Cómo y por qué Bolaño conquistó EU

Jul 13 • principales, Reflexiones • 6260 Views • No hay comentarios en Cómo y por qué Bolaño conquistó EU

POR BARBARA EPLER

 

1. La parte de los amigos

 

Escuché por vez primera el nombre de Roberto Bolaño hace una década. Mi amigo el novelista Francisco Goldman me dijo: “Bolaño es el mejor escritor vivo del mundo”. Insistió en que New Directions lo publicara. Al día siguiente, le mencioné el nombre de Bolaño a un editor afín, quien respondió: “Es un autor que suena mucho. Creo haber visto en mi oficina unas galeras suyas, enviadas por Harvill UK”.

 

Envié un fax al director de Harvill, Christopher MacLehose (amigo de New Directions), y le pregunté si también nosotros podíamos tener una copia de esas pruebas de imprenta.

 

Leí las galeras de By Night in Chile (Nocturno de Chile) apenas llegaron: fue una experiencia fulminante.

 

Nuestra amiga Susan Sontag proclamó: “Un río maravilloso de sensibilidad, una meditación brillante, una fantasía cautivadora, Nocturno de Chile es una obra verdadera, de una rareza notable: una novela contemporánea destinada a ocupar un sitio permanente en la literatura mundial”.

 

El aval de Sontag significaba que todas las publicaciones literarias pondrían sus ojos en ese libro. (Ya después supe que nuestros conocidos Jean Stein y Deborah Treisman, de Grand Street, habían descubierto a Bolaño antes que yo, y habían publicado textos suyos en esa estupenda revista.)

 

2. La parte de los medios

 

Al comienzo, esta “parte de los medios” podría también titularse “La parte de los amigos”, pues muchas de las personas que ayudaron originalmente a poner a Roberto Bolaño en el mapa en Estados Unidos son cercanos a New Directions: Francine Prose, Michael Greenberg, Aura Estrada, Francisco Goldman (de nuevo), Siddhartha Deb, Mónica de la Torre, Pankaj Mishra, Benjamin Kunkel, Nicole Krauss, Richard Eder, James Wood, Andrew Ervin, Benjamin Lytall, Michael Palmer, Patti Smith, Jonathan Lethem, Tom McGonigle, John Banville, Wayne Koestenbaum: todos ellos fueron de los primeros en reseñar o publicitar los libros de Bolaño.

 

Un elemento central de su éxito se puede rastrear en Grand Street: cuando Deborah Treisman fue nombrada la editora de ficción de The New Yorker, llevó consigo el amor que sentía por la escritura de Bolaño. Desde 2005, publicó relatos de Bolaño en la revista cultural más grande de Estados Unidos, que, así, llegaron a más de un millón de lectores a la semana.

 

3. La parte de los editores

 

Como si recorriera su propia biblioteca, Bolaño se unió en New Directions al catálogo de sus autores favoritos, de Borges (“Podría pasarme toda la vida bajo una mesa leyendo a Borges”), a Martín Adán, César Aira (“cuando se empieza a leer a Aira, no quieres parar”), Baudelaire, Bioy Casares, Horacio Castellanos Moya (“escribe como si viviera al fondo de alguno de los muchos volcanes de su país”), Céline, Cortázar, Flaubert, Felisberto Hernández (“hay que leer a Felisberto Hernández”), Huidobro, Alfred Jarry, James Joyce, Kafka, Kleist, Lautréamont, Enrique Lihn, García Lorca, Mallarmé, Javier Marías, Henry Miller, Montale, Nabokov, Nicanor Parra (“Nicanor Parra por encima de todos”), José Emilio Pacheco, Alejandra Pizarnik, Pound, Queneau, Rodrigo Rey Rosa, Rimbaud, Stendhal y Enrique Vila-Matas (“una acumulación de felicidades y claridades: un escritor que no tiene parangón en el panorama contemporáneo de la novela española”), así como otros a los que aceptaba parcialmente, como Ernesto Cardenal, Cela, Paz y Neruda. Pongo como excusa para este desfile de nombres el hecho de que también a Bolaño le encantaban las listas.

 

“Los editores suelen ser malas personas”, decía Bolaño, pero, de todos modos, como editora de sus libros en New Directions, pienso que es bueno que sus obras estén al lado de los libros que le gustaban tanto.

 

Sea como sea, una gran parte de su éxito se debe a otra editorial de mayor magnitud. Habíamos estado publicando a Bolaño por unos pocos años cuando mi oferta para adquirir los derechos de Los detectives salvajes fue rechazada. Esto me rompió el corazón, pues deseábamos tener toda su obra. Pero Farrar, Straus & Giroux utilizó la enorme atención que las traducciones al inglés de Nocturno de Chile, Estrella distante, los relatos escogidos de Llamadas telefónicas y Putas asesinas que se publicaron en el volumen Last evenings on Earth, y Amuleto habían conseguido para potenciar una máquina publicitaria extremadamente eficaz.

 

Jeff Seroy, el extraordinario publirrelacionista de FSG, y el editor Lorin Stein crearon un sitio de internet dedicado a Bolaño, que se distinguía por su originalidad y belleza. También supieron usar las redes sociales, por entonces poco explotadas. Nunca olvidaré esa vez que mediante Facebook y Twitter congregaron a miles de jóvenes a un bar en East Village para celebrar la aparición de The Savage Detectives: fue un pandemonio.

 

Haré mención de una decisión sagaz de FSG: la camisa de la edición de The Savage Detectives presenta una fotografía del autor; se ve a Bolaño de pelo largo, casi como un muchacho de 19. Tan sólo eso dejaba ver astucia. Tocaba las fibras, tan vivas del lector estadounidense, del glamour trágico de James Dean, y estimulaba la identificación con el escritor que llegaron a sentir muchos lectores jóvenes, los principales seguidores de su obra en este país.

 

Las dos editoriales estadounidenses trabajaron juntas promoviendo todos los libros de Bolaño; como Jonathan Galassi, editor de FSG, dijo: “con la marea alta todos los botes avanzan”. Sin embargo, en Estados Unidos, más que marea tuvimos un tsunami. Quienquiera que se interesa en literatura habla hoy de Bolaño.

 

4. La parte de los traductores

 

Las pruebas de imprenta de By Night in Chile de Harvill dejaban ver la armoniosa, clara y resonante voz de Bolaño en inglés: poeta él mismo, Chris Andrews posee el don de comprender el arte de Bolaño con exactitud y una profunda simpatía.

 

Chris expresó en el obituario publicado en The New York Times: “La escritura de Bolaño se nutre de lecturas amplias y voraces, una experiencia variada, una vívida capacidad de ensoñación y una aguda curiosidad por las vidas ajenas. También desarrolló un original estilo, de gran flexibilidad: generalmente es veloz y directo, y puede también dilatarse para incluir digresiones parentéticas o una sorprendente elaboración imaginística”. Chris traslada ese estilo a la lengua inglesa con una vivacidad ágil y diáfana.

 

Aunque Chris tradujo la mayoría de los libros de ficción editados por New Directions (Amulet, By Night in Chile, Distant Star, The Insufferable Gaucho, Last Evenings on Earth, Monsieur Pain, Nazi Literature in the Americas, The Return, The Skating Rink y buena parte de The Secret of Evil), la talentosa Natasha Wimmer (quien de manera muy lograda tradujo The Savage Detectives y 2666 para FSG) vertió con gran belleza Antwerp y Between Parentheses, así como secciones de The Secret of Evil. Ella tiene un don especial con el que la voz de Bolaño se expresa en nuestra lengua con laconismo, fosforescencia y felicidad.

Laura Healy tradujo con fineza la poesía completa de Bolaño: The Romantic Dogs, Tres y The Unknown University.

 

Contar con tres traductores tan talentosos es el equivalente, en términos editoriales, de hacer el uno, dos y tres en una competencia de atletismo: el entusiasmo con el que Bolaño ha sido recibido en Estados Unidos se debe en mucho a ellos.

 

5. La parte de Estados Unidos, que es también La parte de las dos Américas

 

Uno de los muchos asuntos sobre los cuales Susan Sontag expresó su opinión fue sobre el título de Historia de la literatura nazi en América. Nos advirtió que debía ser vertido en plural: Americas, es decir, el continente americano. “¡No lo vayan a traducir como Nazi Literature in America!”

 

Sabemos que su obra se dirige a las dos Américas. Creo que esto es parte del influjo que ha conseguido en este país. Su obra nos lleva a través de un espejo oscuro. Sabemos qué tan profundamente se halla Estados Unidos vinculado con la pesadilla en Latinoamérica (“el Vietnam secreto”) que centralmente retrata su obra. Esas fueron nuestras políticas: colaboramos en el asesinato de Allende. Esa es nuestra cámara de tortura en Nocturno de Chile: la anfitriona puede ser chilena y la casa puede estar en Santiago, pero su esposo es un estadounidense.

 

El espectáculo del terror en Latinoamérica es parte de nuestra locura y, para bien o para mal, ese es un elemento que hace que la obra de Bolaño sea tan persuasiva, tan apasionante como la historia de nuestras propias familias.

 

Y existe también un aspecto narcisista tan propio de la cultura estadounidense: conocemos a Jim O’Bannom; adoramos a Oscar Fate; soñamos con esa California de adorables y agonizantes estrellas porno que Bolaño concibió en el desgarrador relato “Joanna Silvestri” (coincidentemente, un relato publicado en Playboy).

Nos gusta la alta y la baja cultura, el ingenio, el humor, el grunge, el porno, el horror, la prensa amarillista; pensamos que nos gusta la libertad, el riesgo, la valentía, el honor, la sinceridad y la temeridad.

 

Los estadounidenses premiamos Lo Nuevo; nos encanta la posibilidad en estado puro. Como escribió Nicole Krauss: “Cuando leí a Bolaño, pensé: Todo es posible otra vez”.

 

Y ansiamos lo que conocemos; lo siniestro. También ansiamos lo verdaderamente grandioso. Estamos cansados de las novelas sosas y hartos de las estafas pretenciosas. Una razón por la cual ha tenido tal repercusión en Estados Unidos es por su polaridad absoluta respecto de los rasgos dominantes del aburrido mundo de la escritura creativa, todos esos productos de las maestrías que se estudian en las universidades-fábricas de Estados Unidos.

 

Bolaño se encuentra a años luz de la gran cantidad de sagas sobre familias estadounidenses, libros intrascendentes, y de los trucos experimentales, fatigosos por la ingeniosidad con las cuales se les construye. La conjunción de múltiples dimensiones en Bolaño hace que buena parte de la ficción estadounidense parezca una pantalla plana.

 

Como varios reseñistas han afirmado, Bolaño nos hace creer en un renacimiento de la literatura, y somos el país que busca volver a nacer.

 

Para ser franca, hay que decir que los verdaderos lectores en Estados Unidos (aquellos que realmente aman la gran literatura, esa que conquista nuevos espacios) no son tan numerosos. Pero existen, y defienden vehementemente aquello que llega a encantarles. Es un poco como lo que Spencer Tracy dice sobre la carne de Katharine Hepburn: “no hay mucha, pero la que hay es muy selecta”. Los seguidores de Bolaño son una multitud selecta y fiel.

 

Recientemente, un artículo en The Daily Beast hizo notar: “¿Cómo explicamos el hecho de que el escritor latinoamericano más celebrado desde Gabriel García Márquez y Octavio Paz murió hace casi una década y ha publicado, póstumamente, muchos libros más que los que la mayoría de los autores alcanzan a editar en toda su vida? Novelista respetado en vida, a partir de su muerte Bolaño ha adquirido un estatus de culto, ha sido traducido en todo el mundo, con cuentos lanzados en The Paris Review, The New Yorker y [también con extensas secciones sobre él en] The New York Review of Books. Una página de Facebook dedicada a Bolaño presume de 43,000 fans y una película, El Futuro, basada en uno de sus cuentos”.

 

Y el entusiasmo no decrece. Tan sólo hace unas semanas Junot Díaz escribió en The New York Times: “En cuanto a Bolaño, ¿qué se puede decir? Uno de los más grandiosos escritores, un auténtico coloso. ¿Se ha editado algo que siquiera remotamente se acerque a By Night in Chile?”

 

Por supuesto, el aspecto más importante es la sorprendente excelencia de su escritura, pero la excelencia puede muy a menudo verse no recompensada en el negocio editorial.

 

A estas alturas, puedo imaginarme a Bolaño preguntarse: “¿Por qué habla esta mujer sobre el negocio editorial, como si pudieras llamarlo un negocio, como si no fuera de hecho más exactamente un tipo especial de locura, y no el tipo más interesante de locura, pero sin duda tampoco un forma de salud mental?”

 

Así, aunque escriba sobre lo que pasó en este país con los amigos, los medios, los traductores y los editores, y señale posibles afinidades culturales con su escritura, realmente, más que nada, pienso que el énfasis que su obra pone en el tema de la amistad (de hecho, como dice en 2666, hay “amistades especiales que exceden la mera definición amistad personal”) genera una fuerte atracción a nuestros sentimientos. Y el interés manifestado por su escritura se puede considerar un tipo de amistad con un genio que excede la mera definición de genio. Por supuesto, en cualquier parte del mundo un genio de esta naturaleza otorga a sus lectores un gozo superior.

 

(Traducción de Geney Beltrán Félix).

 

*FOTOGRAFÍA: Roberto Bolaño/

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