Dos veces Cuesta
POR ÁNGEL GILBERTO ADAME
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Nietzsche sostiene que alrededor del héroe todo se convierte en tragedia. El heroísmo de Jorge Cuesta tiene su raíz en su talante crítico. Fue su voracidad intelectual la que le ganó un lugar de privilegio en la literatura mexicana. Octavio Paz dijo de él que “las obscuridades lo fascinaban y acabaron por poseerlo y destruirlo”. Esta última aseveración es testimonio fidedigno de su biografía.
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La década de los treinta, Cuesta la vivió entre pleitos judiciales, disputas de pareja y conflictos con el poder político. La deriva que concluyó con su suicidio ha sido explicada por la mayoría de sus biógrafos desde el punto de vista clínico; sin embargo, los incidentes que exacerbaron sus ánimos no están todavía esclarecidos.
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Como indican documentos del Archivo General de la Nación (AGN), el periodo más turbulento de su vida comenzó el 9 de noviembre de 1928, fecha en que, a pesar de la oposición de su familia, contrajo matrimonio con Guadalupe Marín, ex esposa de Diego Rivera. Apenas se casaron, Cuesta se enfrentó a la disyuntiva de elegir entre la escritura y la estabilidad económica que su padre le prometía si trabajaba con él en la industria azucarera. Dubitativo, se dividió entre Veracruz y la Ciudad de México. Su proclividad a la introspección y al ensimismamiento lo fue distanciando de su esposa. Poniatowska refirió el aciago desencanto que experimentó la pareja: “A Lupe le decepcionan sus cambios de humor, sus súbitos silencios, sus migrañas atroces y su sentido de la perfección. La lucidez de sus juicios la cohíbe, pero el escrutinio al que la somete no le impide hablar a todas horas. Jorge es reservado, le da siete vueltas a una idea antes de emitirla, es grave hasta la amargura y todo lo remite a la razón”. El 13 de marzo de 1930, nacería su único hijo, Lucio Antonio. Tendría dos testigos de excepción: los poetas Carlos Pellicer y Xavier Villaurrutia.
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A mediados de 1932 se incorporó como jefe de la sección administrativa del departamento de Bellas Artes, al tiempo que fundó Examen. Revista Mexicana de Literatura. Esta publicación, pese a su directriz, extendió su contenido a la esfera política. Para reprimir ese intento de intervención en la vida pública, diversos sectores estatales y civiles buscaron acallar a Cuesta y a sus colaboradores por medio de un proceso judicial en que se les acusaba de haber cometido “ultrajes a la moral”. Él mismo relató las circunstancias excepcionales del proceso en una carta que dirigió a Narciso Bassols: “debe advertirse […] que la Procuraduría no ha emprendido, ni antes ni después de consignar a la revista Examen, ninguna persecución semejante en contra de las publicaciones que circulan en nuestro medio libremente y que incurren exactamente en el mismo supuesto delito de escribir palabras vulgares tales como se pronuncian, dentro de un texto literario o novelesco”. El asunto, según recapituló Guillermo Sheridan “se traducirá en la desaparición de la revista y en varios meses de tribulaciones judiciales para su director”, además de la renuncia a su empleo.
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Mientras debatía contra la censura, decidió separarse de Lupe Marín. Aunque disolvieron el hogar conyugal desde septiembre, fue hasta el 10 de enero de 1933 que presentaron la solicitud de divorcio. Previas las juntas de avenencia y acordada la pensión alimenticia que Cuesta debería cubrir, el juez los declaró divorciados el 19 de abril.
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Pocos meses pasarían antes de que se viera inmerso en otra acusación. El 16 de noviembre la empresa “José Antonio Arias y Compañía”, lo denunció por un presunto fraude derivado de la compra de doce latas de aguarrás. A pesar de sus alegatos, fue confinado a prisión el 3 de marzo de 1934 y liberado días después. Los líos con las autoridades y la inestabilidad laboral fueron haciendo mella en su ánimo; sin embargo, su pasión por la escritura se mantuvo intacta y su disidencia política se manifestó como oposición al pujante proyecto de oficialización nacional de la educación socialista.
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En medio de la tormenta que fueron esos años, Marín le demandó en 1937 el pago de 5,500 pesos derivado de pensiones no cumplidas, y logró que le embargaran la mitad de su sueldo. El litigio se prolongó varios meses, hasta que el 24 febrero de 1938, Cuesta reconoció el adeudo y se comprometió a liquidarlo. No obstante, una nueva disputa inició, la de la custodia de su menor hijo, en la que ninguna de las partes estuvo abierta al diálogo. La venganza de Lupe Marín llegó a través de un libro. Apoyada por Rivera –enemigo acérrimo de los Contemporáneos– publicó en ese año La única, novela cifrada en la que vilipendió a Cuesta acusándolo de incestuoso y homosexual.
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Imbuido por el vértigo de las tribulaciones, volcó su inteligencia a la experimentación con sustancias enzimáticas —era ingeniero químico de formación— y se utilizó a sí mismo como sujeto de prueba. Su búsqueda derivó en una fantasía alquímica que lo llevó a afectar sus facultades mentales. Pese a ello, protagonizó una última polémica en 1940, cuando publicó una Carta a Emilio Portes Gil, en la cual defendió la convicción revolucionaria del expresidente y acusó a Vicente Lombardo Toledano de valerse de los intereses de la clase obrera, a la que decía defender, para su propio enriquecimiento. A consecuencia de ello, seguidores de Lombardo le propinaron una golpiza, al tiempo que trabajadores afines al sindicalista estallaron una huelga en la finca de la familia Cuesta, ubicada en Veracruz. Néstor, padre del poeta, envió una carta al presidente Cárdenas, en la que le informó: “trabajadores […] afiliados a la C.T.M. declararon una huelga ilícita irrumpiendo en plantaciones en número de cien individuos. Dispusieron frutos, amenazando con actitud levantística mayores atropellos. Esta huelga injustificada amenaza la existencia de viveros con más de doscientos cincuenta mil naranjos. Esta huerta constituye mi patrimonio familiar”.
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El resto de la historia forma parte del ignominioso imaginario de los escritores malditos. Durante 1941, consumido por el delirio, fue ingresado en diversas ocasiones a distintos centros de atención psiquiátrica. En una de ellas —los testimonios al respecto hacen variar la fecha exacta, el lugar y las circunstancias— se enterró un objeto punzocortante en los testículos, provocándose a posteriori una ablación genital. Aunque este episodio ha sido ampliamente difundido y se ha dado por cierto, Alicia Echeverría, amiga íntima del poeta y pareja sentimental de su hermano, no lo aludió en sus memorias. El 11 de agosto de 1942, estando recluido, intentó ahorcarse. Según la cronología de Jesús R. Martínez Malo (incluida en la edición de las Obras Reunidas de Jorge Cuesta), fue rescatado con vida y falleció dos días después.
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Para reflexionar acerca de la obra de Cuesta es necesario, además de leer sus poemas y ensayos, poner en perspectiva su vida. Esa visión global nos permite intuir que los vértices convulsos de su existencia no estaban polarizados y que su impulso de muerte pudo haber madurado a lo largo de diez años turbulentos en la intimidad, pero también de lucha sin tregua contra el sectarismo y la hipocresía de la sociedad mexicana.
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Foto: A mediados de 1932, Jorge Cuesta fundó la revista Examen. Revista Mexicana de Literatura, en la que además publicó contenidos de temática política. A la izquierda, retrato de su esposa Guadalupe Marín, pintada por Diego Rivera (138), a la derecha, retrato póstumo de Jorge Cuesta, pintado por Carlos Orozco Romero en 1942. Crédito: Museo de Arte Moderno /Especial
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