Un cómic que hace boom

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Guionistas e ilustradores atraen a nuevos lectores de clásicos de las letras latinoamericanas, como Borges, Cortázar, Rulfo, García Márquez y Vargas Llosa

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POR GUILLERMO ROZ

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¿Es necesario encontrar nuevas maneras de abordar a los autores clásicos? ¿Es necesario o es imprescindible? ¿Es la novela gráfica, el cómic, la novela ilustrada una de las mejores forma de conocerlos? Este es un acercamiento a estos asuntos, a propósito de dos libros que revisitan las figuras de Julio Cortázar y Jorge Luis Borges con perspectivas que buscan la originalidad.

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Desde hace ya varios años, diferentes editoriales en español han apostado por volver a los clásicos pero sumándoles el giro que traen estos tiempos, el de la imagen. Así conocimos a través de la editorial colombiana Rey Naranjo, Rulfo, una vida gráfica y Gabo, memorias de una vida mágica, o gracias a la labor de la casa catalana La Cúpula, el soberbio Kafka de Robert Crumb y David Zane Mairowitz, o La huella de Lorca presentado en 2011 por Norma editorial. Sirva esta pequeña lista para decir en principio que este maridaje de texto e imagen no se trata de una novedad, de algo que se haya inventado ni tenga que inventarse, sino más bien de indagar en las bondades, las dificultades, los hallazgos y los riesgos que asumen las manos de diversos dibujantes y los textos de los escritores y periodistas.

Portada de “Gabo, memorias de una vida mágica”. Varios autores. Editorial Rey Naranjo.

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Desde hace unos meses, en las librerías de Buenos Aires, salta a la vista la portada de un libro en el que un Borges dibujado nada entre tortugas verdes. Se trata de El secreto de Borges, treinta y nueve páginas que le sirven a Matías Alinovi, el autor, para recordar una anécdota de su infancia junto al autor de El Aleph. Por intermedio de un compañero de escuela, el niño Alinovi va a visitar a Borges a su casa junto a sus compañeros de colegio. Allí, el escritor, ante el encuentro con los pequeños, entre el terror y la alegría, les inventa un relato con un aljibe y tortugas de fondo, uno a la medida de la expectación de aquellos que lo miraban como a un fantasma. Alrededor de ese cuento inventado se juega con la idea de que aunque Borges no escribió para niños, sí concibió un cuento infantil. Alinovi lo escribe, decide que la escritura de aquella anécdota sea acompañada con dibujos de Diego Alterleib y que el libro sea editado en una editorial para niños. Más allá de la gran calidad del libro, de la muy sencilla prosa y de una página final didáctica, en la que en ocho viñetas se cuenta resumidamente una cronología de su vida, El secreto de Borges suma un costado nunca antes visitado a la leyenda del gran escritor: Borges y su relación con la niñez, Borges y su relación con el cuento infantil, Borges ante el desafío de improvisar un relato ante un público al que no estaba acostumbrado.

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“Yo siempre quise escribir esa historia y no sabía cómo. Durante mucho tiempo pensé que quería escribir un ensayo sobre Borges sin nombrarlo, para experimentar y analizar el peso que ese nombre tiene para nosotros”, cuenta Alinovi su experiencia desde Buenos Aires. “Después me relajé y me dije: si él contó un cuento para chicos, es un cuento para chicos, no hay mucho más. Lo de los dibujos vino después. Lo importante es que creo que en el libro se muestra a un Borges muy entregado a la ceremonia de contar, de la narración. Lo único que importa es que vinieron unos chicos y yo les voy a inventar un cuento, pensó y entonces improvisó”.

Viñeta de “El secreto de Borges” (Pequeño editor, 2017) de Matías Alinovi y Diego Alterleib.

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Sobre el aporte de su acercamiento a un autor clásico como éste, el autor de El secreto de Borges dice que no lo tiene claro, que muchas veces este tipo de consecuencias no se piensan sino más bien resultan, sin más. Por otro lado, aunque el volumen fue editado en una editorial infantil, ya está siendo revisitado y analizado por los estudiosos de Borges, un público eminentemente de jóvenes y adultos.

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La referencia escolar del Borges de Alinovi recuerda la reciente edición en Perú de Mario, Cuadernos de un viajero, en la cual se cuenta parte de la niñez de Mario Vargas Llosa y sus viajes por el mundo. El libro dedicado al Nobel de Literatura fue presentado en el último Hay Festival Arequipa y fue concebido como material de lectura para los colegios de la región. Éste es el único trabajo en su género consagrado a un autor vivo en el orbe de la lengua española.

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“Es extremadamente difícil decir si lo que debe acercarnos a la vida y obra de los clásicos es el mundo del periodismo, el de la industria cultural, o el de la educación. Creo que todos tenemos una responsabilidad”, dice el madrileño Jesús Marchamalo, escritor y periodista especializado en biografías de escritores, además de guionista de Cortázar, la biografía ilustrada por Marc Torices y que acaba de aparecer en España bajo el sello de la editorial Siruela. “Lo importante es que los libros sobre escritores lleguen a un público o a otro, y en el que sea despierten curiosidad, un afán lector parecido al de los que los escribimos y los dibujamos. Y si es posible, que se abran a distintos ámbitos lectores: a quien le interesa el cómic, a quien le interesa el autor, a quien le interesa la literatura… y más”.

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Una pregunta que surge al calor de la sacralización que la memoria académica y cultural hizo de algunos clásicos es si los formatos asociados con la imagen no banalizan la figura del autor en cuestión, una reconstrucción que sólo deviene en la invención de una pura figura pop, una maniobra comercial que sólo ofrece una posible foto de póster, relegando la obra literaria. Marchamalo lo tiene claro: “Creo que debemos cambiar nuestro concepto de lectura, hay una idea muy estrecha de lectura que sigue perviviendo en muchos ámbitos que sólo consideran la lectura referida a la lectura de un libro. La gente que trabaja con imágenes también nos invita a leer y a releer a los clásicos. Por otro lado existe esa vieja pretensión de los que nos dedicamos a divulgar literatura, de ser rigurosos pero al tiempo accesibles. Desde luego, sigue siendo un buen binomio. Hay veces que la literatura se aborda desde la solemnidad y no hay cosa peor. Creo que se puede hablar de libros y de autores de una manera divertida, simpática, accesible y también de una manera rigurosa, sin ser solemne. Cualquier tipo de lenguaje está bien mientras uno pretenda ser leal a la figura y/o la obra de la que se está hablando”.

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En otro orden de cosas, ciertas biografías literarias parecen hechas para ser contadas a través de películas y para ser retratadas en una novela gráfica o ilustrada, por una cantidad de atractivos extraordinarios. ¿“Funcionaría” una biografía sobre la vida de un autor con una vida aburrida? ¿Existen “autores ideales” para ser llevados a este terreno?

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“Creo que el caso de Cortázar es ideal para el formato de cómic que llevamos a cabo”, dice Jesús Marchamalo, un gran conocedor y admirador del escritor argentino. “Después de tantos años de muerto sigue despertando pasión en muchísimos lectores. Por decir algo, todavía hoy se pueden ver los obsequios que le dejan los visitantes a su tumba en Montparnasse. No hay muchos escritores que consigan una relación emocional con tanta gente, ni hay muchos que hayan tenido una vida tan viajera, con tanta leyenda: su vida en París, eso de que no podía envejecer, su Rayuela, su compromiso político con la Revolución cubana y con la nicaragüense. Algo de mágico prevalece en la memoria que tenemos de Cortázar”.

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Más allá de los formatos y los soportes, las obras bien concebidas referidas a la literatura y a sus creadores, sean de tono puramente biográfico, periodístico o educativo, saben conectar con el alma de lo que evocan. Las novedades de las que hemos hablado saben poner por delante una gran verdad: los clásicos (hablamos de autores y obras) son y serán siempre motivo de visita y homenaje porque son infinitos, siempre actuales, generosos en las posibilidades de su interpretación.

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La memoria inteligente de una comunidad cultural sabe crear mecanismos para no dejar morir a lo mejor de su producción, defiende a los hijos dilectos que han concebido un arte universal con palabras, imágenes, músicas. Acercarse a las diferentes manifestaciones de la presencia de nuestros autores clásicos, de sus vidas y de sus literaturas, es un deber. Así, es deseable que el auge del cómic y otras formas de libros ilustrados relativos a clásicos literarios, no haya llegado como una moda sino como un bien estable, que se reproduzca y que represente una puerta de entrada inteligente y divertida para despertarnos la apetencia para releer, en algunos caso, y en otros para maravillarse por vez primera con la literatura con mayúsculas.

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 FOTO: Portada de la novela gráfica Cortázar (Nórdica libros, 2017), biografía ilustrada de Jesús Marchamalo y Marc Torices.  /ESPECIAL

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