‘El Universal Ilustrado’: semillero de grandes firmas 

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POR CLAUDIO R. DELGADO
@claudiordelgado

 

Este 2016 EL UNIVERSAL, el Gran Diario de México, cumplirá un siglo de vida ininterrumpida. Son ya casi diez décadas de mantener informada a la opinión pública de nuestro país y de ser testigo fiel de la historia de México durante la mayor parte del siglo XX y lo que va del XXI. Desde su aparición el 1 de octubre de 1916, El diario político de la mañana, fundado por el ingeniero Félix F. Palavicini, se preocupó por reunir un equipo de colaboradores singular.

 

Entre las firmas más destacadas que aparecieron en los primeros números del nuevo diario se cuentan la de Manuel Puga y Acal (1860-1930), poeta, traductor, historiador y crítico literario conocido por los seudónimos de “Brummel” o “Facistol” y quien intelectual y literariamente se formó en Francia. Luego de publicar su libro Los poetas mexicanos contemporáneos en 1888, este autor originario de Jalisco mantuvo una sonada polémica con los poetas Salvador Díaz Mirón, Manuel Gutiérrez Nájera –“El Duque Job”– y con Juan de Dios Peza, debido a las agudas críticas que hizo en este libro sobre estos tres reconocidos versificadores.

 

El domingo 8 de octubre de 1916, en la sección “Literatura de El Universal” –a cargo del poeta Rafael Cabrera y del escritor Julio Torri– apareció firmada por “Brummel” la sección “Libros nuevos”, dedicada a comentar las novedades literarias de la época. El 22 de septiembre de 1917, “Facistol” publicó su narración titulada: “¿Quién era la Fernandita?”, que resultó premiada con el primer lugar dentro de un prestigiado concurso literario. En esta misma sección aparecieron versos de Amado Nervo, Salvador Díaz Mirón e incluso de Juan de Dios Peza, fallecido en 1895, así como de Ramón López Velarde y José Juan Tablada. También publicaron en estas páginas escritores como Rafael Pérez Taylor, Alfonso Reyes y José Vasconcelos, entre otros.

 

El 11 de mayo de 1917, El diario político de la mañana daría a conocer a sus lectores el que debe ser considerado su hijo mayor: El Universal Ilustrado. Más tarde, el 1 de febrero de 1922, nacería El Universal Gráfico, periódico en el que el escritor Rafael Solana empezó en 1929 su carrera periodística al lado de su padre, Rafael Solana Cinta, también fundador de EL UNIVERSAL junto con Palavicini, y en algún tiempo director de este diario.

 

El Universal Ilustrado tenía un costo de 40 centavos y estaba formado solamente por 20 páginas. En su texto inicial, firmado por su jefe de redacción, el escritor y periodista Carlos González Peña, se podía leer: “El Universal Ilustrado no es un periódico de sensacionalismo brutal ni de desenfrenado (sic) noticierismo. Ha procurado colocarse en el justo medio: informar, pero también cultivar y también enseñar… en sus páginas anhela reunir en amistoso consorcio a las mejores plumas y a los mejores artistas de lo plástico”.

 

Los primeros colaboradores de El Universal Ilustrado fueron Antonio Caso, quien trataría los temas sociales, filosóficos y estéticos; Gustavo E. Campa, compositor y uno de los primeros críticos musicales de México; Rubén M. Campos, poeta y narrador, se encargaría de los recuerdos de la vida literaria de México. María Luisa Ross, profesora de formación, pero periodista y escritora por vocación, sería la encargada de las páginas femeninas. El primer texto que aparece firmado por ella en el número del 18 de mayo de 1917 es una entrevista al escritor modernista y español Francisco Villaespesa. Por su parte, Rafael Pérez Taylor, con el seudónimo de “Hipólito Seijas”, fue el encargado de hacer reportajes sobre temas diversos. En EL UNIVERSAL, “Hipólito Seijas” publicaba una columna cinematográfica que tituló “Por la pantalla”. A partir de su segundo número El Universal Ilustrado publicó algunos versos de Ramón López Velarde; en la nueva revista también participaron en distintos periodos el dominicano Pedro Henríquez Ureña y Armando de María y Campos.

 

El 18 de octubre de 1918 aparecen por vez primera en sus páginas “Esta tarde no ha sido…” y “Nada hay aquí para tu sed”, poemas del joven Jaime Torres Bodet que después formaron parte de su primer libro de versos Fervor. Más tarde, en el número 135 de la revista, el 4 de diciembre de 1919, aparecieron “La parábola del hermano” y “Desaliento”, versos de Salvador Novo de los que solo el primero sería recogido en su libro Poemas de adolescencia (1918-1920). En ese mismo número aparecieron “Al repasar el libro” y “La visión de la lluvia”, primeros poemas publicados Xavier Villaurrutia. En la década de los veinte, estos jóvenes poetas serían de los miembros más destacados de la revista Contemporáneos, principalmente Torres Bodet y Villaurrutia, pues Novo fue parte “por coincidencia cronológica” de una de las generaciones que más han marcado el desarrollo de nuestra literatura nacional en el siglo XX.

 

En el primer número de la nueva revista también participó el fotógrafo Carlos Muñana, quien ilustró durante algún tiempo con sus fotografías las portadas de El Universal Ilustrado. En la portada del primer número aparece una fotografía de Xochimilco que hace alusión a la primavera; en el segundo número se publicaría una fotografía de Mimí Derba, actriz teatral que incursionaría en el cine. Posteriormente, Andrés Audiffred sería el encargado de hacer las muy bellas portadas de esta revista, una de las mejores de su tiempo y a la que le hacían competencia Revista de Revistas, Jueves de Excélsior, Zig-Zag, Frivolidades y Multicolores, ésta más bien de corte político. Vale la pena destacar que entre sus colaboradores la nueva revista también contó con la participación de Ernesto “El Chango” García Cabral, uno de los más destacados dibujantes que ha tenido la gráfica nacional. Entre los primeros ilustradores de la revista estaban Saturnino Herrán y Alfonso Garduño.

 

Desde su columna semanal de El Universal Ilustrado, titulada “De otros tiempos”, el cronista Luis González Obregón (Guanajuato 1865-ciudad de México 1938) resucitaría el pasado de la Ciudad de México. Con el título de “El Santo Ecce Homo del portal (¡He aquí el hombre!)”, su primera colaboración se publicó en el número cinco. En ella abordó los mitos y misterios de una figura eclesiástica de Jesús durante su camino al Calvario, y que es venerada por miles de devotos. Hasta la fecha se desconoce el origen de esta historia.

 

En el número siete del 22 de junio de 1917 publicó “Una cena en el siglo XVI”. El 20 de julio del mismo año dio a conocer “Fiestas por las paces de aguas muertas” y “El pleito de los oidores” en el número 17 de El Universal Ilustrado. El 7 de septiembre también de 1917 publicó su texto “Costumbres mexicanas del siglo XVIII”. A esta crónica le siguieron “La vida colonial en las calles y en las Plazas”, “Los memoriales de los pobres pedigüeños”, entre otras, que posteriormente fueron recogidas en libros como México viejo y anecdótico, de 1946. La última crónica localizada de González Obregón en El Universal Gráfico, data del 2 de agosto de 1918, titulada “Los novelistas de la Colonia”. El cronista publicó en esta revista en total 25 muy interesantes y bien documentados textos.

 

Entre las crónicas de don Luis en El Universal Ilustrado destaca “La casa donde nació Fidel”, dedicada al insigne poeta Guillermo Prieto, y que se publicó el 8 de febrero de 1918. Cabe mencionar que en el número 39, con motivo del centenario de Prieto, escritor folklorista y heredero de “El pensador mexicano”, la revista publicó del libro de Luis G. Urbina La vida literaria de México, una bella estampa de Fidel. Huelga decir que Urbina también fue otro de los destacados y constantes colaboradores de El Universal Gráfico.

 

Luis González Obregón fue alumno de la Escuela Nacional Preparatoria y discípulo de Ignacio Manuel Altamirano, gran escritor y creador de nuestra identidad literaria, y quien lo introdujo al estudio de la historia, según nos cuenta el periodista Carlos González Peña. Del maestro de Tixtla, González Obregón heredó el fervor por las letras de nuestra patria y fue gracias a él que se tuvieron las primeras noticias de autores como José Joaquín Fernández de Lizardi o de Luis G. Inclán, quien justo el año en que nación el cronista guanajuatense publicó su conocida novela Astucia. Fue González Obregón quien incluso dio por vez primera noticias sobre la obra Sor Juana.

 

De entre sus libros más conocidos, según Salvador Novo, destaca Las calles de México de 1922 con textos que “atesoran su saber de la ciudad de México”, ciudad a la que su autor amó, estudió como nadie y a la que dedicó libros que no han sido superados por otro escritor, pues están creados a partir de concienzudas investigaciones documentales y de campo. Don Luis González Obregón fue un verdadero explorador de las calles de la capital mexicana. Hacía recorridos e investigaciones por los sitios que estudiaba. A esto habría que agregar que sus libros están bellamente escritos. Los trabajos de este autor mexicano son un testimonio fehaciente y de alto valor histórico del México viejo y anecdótico; son sus leyendas de la calle de la ciudad una herencia invaluable, dignas de rescatar.

 

Si el gran Altamirano fue el maestro de don Luis, don Artemio de Valle-Arizpe fue su ferviente discípulo. Salvador Novo, otro digno discípulo del viejo don Luis, dice que Artemio de Valle-Arizpe “le bebía los alientos” a González Obregón.

 

“Al lado suyo (dice Novo de Valle-Arizpe al referirse a don Luis) aprendió a hurgar en los mamotretos virreinales; sorbió sabiduría en su palabra, en su charla, en la orientación de sus investigaciones, en su biblioteca. Y a noble diferencia de tantos hijos ingratos como suele haber, don Artemio honró y veneró siempre la memoria de su sabio maestro. Vea usted, sigue Novo en una carta a don Luis, como se expresa de usted en esa Historia de la ciudad de México…”, libro por cierto, que González Obregón alcanzó a ver en sus primeras ediciones.

 

Don Artemio de Valle-Arizpe fue también otro de los destacados colaboradores de EL UNIVERSAL, donde cada semana publicaba su artículo en la página tres del periódico en el rincón superior derecho. Fue un escritor “colonialista”, quien según Rafael Solana, al retomar palabras del español Ramón del Valle-Inclán sobre don Artemio dijo que “escribía en un idioma que nunca se habló”, pues solía mezclar “arcaísmos desaparecidos en el siglo diecisiete con vocablos que se incorporaron a nuestro idioma en el dieciocho, y que en el veinte” ya eran también arcaísmos.

 

Todos estos personajes que aquí he citado de manera más breve fueron una parte fundamental de las primeras tres décadas de los Universales. La historia de nuestras letras tendrá que reconocer lo mucho que le debe a EL UNIVERSAL en la víspera de cumplir sus cien años de vida.

 

 

*FOTO: Luis González Obregón, Salvador Novo y Ramón López Velarde fueron algunos de los colaboradores de este semanario/Archivo EL UNIVERSAL.

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