Un recorrido por la historia de la flauta mexicana

Sep 10 • Miradas, Música • 6755 Views • No hay comentarios en Un recorrido por la historia de la flauta mexicana

POR IVÁN MARTÍNEZ

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Si algún día alguien quisiera escribir la historia de la flauta en México, cómo se tocaba, qué se tocaba, cómo se escribía para ella, que vaya de las primeras épocas de Ponce hasta los compositores que en 2016 comienzan a trascender ya en su juventud la principal fuente serán los tres discos titulados Invocaciones que Evangelina Reyes, primera flauta de la Orquesta Sinfónica Nacional, junto con la pianista Camelia Goila, cómplice de confianza de tantos instrumentistas de aliento, ha grabado para el sello Urtext.

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Siendo generoso, servirá también como repaso general de la historia de la composición en México, pues se trata de tres mosaicos bien balanceados e incluyentes de las distintas estéticas por las que ha transitado nuestra música.

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El primero, que se distribuye desde 2010, está dedicado –con una excepción, Ruiz Armengol– a compositores vivos con carreras ya muy establecidas: Coral, Toussaint (quien murió un año después), Aranda, Lavista, Zyman y Luna (de quien este 17 de septiembre se cumplirá el primer aniversario luctuoso). Un retrato de los últimos veinte años; del presente.

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A partir de este mes, se encuentra en tiendas físicas y digitales, en disco doble, los volúmenes II y III: un retrato del pasado, más technicolor que sepia, y una fotografía del presente, que parece más un viaje al futuro inmediato.

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No hay en el segundo viaje de invocaciones grandes formatos u honduras de vanguardia o pretensión, ni el “Díptico I” de Manuel Enríquez que es la pieza más larga y una de las partituras más representativas de su propio lenguaje aleatorio, y sin embargo todas, sobre todo ésa, tienen la particularidad de ser piezas que colaboraron a fundamentar un estilo o que caracterizaron un momento de la vida creativa de sus autores.

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A la idea de que las tres breves piezas independientes de naturaleza simple pero no por ello menos gozosa o fina que Ponce escribió para la flauta, “Pajarito”, “Pastorcillo alegre” y “Scherzino”, forman parte del inicio del nacionalismo impresionista, agregaría yo que se trata quizá de las primeras obras para flauta y piano de las que se tenga registro en México. Y así continúa “Solitud”, de Leonardo Velázquez, para flauta en sol, que me gusta pensar como un sutil manifiesto del pasado que no se quiere ir ante las vanguardias actuales; también de él se incluyen las exquisitas “Dos piezas para flauta sola”.

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Al valor principal de este disco, que está tanto en la calidad de las ejecuciones como en el del mosaico que ofrece, se suma la inteligencia con que se ha ordenado la selección, que permite aquilatar las diferencias y singularidades de cada estética, todas en manos de artesanos perfeccionistas: al “Scherzino” vital de Hernández Moncada sigue la pieza dodecafónica “Huésped de las nieblas”, de Rodolfo Halffter, seis minutos de fantástico hipnotismo que se acentúa sólo al escuchar la “Sonata Santiago” de Mario Kuri Aldana, una rememoración danzante muy sabrosa. Y entre Enríquez y Chávez, cuya “Vocalización aguda” en versión para flauta de Max Lifschitz cierra el programa, están las simpáticas “Cinco piezas” de Jiménez Mabarak: tan descriptivas como humorísticas, melancólicas y evocativas: “Alegoría del perejil”, “La imagen repentina”, “Nocturno”, “El ave prodigiosa” y “Danza mágica”.

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Luego, todo en el tercer volumen son sorpresas, obras muy nuevas –dedicadas a este dúo– o piezas que injustamente han tenido pocas ejecuciones en vivo. Comienza con la hasta ahora secreta labor de Evangelina Reyes como compositora: presenta “Sattwa” para flauta sola, más contemplativa, aun en la sección rítmica, y “técnica”, y “Diálogo para flauta y piano”, de narrativa más clara; sobraría decir que su mejor cualidad es el lenguaje flautístico.

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De Horacio Uribe y Alfredo Antúnez se incluyen dos piezas que comparten origen popular pero con tratamiento casi escondido: “Aproximaciones al son huasteco” del primero y “Son de plata” del segundo. En seguida se presenta a los compositores más jóvenes de la selección: Diana Syrse (1984), cuya “Beldad y fuerza” es una pieza sutil en sonoridad pero de dramatismo presente, en forma de rondó deconstruido, y Esteban-Ruiz Velasco (1987), de quien se tocan su “Rondó frustrado” y su “Valse amoché”, piezas burlonas basadas en esas formas clásicas: las tres muy bien diseñadas y construidas en el balance de temas, técnicas y sonoridades.

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Las Invocaciones terminan con dos compositores de lenguaje maduro que debieran conocerse más: Mariana Villanueva, quien escribió “Psyche” para flauta y piano amplificados, y Hebert Vázquez, de quien se escucha “Restless”; piezas muy ricas en su juego discursivo.

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Tomo prestada una idea de la compositora Mariana Villanueva, quien firma unas de las más puntillosas notas de programa que haya leído en discos mexicanos: de Ponce a Diana Syrse, la mayoría de los compositores de estos discos han estado relacionados a través del aprendizaje y la enseñanza. Si Chávez estudió con Ponce, de la segunda generación de alumnos de su taller resultó Lavista, con quien estudió Vázquez, la misma Villanueva y Gabriela Ortiz (quien no ha escrito para flauta y piano), de cuya progenie vienen Diana Syrse y Esteban Ruiz-Velasco. Invocaciones, en lugar del simple “Música mexicana para flauta y piano”, bien pudo subtitularse “Retrato cariñoso de familia”.

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FOTO: Los temas de Invocaciones son interpretados por Camelia Goila en el piano y la flautista Evangelina Reyes (en la imagen). / Especial

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