Remedios Varo: las grafías iniciáticas

Nov 28 • destacamos, principales, Reflexiones • 8383 Views • No hay comentarios en Remedios Varo: las grafías iniciáticas

POR MAGNOLIA RIVERA

 

Cuando hablábamos abiertamente, no decíamos

–en realidad– nada. Pero cuando escribíamos en lenguaje

cifrado y en imágenes, ocultábamos la verdad.

Anónimo. Rosarium Philosophorum.

 

Mester que en el orbe alude a chamanes y místicos, a iniciados y artistas, la caligrafía está destinada a orfebres de la palabra dibujada a mano. Labor del dedicado monje occidental en la scriptoria, del prodigioso amanuense sufí, zen o celta, del sabio tlacuilo mesoamericano, del egipcio experto en jeroglíficos. La caligrafía es metalenguaje, una expresión y muchas, arte en el arte de Remedios Varo (Anglès, 16 de diciembre de 1908-Ciudad de México, 8 de octubre de 1963).

 

En su infancia, la artista aprendió la preceptiva en libros plagados de reglas de cómo anotar tal rasgo o tal otro, lecciones escolares sometidas a los rigores impuestos a la lengua española escrita. Con el tiempo, se arrobó ante la perfección de las formas sinuosas que guardan el misterio de sus propios símbolos. Imaginó a la Santa Hildegarda inventando las letterae ignotae cuya belleza compite con el secretismo de su significado. Pensó en las scítalas espartanas y en la poligrafía de Kircher y de Tritemio. Le cautivó el enigma del signo y se embelesó en la llanura de los modestos cuadernillos que continuó utilizando hasta el final de sus días.

 

El principal motivo de la pasión que Remedios desarrolló por la escritura tuvo raíces iniciáticas. Por eso, perfeccionó principalmente sus conocimientos en dos disciplinas del lenguaje gráfico estrechamente relacionadas: la caligrafía (escritura bella) y, sobre todo, la criptografía (escritura secreta). Por eso fue virtuosa del trampantojo y de la anamorfosis. Por eso profundizó en el juego óptico de las sombras y de los espejos. Por eso también se volvió hábil en la escritura encubierta y en la que, estando a la vista de todos, es imperceptible.

 

Para Remedios, el acto de escribir es un arte supremo, un quehacer sagrado: sus grafías van impregnadas de música, poesía, mística y ciencias exactas, imbuidas de lo visible y lo invisible, de lo corpóreo y de lo aparentemente intangible. Al estudiar el legado de la artista debemos observar la curva de cada letra, la elección de un rasgo determinado, la medida de toda vocal y consonante. Remedios es consciente de que, cuando escribe, literalmente pasa del boceto a la perfección del dibujo. Con ello, genera una estructura que, como en la caligrafía china que tanto atrajo a los surrealistas, lleva implícita el alma en cada letra. Cuando el calígrafo discurre la forma sobre el papel, ora, teje y crea en pos de lo sublime. La kalligraphía (“letra clara”) involucra mucho más que la forma bella. A decir de los peritos en la materia, necesita de las matemáticas, la física, la historia natural, la química, la filología y de otros saberes que, pareciendo ajenos, le son indispensables. El calígrafo ha de ser una persona instruida, con una sólida cultura general. Remedios Varo disfruta redactando notas a vuelapluma, al esbozar alguna idea, al anotar en sus cuadernos el título de un libro, el nombre de un amigo, la idea germinal, el atisbo al dejar en la página íntima los sucesos del día. Pero, al construir un escrito como arte premeditado, sabe prestar atención a la forma y estructura de las letras, palabras o frases que plasma con cuidado en textos y pinturas de su autoría.

 

Un ejemplo se encuentra en el Ícono que pinta en 1945. Como suele suceder en las creaciones de la artista, los símbolos y letras contenidos en esta pieza sugieren diversas interpretaciones desde la perspectiva esotérica. Algunos seguidores de Georges Gurdjieff, así como practicantes de la Wicca, masones y otros adeptos de distintas escuelas encuentran en esta obra una alegoría propia. Si la artista realizó el Ícono por encargo, como un homenaje al místico armenio, entronizando el eneagrama –fundamental en las enseñanzas que Gurdjieff adaptó a la noción occidental– es lógico que sus discípulos encuentren además un despliegue de imágenes que consideran particularmente representativas de su doctrina. Esto lo afirman señalando como prueba las dos letras en las puertas, signos que ellos interpretan como la consonante G. En este mismo tenor, algunos miembros de la Wicca (del término inglés ʻwitchcraftʼ, brujería moderna) advierten que las dos letras G implican en realidad a Gerald Gardner, fundador del movimiento. Este ocultista inglés publicó el libro A Goddess Arrives (Una diosa llega) –texto que Remedios leyó– años antes de la creación del Ícono. Los seguidores de la wicca se identifican, además, con símbolos como el del molino y la Triple Diosa representada en las tres fases lunares. Los masones, por su parte, hallan afinidades en aspectos como el piso cuadriculado y el lenguaje numérico. Todo esto comprueba la universalidad de los símbolos que la artista recrea a través de su arte.

 

Desde otra perspectiva, tomando en cuenta que Remedios nació en Cataluña y que su familia se mantuvo cercana a la cábala catalana, estudiosos consideran que los signos pintados en las puertas no son G, sino la tercera letra del alfabeto español cuya caligrafía Remedios conocía a la perfección. Si observamos el esquema que las reglas imperantes en la primera mitad del siglo XX establecen para la llamada letra española vertical, encontramos que Varo plasma la C con una leve estilización pero bajo el diseño minuciosamente descrito por los manuales especializados.

 

Las letras dibujadas por Varo son, pues, un discurso cargado de sentido, pleno de significados que pueden llevarnos a otros planos de interpretación. No se trata sólo de trazos armoniosos sino de lo que esconden las formas.

 

Por ejemplo, en el texto Homo Rodans que escribió en 1959, la artista alude a la escultura que creó con el mismo nombre. Como advertí hace algunos años, existe un mensaje cifrado que se avizora desde la introducción del documento. Si observamos las iniciales de los párrafos en la primera hoja descubrimos las letras DNA. Tomando en cuenta que el manuscrito propone una alternativa a la teoría de la evolución, los caracteres destacados son totalmente lógicos ya que son las siglas en inglés que designan al ácido desoxirribonucleico, sustancia que guarda la memoria genética de los seres vivos. Desde un lustro atrás los surrealistas se deslumbraron con el descubrimiento de esa estructura. Dalí pintó obras como El gran masturbador en paisaje surrealista con ADN (1957) y Galacidalacidesoxyribonucleicacid (1963).

 

Para comprender el verdadero sentido del Homo Rodans, es preciso estar atentos al juego de insinuaciones, de guiños al lector. Hay que mantenerse prestos a esquivar las pistas falsas y los datos desproporcionados en el juego hermenéutico. En su escrito Remedios alude a las bases del ADN, que se manifiesta en pares. “No hay duda de que nuestro Universo conocido se divide en dos claras tendencias: la de aquello que tiende a endurecerse y la de aquello que tiende a ablandarse”. Si leemos entre líneas, emergen las sentencias que sintetizan el texto: “Creo muy urgente dejar bien establecido que la palabra ʻevoluciónʼ con su contenido de ideas erróneas sobre la posible mudanza de las cosas en forma mecánicamente desprovista de voluntad trascendental, es el origen de la ignorancia y confusión reinantes”.

 

Cuando Remedios combina la criptografía con la caligrafía sabe que la primera es una de las formas en las que se manifiesta la segunda. Así lo confirma el teórico Rufino Blanco y Sánchez al considerar que la criptografía es simplemente “otra bella forma de la expresión caligráfica”. (Arte de la Escritura). Edgar Allan Poe dijo alguna vez que no hay enigma creado por la inteligencia humana que el ser humano no pueda dilucidar. Remedios, experta en narraciones crípticas, lectora de textos como Zanoni de Edward Bulwer-Lytton, Viaje al Centro de la Tierra de Julio Verne y “El Escarabajo de Oro” de Poe, comprende bien los entretelones de las escrituras secretas y se ejercita en ellas. Sus cuadernos son otro claro ejemplo. Esas libretas de papeles ocre, dignas de un paciente estudio, recogen apuntes entreverados con bocetos de sus obras bajo un método peculiar: comienza a escribir a partir de la primera página hasta alcanzar la mitad del cuaderno. Luego acomete a partir de la hoja final en sentido inverso hasta llegar de nuevo al centro. Existen algunas hojas en donde la artista escribió sin tinta o borró los trazos con ceniza animal o con ácido sulfúrico, dejando sólo las marcas en la superficie. Bajo la forma de descuidados garabatos dejó asentados los encantamientos y las invocaciones extraídas de antiquísimos grimorios, así como los retratos de los daimons descritos en los libros de los espíritus. Remedios escribe como imbuída por los preceptos de la alquimia “bajo el velo oscuro de enigmas, metáforas, parábolas y discursos encubiertos”.

 

Aún no hemos comprendido la elevada labor, la significativa tarea que implica el acto de hacer caligrafía y criptología. Hay que meditar en la frase de Novalis, digna de profunda reflexión: “Hace falta descifrar el jeroglífico”. Hay que sacar las tablas cifradoras, zambullirse en los escritos de Varo y dilucidar el otro mensaje, el de su filosofía simbólica que, escondido bajo el matiz a veces humorístico o aparentemente extravagante, tiene mucho que contar a quienes logren desvelar ese misterio.

 

 

 

*Foto:  Ícono, de Remedios Varo. Óleo y nácar incrustado/madera (1945)/Especial.

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