Del artista Bellatin

May 7 • Lecturas, Miradas • 4235 Views • No hay comentarios en Del artista Bellatin

 

POR SERGIO TÉLLEZ-PON

 

Los libros más recientes de Mario Bellatin (México, 1960) tienen una relación más estrecha con el arte contemporáneo que con la literatura. Bellatin es, probablemente, junto con Cristina Rivera Garza, el narrador mexicano más arriesgado, más experimental y vanguardista. Con lo anterior no quiero caer en la fórmula fácil diciendo que son los mejores de la generación de escritores nacidos en los años sesenta en la que hay muy buenos narradores (pienso en Ignacio Padilla, Eduardo Antonio Parra, David Toscana y un poco mayor que ellos, el espléndido Enrique Serna), simplemente me refiero a que Bellatin y Rivera Garza son los que dialogan con otros lenguajes por medio de su obra.

 

Sería largo enumerar todas las actividades artísticas que Bellatin ha emprendido paralelamente a su actividad literaria. Sólo valdría la pena recordar que ya en 2003, Bellatin coordinó el performance “Escritores duplicados” en el Instituto de México en París: cuatro personas fueron “entrenadas” por cuatro escritores mexicanos (Sergio Pitol, José Agustín, Margo Glantz y Salvador Elizondo) para representarlos durante un encuentro; la intención era que al evitar la presencia del autor quedaran sólo las ideas. Recientemente, en Biografía ilustrada de Mishima (Entropía, 2009), adelantó algo de las “fotos espectro” que consiste en reproducir la ampliación de una foto realizada con una cámara estenopeica; el método vuelve a utilizarlo en Gallinas de madera (Sexto Piso, 2013) donde las llama “Fotos Bellatin” reproducidas, a su vez, en un “libro fantasma” que el propio autor define como “aquellos que aparecen en forma paralela a la edición original”; además, en esta novela recrea a un par de escritores como personajes: Bohumil Hrabal y Alain Robbe-Grillet.

 

Bellatin no se limita a reescribir ni revisar sus propios libros sino que los interviene, una acción más cercana a las artes visuales que a la literatura. Es el caso de Jacobo Reloaded (Sexto Piso, 2014), ilustrado por la artista húngara Zsu Szkurka, donde reescribe a su manera unos textos de Joseph Roth y que es también la intervención a una de sus novelas anteriores, Jacobo el mutante (Alfaguara, 2002). Y lo mismo se proponía hacer con una nueva edición de Salón de belleza pero los editores de Tusquets no entendieron este procedimiento, se apresuraron a publicar el adelanto que Bellatin les había enviado del libro intervenido de manera que ahora circula una edición espuria de esa obra; de esta novela Bellatin hizo una película cuyo rasgo característico es que fue filmada a no más de 200 metros a la redonda de su casa. Además, ha emprendido “Los 100 mil libros de Bellatin”, un proyecto de autopublicación que en 2012 se presentó como una instalación en la exposición internacional de arte Documenta.

 

Ahora en Retrato de Mussolini con familia, el relato al final es ilustrado también por Zsu Szkurka (la misma de Jacobo reloaded) a la manera de una novela gráfica, cercana al cómic aunque sin serlo del todo. En la primera parte, Bellatin cuenta la historia fragmentariamente mientras que en la segunda deja trabajar a la artista y Szkurka la vuelve a contar a su manera, es decir, con sus recursos, con lo cual también la reinterpreta. En esta historia, el personaje (un hombre moribundo que sólo tiene un brazo) ha esperado toda su vida por un amor; en ese momento postrero se reconcilia con la vida gracias a la intermediación de ese amor. Y, por si no fuera lo suficientemente desconcertante –como en todas las historias de Bellatin–, ese amor proviene del sacerdote que acude hasta su lecho para darle los santos óleos. Una pregunta que se plantea en la obra recorre toda la historia: “¿Aparecerá finalmente de esta manera el amor?” En el fondo, Bellatin expone la compleja paradoja de la vida moderna sobre las relaciones amorosas: esa búsqueda incesante de quién enamorarse pero la continúa insatisfacción de que las personas que llegan no son suficientes, y cuando ésta finalmente aparece ya es demasiado tarde.

 

Los fragmentos que componen el relato seguramente fueron escritos linealmente y tipografiados en una máquina de escribir Underwood de 1915, pero luego fueron recortados y posteriormente pegados con cinta adhesiva o engrapados, cada uno en una hoja sin paginar. A su vez, esas hojas podría parecer que están metidas en un cuaderno de tapas duras de madera; incluso algunas hojas aparecen con manchas de algún líquido, tal vez café o té, como si alguien realmente haya usado ese cuaderno-libro. Para que lo anterior funcione, el diseño del libro tuvo que adecuarse a la obra. Así, el libro es casi una pieza de arte (un arte popularizado de mil copias o más, si se quiere), lejos de los diseños genéricos que hacen hoy las grandes editoriales. De Bellatin el artista, más que el simple escritor, debemos esperar todavía más novedades pues, como bien lo señaló recientemente The New Yorker, en su obra narrativa seguirá introduciendo innovaciones en la manera en la que pensamos la literatura.

 

*FOTO: Mario Bellatin, Retrato de Mussolini con familia, Alfaguara, México, 2015/ Especial.

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