La Cebra, 20 años de danza militante

Mar 26 • Escenarios, Miradas • 3687 Views • No hay comentarios en La Cebra, 20 años de danza militante

POR JUAN HERNÁNDEZ
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Hace dos décadas el bailarín y coreógrafo José Rivera emprendió un proyecto artístico que transformó la escena coreográfica de México: fundó La Cebra Danza Gay, agrupación de discurso provocador e irreverente. El objetivo principal era romper con los prejuicios en relación con el amor homosexual y exhibir de manera frontal la homofobia, la discriminación en contra de las personas viviendo con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), así como la doble moral de la sociedad machista y conservadora.

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Este año, después de un receso en el que Rivera se fue a dirigir el Ballet Independiente —agrupación en donde inició su carrera profesional como bailarín al lado de Raúl Flores Canelo, una de las grandes figuras de la danza moderna y contemporánea mexicana—, La Cebra Danza Gay volvió a hacerse presente con una función en el Foro El Cardoner de la Universidad Iberoamericana, el 10 de marzo, en el contexto de la Semana de Género, Arte y Diversidad.

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La existencia de una compañía con una postura abierta y militante en relación con la homosexualidad, el homo erotismo, la vida al filo del abismo de los travestis, la muerte por sida, la violencia padecida por aquellos con gustos distintos a los de la norma heterosexual, abrió de manera definitiva el campo de la escena a discusiones que, si bien ya habían sido abordadas con anterioridad, no se trataron con el atrevimiento y estridencia de La Cebra Danza Gay, que dirige José Rivera.

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El bailarín, nacido en San Luis Potosí en 1969, llegó a la capital del país y se convirtió de inmediato en un intérprete de gran temperamento y poderosa presencia escénica. Fue una de las figuras preferidas de Raúl Flores Canelo (Monclova, Coahuila, 1929-Ciudad de México, 1992), de quien aprendió no sólo el uso de los recursos de la escena, sino el modo de aproximarse a la danza como una forma artística para expresar los temas más disímbolos, recuperando el colorido de las formas y los sonidos populares, para permitir la empatía inmediata del público por sus creaciones.

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Con La Cebra Danza Gay el amor homosexual se puso en primer plano; retomó los estereotipos gay que han servido a la sociedad machista para hacer escarnio de lo diferente, pero sólo para dejar en evidencia el grado de violencia de la que es capaz el ser humano cuando no se reconoce en el otro o por la intolerancia del pensamiento único.

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José Rivera creó coreografías violentas: No soy Pancho Villa ni me gusta el futbol, Ave María Purísima (de prostitución y lentejuelas), Antes que amanezca (cuando ya va bien mala), Danza del mal amor o mejor me voy, El tiempo lo arrasa todo… queda la muerte, Las simples cosas y Cartas de amor, entre una media centena de obras.

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Desde los títulos de las coreografías Rivera establece una postura a todas luces militante. No le teme a ser etiquetado, todo lo contrario, en la etiqueta busca la contundencia de su discurso, para denunciar la intolerancia de una sociedad que no permite lo diferente. Ser gay para él no es sólo una condición de su ser, sino una posibilidad de vivir y entender el mundo.

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Así es como construye una estética única, apartada de las líneas preciosistas de la danza de los últimos 20 años, del auge de la técnica “release” o el “contact”, y recurre a lo “kitsch”: elementos de un calendario de carnicería, el nicho de un santo reluciente bajo la serie de luces que no distinguen lo sagrado de lo profano, los pantalones y las botas militares, látigos y estoperoles, lentejuelas, tacones, vestidos brillantes, pelucas y maquillaje “queer”.

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Lo mismo compone con una sinfonía de Mozart que a partir de una canción ranchera en la voz aguardentosa de Chavela Vargas; grita su diferencia en una canción de Rafael: “A mi manera”, o se vuelve rumbera de plumas coloridas entre el público, al cual provoca a través del contacto directo de sus cuerpos.

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En estos 20 años de existencia La Cebra Danza Gay ha llenado teatros —ya sea porque capta la atención del público gay, al que en primera instancia va dirigido, o de otro tipo de espectador que se dice abierto y diverso, o de los mojigatos que se asoman con morbo a ver las escenas candentes de las coreografías—. En muchas de sus funciones ha causado polémica, nunca indiferencia. El público termina de pie, aplaude, mientras el bailarín y coreógrafo, junto con sus cómplices, se cobija con la bandera del arcoiris.

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Se dice que este año regresa La Cebra Danza Gay. Lo cierto es que nunca se fue. Siempre estuvo ahí. A veces mostrándose orgullosa, otras agazapada, observante de la realidad y la evolución de la sociedad, para dar el golpe certero en el momento justo.

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El público que le es fiel espera las nuevas propuestas de la compañía y de su director; quieren ser sorprendidos con obras que les den voz, una vez más, en la militancia continua, desde la danza, a favor de los derechos humanos de todos y de todas, sin importar sus gustos o conductas sexuales.

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La Cebra Danza Gay consiguió en poco tiempo abrir los grandes teatros, en los que se presentan los espectáculos dancísticos del “mainstream”, a esta cultura fuera de la norma; con bailarines profesionales, a través del rigor y la disciplina necesarios para producir danza de gran calidad.

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Que veinte años no es nada, diría José Rivera, pero muchos han sido los logros de esta compañía que permite que la danza contemporánea mexicana pueda presumirse abierta y diversa. Enhorabuena.

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*FOTO: La Cebra Danza Gay celebra este 2016 su 20 aniversario. Se presentó en la Semana de Género, Arte y Diversidad, en el Foro El Cardoner, de la Universidad Iberoamericana, el 10 de marzo; y en el Kiosko Morisco, de la colonia Santa María La Ribera, el 12 y 13 del mismo mes/ Cortesía: La Cebra Danza Gay.

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