“Brundibár”: la resistencia de los niños

Mar 11 • Miradas, Música • 5149 Views • No hay comentarios en “Brundibár”: la resistencia de los niños

Estrenada en 1941 en un orfanato judío durante la ocupación alemana en Praga, esta ópera fue un mensaje de resistencia frente a la tiranía

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POR IVÁN MARTÍNEZ

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El 10 de agosto de 1942, el compositor Hans Krása (1899) fue arrestado en Praga y llevado al campo de tránsito de Terezín. Cuatro años antes, para un concurso de composición, había escrito junto al poeta Adolf Hoffmeister su obra más célebre, la ópera para niños Brundibár. La poca estabilidad llevó al gobierno a cancelar el certamen y hasta 1941 Krása realizó dos funciones. Lo tuvo que hacer en uno de los orfanatos para niños judíos que habían sido separados de sus familias durante la ocupación alemana.

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En el verano del 43, siendo ya Krása un personaje que dentro de Terezín apoyaba a organizar la vida cultural permitida en el gueto, recompuso su obra; como Messiaen en Gorlitz con su Cuarteto para el fin de los tiempos, con los instrumentos que había –flauta, clarinete, guitarra, acordeón, piano, percusiones, cuatro violines, un violonchelo y un contrabajo–. La estrenó ahí el 23 de septiembre y ofreció otras 54 funciones hasta el otoño de 1944, cuando la mayoría de los involucrados había sido llevada a Auschwitz.

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La ópera permitió a los niños distracción, supuso espacios de normalización en los que se divertían como debían hacerlo, aunque fuera teatralmente. A los adultos les procuró una resistencia espiritual a través del arte. Mientras que el régimen la usó como propaganda: una función fue grabada para ser incluida en el filme El fhürer le da a los judíos una ciudad, en la que se presentaba a Terezín como un paraíso, y una de las últimas, ofrecida en una visita del comité de la Cruz Roja Internacional. Krása fue transportado de Terezín a Auschwitz el 16 de octubre. Fue asesinado el 17.

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Brundibár no trata un hecho histórico, pero su contexto y su contenido simbólico son imposibles de mantener separados: Aninka y Pepicek son dos niños que deben buscar leche y pan para su madre enferma; Brundibár es el organillero que en la plaza del pueblo recibe dinero de los paseantes y que los hace callar cuando los pequeños intentan ganar unas monedas para ellos; les roba cuando lo logran y en una marcha de solidaridad, todos los niños vencen al tirano. Sus últimas líneas se convirtieron en un himno dentro de Terezín.

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Musicalmente, esta pieza en un solo acto de casi 40 minutos, suena a Kurt Weill y Paul Hindemith, con colores añadidos típicamente checos. Está escrita con un balance muy inteligente, que introduce nuevas armonías con ritmos populares, líneas vocales muy sencillas (sobre todo en los pasajes de coro) con otras más complejas (en duetos y tríos); todo con mucha naturalidad sin subestimar la inteligencia auditiva de nadie. Su música es disfrutable y memorable, pero no condescendiente.

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El domingo pasado, el Lunario del Auditorio Nacional inició la tradicional temporada de ópera para niños a cargo de Sylvia Rittner, directora de Arpegio Producciones, con Brundibár, que tendrá función este 12 de marzo. Es quizá la más emotiva que les haya visto.

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Por primera vez, Rittner apostó por presentar su espectáculo en español, con una traducción atinadísima –tanto en aspectos literarios como prácticos– de Jozef Olechowski, el pianista que también se encargó de una adaptación instrumental muy rica en texturas para dos pianos y una batería, y de la siempre eficiente dirección musical. Nada mal el trabajo de los cantantes, en esta ocasión adultos muy jóvenes comenzando su carrera profesional, entre quienes destacan tanto vocal como escénicamente los protagónicos: sobre todo Luis Ramírez como Pepicek, y Stephanie Zedli como Aninka.

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Dirigida en la escena por Miguel Hernández-Bautista, quien sólo peca al permitir acentuaciones más de declamación en pasajes hablados, a la producción se nota la mano artística de Rittner: hay una imagen que provoca recordar al dictador, pero en general no se obvian los trasfondos; es una puesta inocente y pura, transparente, ligada meramente al mensaje central: la solidaridad. La esperanza, la unidad y la resistencia frente al tirano.

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Más allá de sus valores artísticos, el hecho de ponerla –y verla y escucharla y presentársela a nuestros niños– es más pertinente que nunca: los niños solitarios, que ya habían sido separados de sus familias en Praga y que fueron pasando por la producción mientras se les permitió vivir en Terezín, son los mismos niños que hoy son separados de sus padres, sea por una nueva política al norte de México o por intentar huir a través del mar Mediterráneo.

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Desde hace unas semanas he visto diferentes agregados al poema de Niëmoller; aquel famoso de las variaciones cuando vinieron por… no hice nada… y cuando finalmente vinieron por mí, no había nadie más. Todos los agregados dicen “No esta vez”. Rittner y Olechowski ofrecen con Brundibár más de lo que perciban. No nos permiten olvidar.

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FOTO: Brundibán, ópera infantil de Hans Krása, tendrá su última presentación este  domingo 12 de marzo en El Lunario./Cortesía El Lunario.

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