José Luis Guerín y la autodenuncia patriarcal

Jun 10 • Miradas, Pantallas • 5352 Views • No hay comentarios en José Luis Guerín y la autodenuncia patriarcal

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POR JORGE AYALA BLANCO

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En La academia de las musas (España, 2015), arcádico largometraje extremo 9 del autor total catalán (esta vez también fotógrafo y editor único) de 55 años José Luis Guerín (de Los motivos de Berta 83 a Correspondencias Jonas Mekas-J.L. Guerín 11), el ilustre filólogo veterano Raffaele Pinto (él mismo) inicia el 9 de noviembre en la Universidad de Barcelona una experiencia pedagógica trilingüe español-catalán-italiano sobre las grandes parejas legendarias de la poesía clásica: Abelardo y Eloísa, Paolo y Francesca de Rimini, Dante y Beatriz, más Lanzarote y Ginebra, en donde el desempeño de las féminas inspiradoras llamadas Musas por la sociedad patriarcal, tanto la antigua como la de ahora, empieza a jugar un papel relevante, y aun primordial, en su discurso, lo que de inmediato será aguda y severamente cuestionado a múltiples voces por las empoderadas mujeres académicas que asisten al aula, así como por la cónyuge sexagenaria (Rosa Delor Muns) en la propia casa, sin que el profesor descomponga jamás la figura, logrando salir airoso en todas las discusiones, siempre adoptando posturas y esgrimiendo conceptos sobre la construcción del amor romántico y el predominio de los valores líricos centenarios que, nada menos, tienden a imponer una suerte de utopía regeneradora del mundo, mediante esa poesía amorosa que aún consigue medrar y prevalecer al interior de las excursiones a lugares secretos, en Cerdeña o Nápoles, que acometen durante diciembre las más destacadas alumnas del curso (Emanuela Forgetta, Patricia Gil, Carolina Llacher), e incluso una de ellas (la hermosa galana madura Mireia Iniesta) con el mismísimo Pinto al supuesto inframundo de la Sibila de Cumas, visita de la cual se entera la anciana esposa, quien citará a la estudiante adulta en cuestión el 26 de enero en un café, para un verbal ajuste de cuentas, de musa a musa, y de cara a la expuesta autodenuncia patriarcal.

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La autodenuncia patriarcal resulta el distintivo y distinguido producto atípico, por naturaleza y por decisión, de un cineasta límite resuelto a filmar siempre algo distinto en forma diferente, en vez de filmar siempre la misma película o la que le encargan, habiendo debutado precozmente con un cine-poema lírico en blanco/negro bressoniano (Los motivos de Berta) cual experiencia límite liquidada ipso facto, revisitado en grande el idílico pueblo natal del admirado John Ford (Innisfree 90), rendido un fervoroso homenaje a los inicios del cine (Tren de sombras 97), procreado un documental desnudo en cine directo sobre la más banal y trascendental vida cotidiana junto a un edificio En construcción (00) en la vieja Barcelona, concebido ante todo una disímbola pareja de cintas minimalistas sobre un frustrado romance potencial en la que cada una de ellas desmontaba a la otra (En la ciudad de Sylvia y Unas fotos en la ciudad de Sylvia 07), concatenando sus propios encuentros personales como huésped en cinefestivales (Guest 10) y elaborando una subjetiva colección de homologadoras cartas cinematográficas hipersubjetivas posMarker (Correspondencias Jonas Mekas-J.L.G.), un realizador original a rajatabla al que acaso hoy en La academia de las musas lo único que lo motivaba era borrar las fronteras entre realidad y ficción en torno a una antiacadémica aventura sobre los límites del discurso amoroso verbal y la prevaleciente-omniaceptada cultura/conducta patriarcal, y a quien ya sólo le faltan unas 110 experiencias extremas más de esas para convertirse en el inasible Raúl Ruiz barcelonés.

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La autodenuncia patriarcal expone su descoyuntada idea del amor ideal, y de los ideales amorosos, con base en una estructura asimismo descoyuntada, pero invariablemente en función de la palabra, del enunciado y el proferimiento de la palabra oral que de ese modo glosa, niega, argumenta, refuta, reniega, explicita y reconfirma la ancestral si bien todavía vigente palabra escrita, cual gloria de la literatura universal y del pensamiento más bellamente articulado, ambiguo y ambivalente, porque tal como afirma espontáneamente un lúcido personaje incidental “del lenguaje no se sale”, rollazo tras rollazo, deseo contra deseo, y así la primera parte del filme (dentro del aula) se apoya en un quasidocumental con cámara en la mano que se abalanza incansable y despiadado sobre las criaturas, sobre el expositor, sobre las féminas reactivas, en el noble torneo o campo de batalla del pensamiento donde todo se vale, cual tenaz ejercicio socrático, como si se quisiera y consiguiera exprimirles sus recónditas y más contundentes o aniquiladoras frases; la segunda parte del filme (las insólitas excursiones peregrinantes), se edifica especulativamente, por medio de episodios rapsódicos una magna confrontación de las Ideas con la Realidad gracias a la sutileza de una diestra cámara reporteril en cine directo, cual ejercicio de dialéctica platónica para mejor arribar a aquella conclusión neoplatónica buscada, como egregia artimaña órfica (ese prodigioso navegar a tres voces del pasado/presente/futuro al origen de los coros pastoriles sardos cual retorno a la primigenia sencillez de la Academia de la Arcadia) y arte del diálogo mediante el cual se pretende mejorar el alma, y una tercera parte del filme (el Duelo al Atardecer de western entre la humillada musa vieja y la implacable musa madura), desemboca con cámara sofisticada entre los reflejos y ecos del café estudiantil barcelonés a un escaldamiento feroz de Musas cruelmente enfrentadas, rompiendo y obedeciendo los cánones de su Academia, porque el creador-proveedor-escanciador de las musas de seguro ya se encuentra gozando con otra más joven que ambas.

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Y la autodenuncia patriarcal se provee maléficamente de un epílogo en el cual la virtuosa disposición de una serenidad viril irónicamente mujeriega que encarna a la perfección incólume el profe Raffaele reivindica su condición de “dura piedra que habla y siente como si fuera una mujer” (Dante Alighieri).

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FOTO: La academia de las musas, con Raffaele Pinto, Emanuela Forgetta, Rosa Delor Muns, se exhibirá en la Cineteca Nacional hasta el 15 de junio./ESPECIAL

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