“Estamos en riesgo de convertir a un imbécil en presidente”

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POR CARLOS ROJAS URRUTIA

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Aaron James, doctor en Filosofía por la Universidad de Harvard, ganó notoriedad en el ámbito de la gente común por su libro Assholes, A Theory (2014), donde desmenuza la personalidad de los “imbéciles” (“assholes”, en inglés) e invita a entender qué son y cómo piensan, de manera que sea más sencillo lidiar con uno de ellos donde sea que se le encuentre: el trabajo, el hogar, una carretera o la esfera pública.

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En Trump. Ensayo sobre la imbecilidad, el autor pone el foco en la figura del candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos como ejemplo sobresaliente de la personalidad de un “imbécil encantador”, que ha sabido hacer que un sector de la población acepte como norma que él, lejos de ser un “payaso”, es un ser especial que no está sujeto a las normas de conducta de los hombres comunes.

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En su ensayo, Aaron James usa como pretexto el análisis a la figura de Donald Trump para alertar sobre los daños que implica para la democracia del mundo el modo de hacer política de personajes como el propio Trump o Ted Cruz, así como el poder real que han alcanzado a través de estrategias perversas. Además, ofrece sugerencias para restaurar los frágiles vínculos sobre los que se construye cualquier democracia republicana, que hoy en día parecen estar en peligro de romperse.

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A través de la editorial Malpaso, que publica y distribuye el libro en México, Correo del Libro envío un cuestionario a Aaron James, quien desde la Universidad de Irvine, California, donde es profesor titular, respondió sobre lo que significa la figura de Trump en la antesala de la posición más poderosa del mundo, la sociedad que le ha visto llegar ahí y las posibilidades que aun tenemos para evitar que nuestros líderes pertenezcan a la estirpe de los “imbéciles”.

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Aaron James sobre Donald Trump

Sin importar la opinión que tengamos, el hecho es que un personaje como Trump está ahora mismo a un paso de tomar la posición más importante del país más poderoso del planeta. ¿Qué mensaje da eso al resto del mundo acerca de la sociedad que lo ha llevado hasta allí?

Elegir a Trump sería el fin de la Unión Americana, de esa América concebida como una aspiración o ideal. Mostraría que la versión estadounidense de la democracia republicana, que ha sido construida sobre compromisos frágiles y cooperación informal, ha fracasado como experimento social. El mundo ya tiene sentimientos encontrados acerca de cómo Estados Unidos ejerce su poder en el mundo, pero creo que algo como la victoria de Trump asentaría la perspectiva de que los Estados Unidos se han convertido en una amenaza y ponen en grave peligro el orden internacional.

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Aun si Donald Trump no ganase la elección de noviembre, ha establecido un precedente importante que quizá puedan utilizar algunos que le sigan en sus aspiraciones presidenciales: su estrategia ha probado cierta eficacia. ¿Nos acercamos al tiempo en que veremos cómo un imbécil peligroso se convierte en presidente del país más poderoso del mundo?

Sí, una versión más mesurada y despabilada de Trump podría fácilmente explotar las nuevas oportunidades para hacerse del poder; de hecho ahora mismo hay gente relamiéndose los bigotes . La gran pregunta es qué tanto una versión “trumpista” posterior a Trump puede ser exitosa, o qué tan bien puede agruparse la fuerza de la cordura para encontrar un piso común y prevenir una amenaza así por el bien de la república.

Estamos en riesgo de convertir a un imbécil en presidente. Aun así, recientemente la corriente se ha vuelto en contra de Trump; soy optimista en que las fuerzas de la cordura están encontrando un piso común. El Partido Republicano (conocido en Estados Unidos como el GOP -Grand Old Party-) tendrá que reconstruirse, pero las alianzas que ha mantenido en el pasado no se asentarán fácilmente en un partido “trumpista”. Al menos eso espero.

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¿Al ascenso de Trump debe ser visto como un fenómeno aislado (el efecto de un imbécil particularmente encantador) o es el signo de un problema social que lejos de mejorar empeora cada día?

Trump llegó a tropezones a este momento político en buena medida gracias al azar, ubicado en el centro del despertar social luego de años de división y creciente desconfianza. Su estilo de imbécil funciona de manera sorprendente para ese momento en particular, pero sería difícil replicarlo en condiciones distintas, más aun con su ejemplo como advertencia previa. Trump ha expuesto mucho del racismo que está debajo de la superficie del discurso político y vital de los Estados Unidos. Su discurso ha exaltado y empeorado la tensión racial y quizá veamos más de eso en el futuro. Pero la luz al final del túnel abre la posibilidad de la condena pública y la reafirmación de los derechos igualitarios para todos. Mi pronóstico es que un Partido Republicano con un futuro viable tendría que rechazar tajantemente las políticas divisionistas, tan sólo por el hecho de tener claro que no pueden ganar dependiendo del llamado al racismo, tal como lo han hecho en décadas recientes. Siempre y cuando Trump pierda (que es lo que se espera), creo que los hechos pueden tomar una dirección positiva en el balance final, en especial ante el declive de la influencia blanca sobre la cultura y la política, así como el ascenso de la juventud, que tiende a ser más bien progresista.

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En su libro, propone a los ciudadanos de su país moverse hacia una reflexión seria para construir una mejor democracia, en el sentido en que la concebía Rousseau. ¿Es eso posible en una era marcada por los mensajes breves, los reality shows, la ilusión de participación que ofrecen las redes sociales y la falta de contenido sustancial en los medios tradicionales? ¿Tenemos aun la oportunidad de dar marcha atrás y hacerlo mejor?

Al menos tenemos una oportunidad. Una oportunidad real. Lo de Trump puede ser un tipo de advertencia que muestre a las fuerzas de la cordura que necesitan volver a hacer política con mayor respeto. Incluso pienso que Hillary Clinton podría ser esa figura, aun cuando se ha comportado de manera muy divisionista recientemente. Ella sabe ser oportuna para llegar a acuerdos políticos y es buena para escuchar. Con la historia de Trump aun fresca en la memoria, es posible que la política de los Estados Unidos encuentre un nuevo tono, quizá lo suficientemente duradero para hacer reformar reales. Al menos tengo esperanza –siempre y cuando Trump pierda.

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Usted apela a esos “ángeles mejores de nuestra naturaleza” a los que se refirió Abraham Lincoln para cambiar el modo en que suceden las cosas hoy en día ¿Siente que su llamado tiene alguna repercusión en su propio país o en otros lugares?

Creo que Trump mismo ha mostrado los límites del tipo de política que hace. Eso incluye a mucho del trabajo político de las décadas recientes. Me alientan las posiciones más fuertes que el Partido Republicano ha tomado contra Trump en las últimas semanas. Los ángeles mejores han estado apareciendo.

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El presidente mexicano Enrique Peña Nieto ha sido criticado en la opinión pública del país por no expresar de manera clara una preocupación respecto a las ideas que Trump ha expuesto en temas relacionados a la migración, el comercio o la seguridad de la frontera. En la posición que tiene México frente a los Estados Unidos, ¿cuál es la mejor manera de negociar en términos políticos con una figura como la de Trump?

Supongo que veo la sensatez en no incitar al conflicto si no es necesario. Eso no significa lo mismo que ser sumiso. La retórica de Trump respecto a los muros y violadores es básicamente una “patraña” (“bullshit”), en el sentido que sus palabras no tienen consideración alguna por la verdad y las usa sólo para llamar la atención. Incluso sus seguidores saben que no está ofreciendo propuestas serias; admiran su valor por decir esas cosas ridículas y ofensivas, como una muestra de dominación y desprecio, así que creo que a México le valdría mantenerse firme en no tomar a Trump con seriedad.

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La propuesta que comparte en el modo de evitar que los imbéciles se conviertan en nuestros líderes, ¿puede ajustarse a contextos distintos al de Estados Unidos?

Sí. El sistema de “votación por rangos” (“rank voting”) sería la medida más importante. Australia lo hace, por ejemplo, y probablemente deberían adoptarlo todas las democracias si aun no lo hacen. En lugar de elegir un candidato único a la cabeza de todos, los votantes ordenan por lugar de preferencia a los candidatos de su boleta. El ganador sería el candidato con el puntaje total más alto, incluidos los votos de segundo y tercer lugar. De ese modo, los candidatos tendrían un incentivo para no alejarse de la gente que no los coloca en primer lugar, pero podría ponerlos en segundo o tercero. Un candidato podría ganar sin tener que movilizar a la base de simpatizantes que desean ponerlo en primer lugar.

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FOTO: Trump. Ensayo sobre la imbecilidad, Aaron James, Barcelona, Malpaso, 2016, 128 pp.

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