Felipe Ehrenberg: arte post-Ayotzinapa
POR ANTONIO ESPINOZA
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Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando
como si fuera un montón de piedras.
Juan Rulfo, Pedro Páramo
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Acabo de releer Pedro Páramo (1955), la novela maravillosa de Juan Rulfo. Y quedé convencido de lo que un amigo escritor me dijo hace poco: que esa novela puede interpretarse como una metáfora sobre un país inexistente, en el que ya sólo quedan muertos, almas en pena, en busca del descanso eterno. Sí: Comala es México, un mundo fantasmal. Lo es hoy más que nunca. Vivimos tiempos aciagos. La historia nos alcanzó. El fracaso del proyecto liberal decimonónico –un país republicano, democrático, sustentado en leyes y ciudadanos– es un pecado que hoy estamos pagando y con creces. Ya ni siquiera sabemos cuántos muertos ha provocado la guerra contra el narcotráfico: Este ente geográfico, político y cultural llamado México, está sembrado de cadáveres. Pero no son solamente los 43 normalistas asesinados en Iguala. Es San Fernando, es Tlatlaya, es Chilapa, es Tanhuato… ¿Cuántos civiles inocentes ha provocado esta guerra absurda? ¿Cuántos jóvenes sicarios han muerto? ¿Cuántos soldados han caído? ¿Cuántos cadáveres más guardan las fosas comunes que aún no se han descubierto?
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A casi un año de la noche terrible de Iguala (26-27 de septiembre de 2014), son varios los artistas mexicanos que han realizado obras inspiradas en ese acto de barbarie. He visto obras por aquí y por allá, unas buenas, otras malas (hacer arte político no es fácil: hay una línea muy delgada entre el arte propiamente dicho y la propaganda). Hay pinturas, esculturas, murales, dibujos, grabados, fotografías… Uno de los artistas que ha expresado con más insistencia su indignación es Gabriel Macotela (Guadalajara, 1954), quien con ánimo militante ha participado activamente en las marchas que desde octubre se han realizado en la Ciudad de México. En una de ellas, el reconocido artista pintó sobre Avenida Reforma decenas de rostros dramáticos, rostros blancos que contrastaban con el gris del pavimento. Ante la aparición de estas obras efímeras, los marchistas guardaban silencio o aplaudían. Pero Macotela fue más allá y convocó a sus colegas artistas a no quedarse callados y crear obras sobre los normalistas muertos para exhibirlas en museos, galerías y plazas públicas.
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Otro artista indignado es Francisco Toledo (Juchitán, Oaxaca, 1940), quien como un medio para exigir justicia realizó 43 papalotes sobre los que pegó los rostros de cada uno de los estudiantes asesinados de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa. Los papalotes se exhibieron entre marzo y abril en el Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México. Se exhibieron también una serie de carteles realizados por autores que respondieron a la “Convocatoria por Ayotzinapa”, que lanzó meses atrás el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) y el Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural del Estado de Oaxaca (Pro-Oax), encabezado por Toledo. Paralelamente a la exposición de carteles y papalotes, se realizó el foro “Ayotzinapa 2014. ¿Qué sigue?”, en el que participaron distintas personalidades, entre ellas el poeta y activista Javier Sicilia.
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Son más los artistas que han expresado su indignación por los estudiantes desaparecidos a través del arte. En el año 2012, Jonathan Hernández (Ciudad de México, 1972) presentó en la Galería Caja Negra de Madrid una exposición y un libro (Vulnerabilia) con el tema de los desaparecidos de distintos países. El autor se apropió de imágenes de la prensa internacional para crear obras políticas de denuncia que buscaban crear conciencia de la tragedia. Luego de la noche de Iguala, Hernández sumó a su proyecto imágenes de las movilizaciones por los estudiantes desaparecidos. Por su parte, el artista electrónico Rafael Lozano-Hemmer (Ciudad de México, 1967) construyó una cámara (Level of Confidence) cuyo objetivo es detectar entre los espectadores que se coloquen frente a ella, los rostros de los 43 estudiantes, a través de un sistema biométrico de algoritmos. La obra formó parte de la exposición Memory Burns, inspirada en la novela La Invención de Morel (1940) de Adolfo Bioy Casares, que estuvo abierta del 10 de julio al 16 de agosto en la Bitforms Gallery de Nueva York.
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El artista que más recientemente ha expresado su sentir ante la ola de violencia que desangra a México es Felipe Ehrenberg (Ciudad de México, 1943), quien presenta en estos días la exposición: De tanto árbol ya no vemos el bosque. Obra inédita post-Ayotzinapa, en Machado Arte Espacio (Oklahoma 127, Col. Nápoles). Luego de vivir catorce años fuera de México –fue agregado cultural de la Embajada de México en Brasil– Ehrenberg regresó el año pasado para encontrar un país en guerra y sin esperanza. Horrorizado por el país que encontró y por la desaparición de los estudiantes, ocurrida días después de su regreso, el célebre neólogo comenzó a buscar en Internet imágenes terribles de violencia. Finalmente, escogió una para intervenirla y crear una serie gráfica conceptual. El autor cuadriculó la imagen seleccionada en quince partes y realizó estampas digitales ampliadas de cada una de ellas. La muestra consta de la obra original y las quince estampas digitales que para ser reconocibles tienen que cotejarse con la primera.
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La obra original es patética. Aparecen en un primer plano cinco cadáveres, personas degolladas, con los ojos vendados y sentadas en sillas. Más arriba, en un segundo plano, se ven varios hombres parados (¿los asesinos?) y del lado izquierdo un coche. A un lado de los muertos, a la derecha, una botella de refresco vacía. La escena parece enmarcarse en un fraccionamiento urbano. Evidentemente, Ehrenberg se apropió de una imagen que no alude directamente a la masacre de Iguala. He aquí lo interesante de la exposición: que el autor no se limita a denunciar la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, sino que va más allá y denuncia la violencia imperante en gran parte del país, lo que según él es una “guerra civil” (La Jornada, 20 de julio de 2015). De hecho, en el catálogo de la muestra se publica un texto del artista, en el que hace un recuento de las innumerables masacres de los últimos años. Escéptico ante el poder del arte para cambiar “nuestra trágica derrota”, Ehrenberg concluye su texto así: “tiemblo de horror en los negros pantanales de sangre que anegan a México”.
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*FOTO: La exposición De tanto árbol ya no vemos el bosque. Obra inédita post-Ayotzinapa se exhibe en la galería Machado Arte Espacio (Oklahoma 127, Col. Nápoles)./Especial.
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