OFUNAM estrena director
POR IVÁN MARTÍNEZ
La Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM) inició su primera temporada del 2017 el pasado fin de semana con una gala dedicada a Tchaikovsky en la que también se debutó como su director artístico el italiano Massimo Quarta.
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La institución armó junto a Quarta este programa tras el anuncio de su nombramiento, dado a conocer apenas el último día del pasado noviembre, para tomar el mando de la orquesta desde el inicio del año, en una temporada que no ha sido estructurada por él, pero a la que podrá unirse en las últimas fechas (un programa de repertorio diverso y popular el 25 y 26 de marzo, un programa donde él mismo tocará el Concierto para violín de Beethoven el primero y el 2 de abril y una gala de clausura los días 8 y 9 del mismo mes).
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Éste primero, que escuché el sábado 14 de enero, fue un concierto exitoso, provisto de un repertorio suficientemente popular para llenarle la sala al nuevo titular y un resultado sonoro con relativa efectividad. Seguramente hay una sensación, en la Dirección General de Música de la Universidad, de tranquilidad con la decisión y de haber iniciado bien el año.
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Quarta, de formación como violinista y dado a la dirección sólo recientemente, se inició en su nueva encomienda con la Obertura Solemne 1812, en una ejecución que me pareció en general gritada desde el primer pasaje en las cuerdas bajas: en un solo forte directo cuando el compositor ha dejado claras las intenciones del primer mezzoforte y suficientes variaciones de crescendos y decrescendos en los compases de la primera frase.
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No fue el de matices el primer yerro, sino la articulación: una sola sección, la de los chelos, no pudo hacer su ataque con unidad, haciendo una entrada arpegiada; mismo error que sucedió con las maderas en la siguiente frase. Pero el de matices se mantuvo durante toda la pieza: los más de quince minutos en un forte que no ofreció la posibilidad de contar una narrativa. El engolosinamiento con los decibeles puede mostrar un falso poder sonoro, pero ayuda poco a la música si no se sabe administrar. Mientras que las percusiones de toda la sección final sonaron incontrolables, un poco de luz apareció en el coral de los metales al haberlos escuchado con fraseo y emisión limpios.
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El programa siguió con la Obertura-fantasía ‘Romeo y Julieta’. De inicio más que aprisa, ansioso; como si los estilos calmados no pudieran fluir en un tempo calmado con la batuta de Quarta, dado a la velocidad, la exageración y la exaltación de matices, como se había escuchado en la 1812, sufrió como pocas veces se había escuchado antes del desaseo en la ejecución del flautista Héctor Jaramillo, el único músico con posición importante dentro la agrupación que permanece al cambio generacional necesario.
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Tras el intermedio, se ofreció la Quinta Sinfonía, en mi menor, op. 64. Con una lectura de igual acercamiento más efectista que efectivo musicalmente, el primer movimiento sufrió mucho en su tempo, inestable casi siempre, sin mucho control de la naturalidad de las intenciones rítmicas en las que Quarta pensó que podía llevar a cabo. El resultado casi siempre hacia atrás en lugar de caminar.
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El segundo movimiento evidenció otra de las limitaciones más claras de la nueva batuta titular de esta orquesta; a la imposibilidad de unificar ataques (cuestión de sus anacrusas poco sólidas, es decir, falla en su técnica de batuta), no ha sido capaz de unificar el volumen en ninguna de las secciones, mientras un instrumento termina una frase en cierto piano, el que continúa lo hace en forte y el siguiente en mezzoforte.
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Este movimiento contiene, como se sabe, uno de los solos más bellos escritos para el corno francés. En esta ocasión fue ejecutado por Elizabeth Segura, cuyo sonido gris fue acompañado por falta de sensibilidad rítmica, afinación y una entrada en falso que dio al traste con cualquier intención consecuente de fraseo.
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El vals siguiente también fue difícil comenzarlo juntos y su lectura corrió por episodios y no en un solo arco. Sus tempi quizá fueron más estables, como sólida se escuchó toda la cuerda, pero ciertamente no se trata del inciso de más dificultad en el programa. No era necesario haber esperado que el movimiento Finale corriera con mayor decencia sonora; de hecho, al haber permanecido todo el programa en los máximos forti, la orquesta llegó cansada y sin energía, empujando el sonido y rítmicamente con un impulso apresurado, queriendo terminar.
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El primer concierto de Massimo Quarta como director titular de la OFUNAM debe leerse como un manifiesto, como una declaración de principios artísticos y como un menú de lo que puede esperarse del tiempo que dure en ella.
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En mi percepción más efectista que efectivo, habremos de escucharle más de este repertorio romántico en el que puede lucirse con decibeles, en el que puede explotar el falso poder sonoro de la orquesta y si bien va, algo podrá hacer, como violinista él mismo, por la solidez de la sección de cuerda. Hay que recordarle sin embargo, que la calidad de una orquesta se distingue por el trabajo artesanal que hay que hacer en todas las demás secciones. Y en la confianza que tenga el director de sus músicos y de su sede, que a Quarta le urge conocer escuchándola con otros directores.
Pie de foto: La Temporada 2017 de esta orquesta abrió con un programa dedicado a Pyotr Ilyich Tchaikovsky, que incluyó la Obertura Solemne 1812, la Obertura-fantasía ‘Romeo y Julieta’ y la Sinfonía no. 5
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