este continente.
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“Hace poco una mujer mató a su hijo e intento el suicidio, es Medea. Toda la historia humana está pautada por versiones trágicas del pasado, no significa que somos réplicas; somos originales que se suceden a partir de un prototipo que es el mundo del pasado. Soy una lectora de los griegos, me fascinan, me enseñan a entender el mundo, sin ellos la contemporaneidad es de una banalidad extraordinaria, no tiene justificaciones históricas, no nos da tiempo de guardar distancia y hacer una valoración adecuada del papel del ser humano en la sociedad, con esto siempre pienso que la metáfora que utilizamos en cualquier libro es impregnada de metáforas que vinieron de los griegos”.
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Continua con los ejemplos para fortalecer su idea: “Pienso que cuando un escritor congrega más conocimientos ancestrales pretéritos es más capaz de modernizar la estética, de impregnar la estética de un saber extraordinario que no necesita ser erudito pero está influido de la historia. En la literatura, por ejemplo, Pedro Paramo, esa extraordinaria novela que más que mexicana es de nuestro continente, lo confirma. Se decía que Juan Rulfo no era un hombre culto. Esa es una impropiedad criminal. Era un hombre culto. En Comala está la neblina de los muertos, puedes hacer una asociación entre Pedro Paramo y Virgilio que va a visitar a su padre en el Hades, esto no lo copia Rulfo, es una nueva versión de la realidad”.
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Nélida Piñon se sabe una escritora que aprovecha todo lo que ha vivido, no desecha, no expurga la vida; concibe que todo viene junto y por una razón: “El arte se origina del caos y el caos es extraordinario como materia del arte. Lo repito siempre”.
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Asume que no hay límite para el arte, para los grandes artistas, para el escritor; concibe que ser escritor es escribir 24 horas por día, aunque no esté escribiendo, por eso ahora como catedrática de la Universidad USPI de Sao Paulo está estudiando las matrices de continente: los Incas, Los Mayas, incluso los españoles y los grandes pensamientos de América, son conferencias no habladas, sino por escrito para hacer un libro, cada mes tiene que escribir dos o tres conferencias de 20 páginas.
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Nélida Piñon tiene otros proyectos, el año pasado publicó un libro de cuentos en Brasil que está a punto de editarse en España; ha retomado una novela que en algún momento de su vida había abandonado.
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“Pienso que es una gracia de Dios que yo pueda tener ese privilegio de seguir teniendo fe en la narrativa, fe en la escritura y fe en los lectores. Nunca pienso en quién me vaya a leer, no existe para mí, si yo pensara en un lector pensaría en un lector guapo, rubio, que me amara y tuviera un doctorado en Harvard. Pero si algo me encantaría es ser leída por los niños que viven en el margen del Amazonas. Pienso: ‘si puedo elegir lectores espero que un día esa gente cuando crezca sepamos darles oportunidad de que me pudieran leer’”, afirma la narradora que afronta el éxito con naturalidad.
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“A veces me pregunto ¿es vanidad o es displicencia?, no es ni uno ni otro. He trabajado tanto, he amado tanto, me dieron tanto, perdí tanto, que todo aceptó con inmensa naturalidad, pero muy respetuosa. Agradezco los premios pero con una serenidad extraordinaria.”
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*FOTO: En entrevista, Nélida Piñon habla de su deuda con la literatura, la vigencia de los clásicos griegos y del periodismo, otra de sus pasiones/Alejandra Leyva/EL UNIVERSAL.
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