Matatena: reflexión sobre la violencia infantil

Feb 27 • Escenarios, Miradas • 7386 Views • No hay comentarios en Matatena: reflexión sobre la violencia infantil

POR JUAN HERNÁNDEZ

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Matatena es un juego de niños no tan inocente. Implica habilidades de prestidigitador y el que pierde debe ser castigado. La realidad y las épocas han cambiado, los castigos también. Al perdedor se le obligaba a realizar una acción que irrumpía en lo prohibido: como tirar agua a la maestra; pero el nivel de violencia creció y hoy el castigo puede ser mortal.

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Antonio Zúñiga (Hidalgo del Parral, Chihuahua, 1965) se basa en ese juego para escribir la obra del mismo nombre, que se vuelca sobre una realidad pasmosa, beligerante, evocador de un territorio emocional árido, violento, en el que la inocencia se ha escabullido para dar paso a la crueldad emocional y física.

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Dirigida por Abraham Jurado, con las actuaciones de Quy Lan Lachino y Marco Vidal, escenografía, iluminación y vestuario de Natalia Sedano, y la producción de la Compañía Carretera 45 Teatro, Matatena, de Zúñiga, es una historia corta, redonda, de una estructura compleja que el dramaturgo aterriza en el acontecer cotidiano.

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En esta obra —que actualmente se presenta en el Foro A poco No, del Sistema de Teatros de la Ciudad de México, en el corazón del centro de la capital del país—, el autor norteño de teatro nos revela con sutileza mecanismos de la crueldad; y esa es, quizá, la mayor virtud de la obra: hacer estallar un tema de corte social, sobre la violencia física y emocional, en una sociedad cada vez más acostumbrada a ella, sin el sobresalto del balazo o la paliza; porque la herramienta principal de Zúñiga es la palabra, la evocación y la poesía.

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Es un ejercicio de gran complicación, el escritor de teatro —formado en la zona fronteriza de Chihuahua y luego en las huestes disciplinadas de Luis de Tavira, su maestro— ofrece un pequeño cuento de una acción que se cuenta desde adentro del ser de los personajes y que por momento es drama, comedia o tragedia.

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Matatena escapa a las categorías rígidas del teatro. La puesta se presenta en horario nocturno, para público adulto, pero bien podría tratarse de una obra dirigida a niños, con el objetivo de buscar en el público infantil la reflexión, a través de la potencia poética, sobre la realidad cada vez más violenta del mundo que habitan.

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En esta obra reímos, nos sobresaltamos, pensamos y sentimos. La acción que se desarrolla de a poco, exige la participación imaginativa del espectador, que debe terminar de construir, en su interior —recurriendo a la propia experiencia de vida— lo que se evoca en escena; y sentir estremecer su cuerpo frente a la síntesis que sobre la violencia entre niños se da en el pequeño espacio-tiempo de la ficción.

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Antonio Zúñiga tiene en su repertorio varias obras para niños. El público infantil es una de sus mayores preocupaciones. Quiere hablarles de frente porque sabe que de ello depende, en gran medida, que haya un cambio futuro en el mundo. Apela a la conciencia de los pequeños para reflexionar y repeler los actos de crueldad. Evita a toda costa la lección moralina, la llamada de atención didáctica o el abuso de la imposición ideológica. Lo que el dramaturgo hace es retomar el recurso a través del cual los niños se insertan en el mundo: el juego.

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Y así es como en Matatena podemos recordar nuestros años de infancia, aquellos en los que también recurrimos muchas veces a la violencia; porque estos dos impulsos no sólo son privativos de los adultos; por lo contrario, están mucho más expuestos en los menores, quienes se dejan llevar con mayor facilidad por sus impulsos e instintos. La infancia, como la ve Zúñiga, no es para nada dulce, inocente o ingenua, en el sentido angelical que pudieran tener estos adjetivos.

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El dramaturgo cuenta una historia de niños, a través del universo de los adultos, quienes han crecido en territorio árido, salvaje y lleno de violencia. Está un país, en este caso México, y una región —a la que Zúñiga no puede renunciar por su origen— en el que la sierra (de Chihuahua) se vuelve áspera, y nos permite evocar la atmósfera de una tierra bronca; y debajo de toda esa dureza de piel, Zúñiga revela, con una gran potencia, la fragilidad humana.

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Matatena dura 50 minutos. La puesta en escena, de factura sencilla, atiende a la urgencia de reflexionar acerca de los temas sociales importantes. No es teatro que espere a las grandes masas y tampoco busca la sofisticación en la elaboración del artificio escénico. Utiliza pelotas, estrellas de plástico, una ambulancia de juguete y una cabina telefónica (de esas en las que se solía hacer larga fila, antes del sismo de 1985 y de los teléfonos móviles), para vestir el espacio.

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Lo importante en este montaje radica en la capacidad de los actores Quy Lan Lachino y Marco Vidal para contarnos esa historia humana, íntima y social, que pone sobre la mesa las maneras de relacionarnos, de expresar las emociones, de asumir roles de género, de responder a las urgencias económicas y reflejar en el cuerpo y en el alma a la tierra en la que hemos crecido.

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Matatena es una historia de amor y de crueldad. Es una obra que pone el dedo sobre la herida: acostumbrarse a la violencia tiene un efecto devastador sobre lo humano y que el juego infantil, de inocencia aparente, puede convertirse en crimen.

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* FOTO: Matatena, de Antonio Zúñiga, dirigida por Abraham Jurado, con Quy Lan Lachino y Marco Vidal, escenografía iluminación y vestuario de Natalia Sedano y producción de la Compañía Carretera 45 Teatro, se presenta en el Foro A poco No (República de Cuba 49, Centro Histórico), martes y miércoles a las 20:30 horas, hasta el 6 de abril/ Compañía Carretera 45 Teatro.

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