Sobre los odiadores del arte contemporáneo y la pintura, a propósito de Teresa del Conde

Feb 18 • destacamos, principales, Reflexiones • 5045 Views • No hay comentarios en Sobre los odiadores del arte contemporáneo y la pintura, a propósito de Teresa del Conde

POR MAGALI TERCERO

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A propósito de la muerte de Teresa del Conde: ¿Hace falta que los críticos del llamado arte contemporáneo, los menores de 49 años, abandonen esa jerga horrenda de los noventa del siglo pasado? ¿Hace falta que los haters u odiadores de la instalación, el performance, el arte objeto, expandan su visión?

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Quiero que esto quede muy claro. Me refiero a los dos bandos del arte que desde más de una década libran una batalla absurda.

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A propósito de la muerte de Teresa del Conde, historiadora y crítica de arte esencial en el siglo XX mexicano (y parte del XXI), surgen interrogantes no sólo en relación a los haters u odiadores de la pintura. También surgen preguntas sobre los “hartistas abuelitos”, los odiadores del arte contemporáneo. Polarizados y moralistas estamos. Y no sólo en relación a las marchas antiTrump o la feria anual de MACO. Es absurdo generalizar pero varios críticos de arte conceptual, instalación, performance, videoarte, etc., varios críticos, decía, escriben mal, muy mal. Hay razones: porque no son cultos, porque no leen literatura, o porque no tienen vocación. ¿Es necesario que muchos de estos críticos-críticos aprendan a escribir y abandonen su odio a la pintura?

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Del lado opuesto: ¿Es necesario que los “hartistas abuelitos”, los llamados haters u “odiadores” del llamado arte llamado contemporáneo, amplíen su visión? Yo creo que sí. Raquel Tibol y Teresa del Conde fueron intelectuales dispuestas a analizar el mundo que les tocó vivir. No odiaban ni la instalación, ni el performance ni nada. ¡Pese a sus edades! Al contrario, vivían el arte con pasión, cualquiera fuera su soporte, cualquiera su género. ¡Aprendan los dormidos, los aburridos, los convenencieros, los trepadores, los manipuladores, los fascistoides a su manera, los frustradoso inseguros!

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El 16 de febrero por la noche las redes sociales, Twitter y Facebook en principio, ejemplo, estuvieron en llamas con decenas de posts donde se comunicaba la súbita muerte de la prestigiada historiadora y crítica de arte, siempre interesada en el psicoanálisis porque estudió Psicología siendo muy joven: Teresa del Conde (1938-2017). Como se sabe, falleció después de la 8 pm en su casa. Y, como ocurre con figuras de este calibre, hubo tanto reconocimientos como acusaciones, además de recordatorios sin pruebas de sus yerros como funcionaria. Su cuerpo aún estaba caliente pero no importó. En las redes todo se expulsa al instante.

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Mal andamos cuando recurrimos a los adjetivos sin mayor argumentación. En 2012 la mujer de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tildó de arrogantes a quienes no querían a éste. Este 2017 los que no se sintieron convocados a la marcha antiTrump fueron calificados de mezquinos, poco solidarios, antipatriotas, etc. Esto es muy complejo. Con estas actitudes se abona a ese tipo de polarización que conduce a la intolerancia. Adjetivar no es analizar. El respeto a libertad de acción debió imponerse. ¿Por qué? Porque la protesta era contra un señor que invade el espacio ajeno todo el tiempo, calla a los periodistas, a sus colaboradores, a todos. Pero, volviendo al arte: ¿No pasa algo muy similar cuando se quiere limitar la libertad de un artista? En ambos polos los haters funcionan como policías. ¿No es esto hostil y cínico?

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La jerga intraducible.

¿A dónde nos lleva la jerga esnob? Denominaciones como canon eurocéntrico, lo global multicultural, arte periférico, discursos monolíticos, circuito global del arte, sentidos neoexóticos, geoestética global, condición heterogénea de la contemporaneidad, fragmentación de la práctica artística, práctica autoconsciente, etc., resultan incomprensibles para el lector no especializado. No se trata de banalizar el lenguaje ni de convertir la crítica en género de divulgación. Sólo abogo por hacer un esfuerzo, real y amoroso, para que el arte, las prácticas artísticas como se denominan ahora porque tienen mucho de análisis social y económico, puedan ser entendidas por el público de revistas y suplementos. En esto la jerga crítica y la jerga culinaria del XXI se parecen: descripciones como “arrollado de chocolate, vainilla y fresa, cubierto de chocolate caliente” corresponden también a una jerga destinada al espectáculo. Chefs, curadores, críticos de arte. Esa forma de escribir revela una tremenda ignorancia y es cháchara de mercadeo.

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Tibol me recomendó alguna vez una obra de teatro por ser posmoderna: Lo que cala son los filos. Ya anda en sus 70 años. La llamaron estalinista pero en ese aspecto siempre pareció practicar la apertura. Espíritus libres, por favor. Apertura, por favor. No es manda manifestarse contra Trump, contra la instalación, el arte objeto o la pintura. El crítico que no entiende la libertad, que privilegia sólo las polémicas vendibles pero no agudas, es presuntamente fariseo o incapaz de comprender a un artista. En cualquier género, soporte, etc., hay buenas obras. Voilà!
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FOTO:  Autora de más de 40 títulos, Teresa del Conde utilizó el psicoanálisis  en sus estudios del arte./Archivo EL UNIVERSAL

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