Guzmán-Cárdenas y el despellejamiento pasional
POR JORGE AYALA BLANCO
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En Dólares de arena (República Dominicana-Argentina-México, 2014), delicado cuarto largometraje de la dupla creativo-conyugal formada por la dominicana Laura Amelia Guzmán y el regiomontano Israel Cárdenas ambos de 34 años (Cochochi 07, Jean Gentil 10, la inédita Carmita 13), con guión de los dos tomando como base la novela homónima del argelino Jean—Noël Pancrazi, la esbelta golfa playera afrodominicana de motocicleta y ligera camisetita tentadora Noelí (Yanet Mojica) acostumbraba prostituirse veladamente en Los Terrones con turistas rucos a quienes aún prodiga al pasar una caricia-saludo, pero ya desde hace tres años sostiene una relación estable como mantenida lésbica de la escuálida anciana adinerada francesa Anne La Doña (Geraldine Chaplin) que se ha apasionada por ella, ostentándose como vil pellejo ardoroso, y contra viento y marea pretende llevársela consigo a París, pese a que la linda muchacha nativa ávida de valiosos collares de regalo le saca asimismo dinero con cualquier pretexto y hace pasar como hermano a su medio desempleado holgazán medio raterillo novio local Menor (Ricardo Ariel Toribio), pero por poco tiempo, pues el hombre la embaraza y La Doña se entera cuando ya ha logrado tramitarle un pasaporte para su salida del país, provocando la furia de la vieja, un accidente del joven al intentar una fuga nocturna en su infaltable motocicleta y la larga ruptura temporal entre ellas, sólo para que la pareja de mujeres acabe reconociendo su afecto mutuo y la espera del bebé como un trabajo femenino que las une aún más, un amor intenso por tierno y solidario, aunque incompleto y desazonante, que no resistirá ni el primer embate reconciliador por parte del desechado noviecito Menor reclamando chantajista pero con el mayor derecho su paternidad.
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El despellejamiento pasional se sitúa narrativamente en una zona franca de inconfort corporal, equidistante de la voracidad erótico-genital de las entecas hembras envejecidas o acaso terminales en tierras cálidas de Bienvenidas al paraíso del hipercrítico francés Laurent Cantet (05), tanto como de la sexplotación descarnadamente inhumana de nativos tropicales por sus exactas antípodas físicas, las rubensianas matronas europeas de Paraíso: Amor del desalmado docuficcionista austriaco Ulrich Seidl (12), fundándose con regia sutileza en el autoescarnio de una enteca y arrugadísima Geraldine Chaplin septuagenaria, justicieramente premiada como la mejor actriz en festivales como el de Chicago 14, un pellejo estragado pero fabuloso, una bisexual tardía Doña que se exhibe sin pudor lo contrario de soterrada porque toda psicología profunda debe aquí leerse epidérmicamente a nivel de pellejo expuesto al sol en demasía, una infantilizada Doña que gusta de juguetear con su pareja femenina pies con pies alzados y mecerse protectoramente a su lado en la hamaca matrimonial, una crucial Doña en la encrucijada de un punto muerto (o moribundo) existencial, una anonimizada Doña menos en busca de satisfacción inmediata que de algún refugio duradero a su compulsiva necesidad irracional de amar y ser amada, una objetal Doña debatiéndose como bestia herida por el abandono y abandonándose a las embravecidas olas del atardecer y al sucedáneo placer solitario del tabaco en la baranda abandonada, una reactiva Doña que no teme rechazar rabiosa a la infame desaparecida del extendido hotel atendido con ritual discreción y poco después unirse de nuevo a la misma irresponsable abandonadora como si nada, una resarcida Doña que goza aún más que Noelí con el ultrasonido que le practican o al comprarle atuendos internacionales en la boutique de una examante vuelta propietaria sentimentalmente cómplice (Beatrice Zouvi), una displicente Doña prófuga de su alevoso pasado de esposa sometida de un exmarido con dos hijos crecidos aunque ahí estén sus gentiles amigos afables foráneos para recordárselo, una doliente Doña tan sublime como Alida Valli en Senso de Visconti (54), una reconfortada Doña todoaceptante hasta en su tragedia inexpresable.
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El despellejamiento pasional va siempre más allá de las relaciones a nivel pellejo pero sin prescindir de éste, sino más bien utilizándolo como vía y espejo cósmico-caribeño del alma, conductos inopinados que despellejan los nexos amorosos, entre furtivos y simplemente sostenidos merced a apariciones y reapariciones sucesivas y reiteradas, o interrumpidas y reanudadas al azar volátil vuelto necesario, al tiempo que prácticamente se desuellan con finura cada detalle sugerente, los planos abiertos de la aldea neocolonial con sus fotogenias jamás pintorescas, las atmósferas rojizas del antro exótico, los excitantes contoneos de cadera excitada en el baile sólo para tu pareja o del Batachá de la fiesta para extranjeros, la sobria foto nunca relamida del realizador y Jaime Guerra, la distendida edición de Andrea Kleinman y una sistemática ausencia de fondo musical que se destina de pronto a valorar sobremanera las efluvios realistas de tropicosa música local.
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Y el despellejamiento pasional conjunta, depura y pone en armonía los divergentes estilos minimalistas que ha puesto en acción la dupla Cárdenas-Guzmán en sus anteriores incursiones ¿o eran excursiones? fílmicas, el rodeo por lo directo y la sencillez como valor absoluto y primordial de Cochochi, más la tragedia larvada del desempleo y el malestar de la derrota fuera de toda posibilidad de pertenencia comunal de Jean Gentil, sólo teniendo como concesión o desvío al tradicional cine romántico, la cruel inclusión de un arrastrado bolero arrasante que entona el provecto afrobolerista regional Ramón Cordero que, en intimista plano fijo cerradísimo, distanciante y en contrapunto emocional, explicativo desnudador de un significado ya a la intemperie tribal, abre y cierra el filme, cual envío elegante que remite por principio y recoge por fin al sentido recóndito del relato (“Causa de mi muerte”): pellejo serán, mas pellejo enamorado.
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*FOTO: Dólares de arena está dirigida por la dominicana Laura Amelia Guzmán y el mexicano Israel Cárdenas. Los papeles principales son interpretados por Geraldine Chaplin y Yanet Mojica/Especial.
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