La hija del aire: crítica al ejercicio absoluto del poder

Abr 29 • Escenarios, Miradas • 5377 Views • No hay comentarios en La hija del aire: crítica al ejercicio absoluto del poder

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La nueva versión de la obra clásica de Calderón de la Barca, es una lectura fresca sobre los usos de la seducción, la violencia y la intriga por parte de los adictos al poder

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POR JUAN HERNÁNDEZ

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La Compañía Nacional de Teatro (CNT), dirigida por Enrique Singer, mantiene vigente una de las líneas trazadas por Luis de Tavira, su anterior líder, como uno de los objetivos de la agrupación artística: difundir el teatro universal. Bajo ese compromiso, la CNT se ha dado a la tarea de llevar a la escena una versión de José Gabriel López Antuñano de la obra La hija del aire, de Pedro Calderón de la Barca, bajo la dirección del español Ignacio García, en el Teatro Julio Jiménez Rueda, operado por el INBA.

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El texto de Calderón de la Barca se abrevió con la intención de establecer un eje comunicativo entre la visión calderoniana y la manera de ver el mundo en la época actual, de tal forma que el universo de aquella obra mítica, escrita en 1653, tuviera sentido para los espectadores del siglo XXI.

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Una de las decisiones trascendentes de la propuesta del director Ignacio García es mantener el verso, consciente de la importancia no sólo de traer al presente aquella forma de expresión del autor del Siglo de Oro, también por la musicalidad de la enunciación del poema trágico, como un elemento fundamental de la estética de la puesta en escena.

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La versión de José Gabriel López Antuñano mantiene la esencia tanto mítica como política del drama de Calderón de la Barca. En su parte mitológica, La hija del aire es, como en la tragedia helénica, la figuración teatral del destino, del cual el ser humano no puede escapar, toda vez que no depende de su voluntad, sino que ha sido impuesto por un poder sobrenatural.

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En su acepción política la obra expresa una crítica brutal en relación con el ejercicio de poder, desvelando lo terriblemente perversa que es la naturaleza humana. “¿Si no hago lo que quiero, de qué me sirve reinar?”, dice Semíramis, interpretada magistralmente por Érika de la Llave, enunciado que se presenta como una máxima del absolutismo en cualquier época y lugar.

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La hija del aire es la historia de Semíramis, producto de la violación de su madre, quien asesina al agresor y posteriormente muere en el parto. Encerrada desde su nacimiento, el personaje central de la obra se empareja teatralmente con Segismundo, de La vida es sueño, también de Calderón, a quien se le mantiene en cautiverio, para evitar que se convierta en un tirano cruel, como lo había anunciado el oráculo.

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Semíramis en La hija del aire conoce el mundo por los mensajes que le lleva el viento y las aves, pero una vez liberada de su cautiverio, la joven seduce con su hermosura a Nino (Andrés Weiss), rey de Siria, y una vez que se casa con el soberano, le da muerte para quedarse con el trono.

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La reina ejerce el poder de manera absoluta, dueña de una inteligencia excepcional, astucia y una fascinación por la violencia. Ante la asonada de su corte militar, la reina cede el poder a su hijo, quien se le parece físicamente, pero no en el carácter y naturaleza proclive a la tiranía. La soberana, entonces, orquesta su regreso al poder, haciéndose pasar por su hijo, mediante el enredo y el travestismo, recursos frecuentes en el teatro del Siglo de Oro español. En su aferramiento al poder, la gobernante va al encuentro con su destino trágico, al que acude prácticamente en estado de éxtasis.

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La puesta en escena del director español Ignacio García tiene dificultades para lograr la unidad en la interpretación de los actores, quienes no obstante gozar de solvencia a toda prueba, parecen no estar del todo comunicados, lo que redunda en tropiezos en el ritmo, por lo menos en la primera parte de la obra.

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Y si a esto se le suma las fallas técnicas, sobre todo en la sonorización, el montaje se tambalea en varios momentos. La actriz Rosenda Monteros, quien representa al Oráculo, portadora del mensaje que ha de desatar el drama, no es escuchada, debido a que su micrófono deja de funcionar constantemente.

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Por otro lado, la aparatosa producción de La hija del aire se convierte más en un obstáculo que en un aliado para los actores. Columnas completas y otras segmentadas, para figurar un estado de guerra, constituyen una escenografía pesada, de poca relevancia en la resolución eficaz del drama.

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Los actores, sin embargo, logran, con gran oficio, llevar a buen término la puesta en escena, construyendo un discurso sobre los efectos que el poder tiene en el ser humano, cuya naturaleza se nos presenta vulnerable a la ambición, la violencia, la seducción y la propensión a la intriga.

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FOTO: La hija del aire, de Pedro Calderón de la Barca, versión de José Gabriel López Antuñano, dirección de Ignacio García, escenografía de Jesús Hernández, iluminación de Matías Gorlero, Vestuario de Carlo Demichelis, maquillaje y peinados de Maricela Estrada, movimiento corporal de Rossana Filomarino, música original de Ignacio García y Ernesto Anaya, con las actuaciones de Rodrigo Alonso, Misha Arias de la Cantolla, Enrique Arreola, David Calderón, Eduardo Candás, Ana Isabel Esqueira, Carlos Oropeza, Marco Antonio García, Érika de la Llave, Ana Paola Loaiza, Rosenda Monteros, Óscar Narváez, Laura Padilla, Antonio Rojas, Paulina Treviño, Rodrigo Vázquez y Andrés Weiss, de la Compañía Nacional de Teatro, se presenta en el Teatro Julio Jiménez Rueda (Avenida de la República 154, col. Tabacalera), jueves y viernes a las 20:00, sábados a las 19:00 y domingos a las 18 horas, hasta el 16 de julio./Sergio Carreón Ireta/CNT

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