Recorrido iconográfico de José María Morelos

Oct 4 • Reflexiones • 9685 Views • No hay comentarios en Recorrido iconográfico de José María Morelos

POR ANTONIO ESPINOZA

 

 

30 de septiembre de 1865. Mañana lluviosa en la Ciudad de México. El emperador Maximiliano y la emperatriz Carlota inauguran un monumento a José María Morelos y Pavón, héroe de la independencia nacional, en el centenario de su nacimiento. Se lee en el Diario del Imperio: “A las ocho de la mañana en punto llegaron SS. MM. a la Plazuela de Guardiola anunciados por las aclamaciones del pueblo que llenaban las calles cercanas y pasando delante de las tropas que presentaron las armas, mientras todas las músicas tocaban el Himno Nacional”. La lluvia no cesa. Según el anónimo redactor del Diario…, el emperador y la emperatriz se encuentran en un momento “expuestos a la intemperie”. La ceremonia no se detiene. El redactor elogia a Carlota: “S.M. la Emperatriz, que es el ornamento del Imperio, imprime con su presencia en esta solemnidad, un carácter sagrado a este recuerdo, que levanta a México a una de sus glorias nacionales. Loor eterno a Morelos. Viva el Emperador. Viva la Emperatriz”.

 

En el centro de la Plaza Guardiola, se encuentra la estatua cubierta por un velo. Del discurso pronunciado por Maximiliano, el redactor destaca: “México tiene la dicha […] de mostrar la historia de su renacimiento y de su libertad, representada por héroes de todas las clases de la sociedad humana, de todas las razas que ahora forman una nación indivisible […] Todos han trabajado con el mismo valor, con el mismo celo patriótico por el bienestar del país […] Que el monumento que ahora inauguramos en el centésimo aniversario del nacimiento del ilustre Morelos, sirva de estímulo a las nuevas generaciones para que aprendan […] las cualidades que forman la fuerza y lo invencible de nuestra nación”. Descubierta la estatua del héroe insurgente, obra del escultor Antonio Piatti, el emperador y la emperatriz se dirigen en carruaje al palacio “en medio de la multitud, confundidos con ella” (Diario del Imperio, Biblioteca del Archivo Histórico del DF, tomo II, núm. 226, sábado 30 de septiembre de 1865, primera plana, p. 326).

 

Colapsado el Segundo Imperio, la estatua de Morelos fue trasladada de la Plaza Guardiola a la Plaza de la Iglesia de San Juan de Dios –hoy Plaza de la Santa Veracruz-. Actualmente, la estatua se encuentra en el barrio de Tepito, en la Plaza Morelos, sobre Eje 1 Oriente (Avenida del Trabajo), entre las calles de Alfarería y Mecánicos. La obra se encuentra en condiciones lamentables. Desde la época del primer traslado, la espada del personaje se rompió y a la fecha sigue así. Mas no sólo es eso, el estado de abandono de la obra es tal que los rasgos del personaje se han ido perdiendo: la cabeza se ha deformado tanto que resulta ya imposible distinguir el paliacate característico del prócer. Lo que resulta aún más increíble es que el año pasado la pequeña plaza fue remodelada, se repavimentó y se colocaron nuevas luminarias, entre otras cosas… ¡pero el monumento no fue tocado! Y así permanece, abandonado, irreconocible, sin inscripción alguna que informe a la gente cuándo fue inaugurado y cuál es su relevancia histórica.

 

Otro monumento a José María Morelos que se encuentra deteriorado es el de la isla de Janitzio, en Pátzcuaro, Michoacán. Se trata de una estatua colosal de 40 metros de altura, realizada en estilo art déco por los escultores Guillermo Ruiz (1894-1965) y Juan Cruz Reyes (1914-1991). Inaugurada en 1947, construida en concreto armado con revestimiento de cantera rosada, la obra monumental se levanta en la cima de la isla –una elevación natural de origen volcánico–, sobre una explanada que sirve de plaza. La estatua representa la figura erguida de Morelos mirando hacia arriba, con el brazo derecho levantado y con la mano empuñada en señal de triunfo, y la mano izquierda sosteniendo una espada a manera de apoyo. En el interior de la obra hay escaleras en forma de espiral que suben hasta el mirador que se ubica en la parte superior en el hombro de la estatua. Los muros están decorados por una serie pictórica sobre la vida y la obra de Morelos, realizados en aquella época por Ramón Alva de la Canal (1892-1985).

 

Con más de sesenta años de existencia, el monumento a Morelos de Janitzio requiere una pronta restauración para que no se siga deteriorando. Se sabe que desde 2012 existe un proyecto del INBA para su restauración, pero por alguna razón los sucesivos gobiernos michoacanos no han querido dar el dinero para que inicie el trabajo. Mas no todos los monumentos a Morelos en el país –que no son pocos– han tenido la mala fortuna de los dos estatuas mencionadas. El que se encuentra en la Ciudadela, inaugurado por el presidente Francisco I. Madero el 2 de mayo de 1912, fecha del centenario del Sitio de Cuautla, se mantiene en buenas condiciones. Diseñado por el ingeniero Carlos Noriega, el bronce representa a un Morelos erguido, desafiante, con su espada presta a la batalla, en su momento de gloria. En buenas condiciones se encuentra también el monumento ecuestre a Morelos, ubicado en el Centro Histórico de Morelia. Es una escultura en bronce realizada en 1913 por José Inghillieri.

 

Galería de Hombres Ilustres

 

El monumento a José María Morelos y Pavón inaugurado por Maximiliano y Carlota, provocó la ira de los conservadores mexicanos, quienes no veían con buenos ojos la pasión de Maximiliano por los monumentos y su afición por exaltar la historia patria con héroes más afines al gusto de los liberales. El desacuerdo, sin duda, tenía raíces más profundas. El monarca austriaco era un “liberal” que lo primero que hizo al llegar a México fue aprobar las Leyes de Reforma. Para nuestros conservadores, entre quienes se encontraba Juan Nepomuceno Almonte, hijo de Morelos, resultaban intolerables muchas de las decisiones del emperador. Una de ellas fue tratar de construir una supuesta “identidad nacional” a través del culto a los héroes… varios de ellos repudiados por los conservadores. Con esta idea en mente, el monarca contrató los servicios del pintor Santiago Rebull (1829-1902) para que convocara a sus colegas de la Academia de San Carlos a pintar próceres de la patria.

Santiago Rebull se puso al servicio del Segundo Imperio. Recibió el nombramiento de “pintor de cámara”, llegó a ser el favorito de la corte, pintó sendos retratos de Maximiliano y Carlota, y decoró las terrazas del Castillo de Chapultepec. El encargo más ambicioso que le hizo el emperador fue coordinar una Galería de Hombres Ilustres con obras pictóricas que representaran a los héroes nacionales. Rebull invitó a participar en el proyecto a pintores académicos como Rafael Flores, Petronilo Monroy, José Obregón, Joaquín Ramírez y Tiburcio Sánchez, entre otros. A Petronilo Monroy (1832-1882) le tocó pintar a Morelos y realizó un retrato célebre, sin duda el más logrado sobre la figura del Siervo de la Nación. En este óleo, fechado en 1865 y que se exhibe en Palacio Nacional, vemos al cura insurgente en su faceta letrada, con la mano izquierda sobre el pecho y sosteniendo en la derecha los Sentimientos de la Nación.

 

La primera imagen

 

El único retrato hecho en vida de José María Morelos y Pavón data de 1812. Tomada Oaxaca a fines de ese año, Morelos y el ejército insurgente se establecieron en la ciudad y permanecieron en ella mes y medio. Allí, durante varios días, el caudillo posó para un indio mixteco cuyo nombre se ignora, vistiendo un uniforme de capitán general (chaqueta militar negra, bordada con hilos de seda en rojo y oro), obsequio de Mariano Matamoros y adornado con una cruz pectoral que había pertenecido al obispo de Puebla (Carlos Herrejón Peredo, Morelos, México, Clío, 1996, p. 37). El cuadro, que se exhibe permanentemente en el Museo Nacional de Historia, en el Castillo de Chapultepec, tiene una leyenda en la parte de abajo: “Retrato del Excelentísimo Señor Don José María Morelos. Capitán General de los Ejércitos de América. Vocal de su Suprema Junta y Conquistador del Rumbo del Sur”. Aun cuando el retrato tiene varias deficiencias (menciono una: la mano del personaje parece de hule), es un testimonio histórico puntual sobre el líder insurgente en su mayor momento de gloria.

 

Siervo icónico

 

En su magna Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su Independencia en el año 1808 hasta la época presente, el gran historiador y político conservador Lucas Alamán describe a Morelos como el más notable de los insurgentes. A propósito de la ejecución del caudillo –acaecida el 22 de diciembre de 1815 en San Cristóbal Ecatepec– Alamán refiere que murió “el hombre más extraordinario que había producido la revolución de Nueva España” (México, Fondo de Cultura Económica/Instituto Cultural Helénico, 1985, tomo 4, p. 334). Al igual que Alamán, otros políticos e intelectuales decimonónicos admiraron y respetaron a Morelos. Es un hecho que entre los actores de la insurgencia, la figura de Morelos se impone no sólo por haber sido un gran estratega militar, sino también por haber dotado al movimiento revolucionario de un sustento legal que no tenía. Disciplinado, enérgico, humilde, implacable, valiente, no es extraño que el Siervo de la Nación sea uno de los personajes centrales del panteón cívico nacional y que su iconografía sea tan copiosa.

 

Claudio Linati (1790-1832), pintor y grabador italiano, quien se estableció en México en 1825, publicó tres años después un libro con litografías de su autoría: Civil, Military and Religious Costumes of Mexico (1828), que incluye imágenes de algunos héroes insurgentes, entre ellos Morelos. De aquella época datan otros grabados y miniaturas en cera con la imagen del caudillo. Hay litografías de Santiago Hernández y Primitivo Miranda y otras obras de autores anónimos, como el óleo sobre el Congreso de Chilpancingo que se encuentra en el Museo Casa de la Constitución de Apatzingán. Dos óleos decimonónicos poco conocidos merecen mencionarse. El primero, de autor anónimo, que se encuentra en el Ayuntamiento de Morelia, parece ser una reinterpretación de la pintura ya mencionada de 1812. Aquí el prócer no lleva el paliacate en la cabeza, aunque sí porta el uniforme militar. El segundo, de un autor de apellido Moscoso, que se encuentra en el Museo Regional Michoacano, es un retrato más bien patriotero, como de estampa biográfica para hacer la tarea en la secundaria.

 

El siglo XX fue prolífico en cuanto a imágenes de José María Morelos. Como uno de los próceres indiscutibles de la historia patria, fue pintado por varios artistas. El óleo sobre el fusilamiento del caudillo de un tal J. Díaz del Castillo, en el Museo Morelos de Cuautla, es bastante malo. Diego Rivera (1886-1957) pintó al héroe en los murales de Palacio Nacional y en el mural del Teatro de los Insurgentes (1953). Juan O´Gorman (1905-1982) hizo lo propio en su Retablo de la Independencia (1960-1961), mural del Museo Nacional de Historia. Con la misma visión oficialista de Rivera y O´Gorman, Alfredo Zalce (1908-2003) pintó a Morelos en sendos murales del Palacio de Gobierno de Michoacán. En la misma ciudad de Morelia, pero en el Palacio de Justicia, se encuentra un Morelos justiciero de Agustín Cárdenas Castro. Suma y sigue: Fermín Revueltas, Adolfo Mexiac, Arturo García Bustos… A la fecha, se siguen produciendo imágenes del caudillo. De lo más destacado, José Luis Soto en un fragmento del tríptico Aportaciones de Michoacán a la historia nacional (acrílico, 2010) en el Supremo Tribunal de Justicia de Michoacán. Por último, Antonio Ochoa tuvo la ocurrencia de pintar en óleo la firma del prócer, mientras que Ana Luisa Pérez Urbiola imagina en un juego el rompimiento del Sitio de Cuautla. En fin, que la iconografía del Siervo de la Nación aún no concluye.

 

Ve aquí, parte de la iconografía más representativa de José María Morelos: http://www.eluniversal.com.mx/galeria/cultura/confabulario/2015/10/3/recorrido-iconografico-de-jose-maria-morelos

 

 

*FOTO: Retrato anónimo de José María Morelos que se atribuye a un pintor mixteco. Óleo sobre tela, 1812/ Especial.

 

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