Alberto Ruy Sánchez y sus demonios creativos

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El Premio Nacional de Literatura 2017 le sirve a Alberto  Ruy Sánchez como impulso para explorar una nueva veta del deseo, quizá su gran tema. En esta entrevista, además de reflexionar sobre su obra, su proyecto editorial Artes de México y la dura realidad que enfrenta el país, se da tiempo para proponer una acción con dedicatoria a Donald Trump

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POR YANET AGUILAR SOSA

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A Alberto Ruy Sánchez Lacy (Ciudad de México, 1951) el Premio Nacional de Literatura le llega en plena madurez creativa. El hacedor de un universo único llamado Mogador, cuyo territorio expandible es una cartografía del deseo, halló una nueva veta literaria que apenas empieza a explorar pero ya ha comenzado a darle dividendos. Los sueños de la serpiente, su novela aparecida hace tres meses, es la primera de varias historias en las que indaga sobre el deseo de la maldad, el engaño y la mentira. Ése es el nuevo universo que ha comenzado a revelarse.

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Jamás se ha entrampado en ese territorio del deseo donde ha edificado los cinco libros que forman el Quinteto de MogadorNueve veces el asombro, Los nombres del aire, En los labios del agua, Los jardines secretos de Mogador y La mano del fuego, incluso tiene aún muchas historias que contar en esa ciudad amurallada, laberíntica y de jardines seductores. Pero ahora Alberto ha encontrado otro universo paralelo que le ha dado, igual que el Premio, un nuevo impulso a su vida de observador, creador y viajero.

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Sus ojos brillan como los de un niño que tiene frente a sí un juguete nuevo. Aún no se acaba de creer que a pesar de no estar en la academia —aunque tiene dos doctorados en Europa y dicta conferencias en distintas universidades nacionales y extranjeras—, le han otorgado el Premio Nacional de Artes y Literatura 2017, ese que el año pasado obtuvo su amigo, el poeta David Huerta, a quien de cariño llama Davo.

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Alberto afirma que siempre ha vivido los premios como un regalo, nada más; un regalo que acaso concibe como un gesto amable de quienes se lo otorgan. Los asume más como un reto, un mayor impulso a su trayectoria; trayectoria que también significa lanzamiento ahora que ha comenzado un nuevo ciclo literario y que el próximo celebrará tres décadas de haber fundado la editorial Artes de México, que también es una revista.

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“Lo que yo hago es explorar ideas y sensaciones que siento que no han sido exploradas en la literatura; este nuevo ciclo lo inauguré con Los sueños de la serpiente; por eso concibo este premio como un incentivo para intensificar mi búsqueda en esa línea, y también un signo de mayor independencia para profundizar y acelerar el paso”, dice feliz este narrador, poeta, ensayista y editor nacido en la Ciudad de México, en 1951.

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Alberto Ruy Sánchez, El Pollo, como lo llaman sus amigos, reconoce que este ha sido un gran año. No sólo acaba de recibir en la FIL de Guadalajara el homenaje al bibliófilo; el pasado sábado celebró con su familia tres acontecimientos: su cumpleaños 66; el viaje de su hijo a la India como agregado cultural; y su Premio Nacional de Artes, del que se enteró vía María Cristina García Cepeda, secretaria de Cultura. Pero su mayor premio ese día fue ver a su familia reunida y a su madre bailando a sus 91 años.

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Este ha sido un gran año para ti, lleno de celebraciones y proyectos…

Lo siento como un comienzo; veo para atrás pero no con satisfacción sino con la inquietud de hacer más; por supuesto hay cosas que hago, la creación es una enorme soledad, es una soledad poblada, habitada por muchas preocupaciones, personas que participan indirectamente en lo que yo creo porque todo lo que yo escribo, incluso lo que parece de más imaginación, es una investigación. Yo soy un documentalista.

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Soy un autor documentalista que reporta los resultados de su investigación documental con los instrumentos de la poesía; o sea, soy de los que creen que la forma literaria exige ser distinta para el contenido; y al estar buscando sensaciones e ideas que creo que tienen que ser exploradas un poco más o de una manera diferente, tengo que encontrar la forma literaria que se ajuste a este momento. Ése es el trabajo creativo; pero también hay un trabajo colectivo a la hora de imaginar un proyecto que suma personas, empezando por Margarita de Orellana, mi esposa; y después todos los que trabajan en Artes de México.

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¿Crees ante todo en la poesía, en la lengua?

Siempre he creído que la poesía es la base de todos los lenguajes literarios y que cuando no somos sensibles a ellos, estamos forzando la lengua. Creo que todas las lenguas tienen formas. El hecho de haber sido del norte y del centro, y moverme al sur, me hizo también descubrir que no hay una manera natural de hablar, sino que todas son naturales y que siempre hay una forma que tú eliges cuando escribes. Cuando escribes literatura estás escogiendo cómo escribes también. No hay una única forma, por eso mis novelas son diferentes: la exploración de la forma para mí es parte de la esencia de tratar de comprender el mundo y el lugar que tengo en el mundo.

 

El próximo año la revista Artes de México, uno de los proyectos más ambiciosos de Alberto Ruy Sánchez, cumple 30 años de divulgar el arte, la cultura y la creación en México. / Germán Espinosa / EL UNIVERSAL

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Entre la lucidez y la cercanía con Paz

Autor de más de un veintena de libros —novela, cuento, poesía y ensayo—, entre los que están Los demonios de la lengua, Elogio del insomnio y Decir es desear, asegura que viajar por México y luego dejar el país para estudiar le permitió descubrir esta necesidad de ser reflexivo sobre lo que sucede, “de no creer que el compromiso te da permiso de no ser crítico”. Una enseñanza de juventud.

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El narrador y crítico cultural es tan sensible como querido. Nunca se irá de una fiesta sin bailar. Nunca entrará ni saldrá de su oficina en la colonia Roma, donde tiene edificado el universo de Artes de México, sin saludar, apapachar y besar a toda la familia de su editorial, de su tienda de artesanías. Nadie le habla de usted, siempre es Alberto, así lo llama hasta el poli que recibe y atiende a los visitantes. Es un niño grande, un seductor de la palabra. Es nuestro Cyrano de Bergerac.

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Asume la escritura y la acción social e incluso política como un acto de lucidez más que como un compromiso. “Tuve una discusión con un amigo intelectual que quiero: Tariq Alí; él tiene una editorial, una revista y se volvió chavista en buena medida por reacción en contra de la política que había en Venezuela; yo le decía que ninguna posición progresista te exime de la responsabilidad de ser crítico incluso con los políticos que tú sostengas. Nada te perdona ser acrítico”.

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El tema le apasiona. Por eso en 1991 escribió Tristeza de la verdad. André Gide regresa a Rusia, y lo acaban de reeditar. “Este libro es también una anatomía de la idea del compromiso del escritor, de cómo hay un compromiso que surge espontáneamente de la necesidad por cambiar el mundo pero también hay una manipulación de los aparatos de propaganda. El libro lleva un prólogo de Octavio Paz titulado ‘El compromiso contra la verdad’. Él me ofreció el prólogo y yo le dije: ‘Me gustaría, Octavio, que usted que vivió todo el ataque a Gide en la reunión de intelectuales en 1935, en Valencia, escribiera de eso’. Entonces escribió su testimonio”.

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Alberto recuerda la postura de Paul Auster en el sentido de que el compromiso del escritor debe ser escribir bien. Dice que esa idea se usó mucho en los setenta. “Pienso que hay una parte cierta pero que no basta, también hay que tener lucidez como ciudadanos. Paul tiene razón pero no basta. Creo además que compromiso es una mala palabra; es mucho mejor el deber de lucidez, pues tiene que ver con una idea jesuítica. San Ignacio de Loyola llamaba así al compromiso social”.

“Siempre he creído que la poesía es la base de todos los lenguajes literarios”, dice el también editor de la revista Artes de México. / Germán Espinosa / EL UNIVERSAL

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¿Qué te dejó la cercanía con Octavio Paz?

Ese fue un capítulo de mi vida que no me salió muy bien. Fue muy afortunado, digamos, estar cerca de Octavio Paz, pero no así estar cerca de ese grupo. Sin embargo ahí hice amistades profundas y también la necesidad de hacer una revista. Cuando yo comencé el proyecto de Artes de México tuve mucho cuidado en que no fuera un grupo de poder. Nunca le exigí a quienes colaboraban conmigo que dejaran de colaborar con quienes me habían hecho daño, porque esta revista incluso tenía como meta ser un lugar de confluencia, no de coincidencia.

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Cuando yo tuve al mismo tiempo a Carlos Fuentes y a Octavio Paz, estando ellos peleados, ambos tuvieron conciencia de que yo lo que quería hacer era algo realmente de calidad, como un lugar público en el que pudieran confluir, pero que yo no necesitaba que la gente pensara igual.

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¿Artes de México nunca ha sido una revista de grupo?

Eso se ha desarticulado desde un principio y al mismo tiempo yo me negué a buscar pertenecer a un grupo. Yo lo que quería era una independencia, pero al mismo tiempo soy agradecido con lo que he aprendido de todos, incluso con aquellos con los que me he peleado. Cuando me dieron el Premio Xavier Villaurrutia, que para mí fue un momento muy luminoso porque venía de tener muchos problemas, allí coincidí con Bárbara Jacobs y desde entonces nos hermanamos. En ese acto de premiación coincidieron Octavio Paz y García Márquez y en ese discurso yo agradecía a mis amigos y también a mis enemigos. Finalmente todo, incluso la gente que te ataca, te obliga a definir cosas o a sobrevivir. Y sobrevivir te enriquece.

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Además de sus novelas, de su exploración sobre el deseo, de su pasión por Mogador, ese universo real e imaginario donde ha fincado una obra leída y apreciada por la crítica, Ruy Sánchez se siente orgulloso de otro de sus proyectos, colectivo y barroco, muy profundo: la editorial Artes de México, que edita la revista Artes de México, publicación que reconoce el arte y la cultura de una civilización, un país, sus ciudades, su gente y sus creaciones.

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En esta editorial y revista que en 2018 celebrará 30 años de trabajo intenso, ha fincado un proyecto de vida y de amor a México, que, a través de los años, ha cosechado más de 150 premios nacionales e internacionales.

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A la labor editorial de Artes de México se suma el trabajo de divulgación sobre el arte mexicano, a través de exposiciones y de La Canasta, tienda que comercializa artesanías mexicanas, así como los libros y la revista que tanto amor tienen de Ruy Sánchez y de Margarita.

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¿Artes de México celebra lo mejor de México, pero no se olvida del México violento?

A la hora de examinar a México en Artes de México, ponemos un énfasis en cómo, al lado del memorial de agravios, a la sangre y al terror que ocurren en México, está también esta actitud constante de la gente, de los pueblos, por depositar anhelos y esperanzas en objetos bellos, hechos con las manos, que participan de rituales que vuelven a rehacer el tejido social. Toda la exploración de Artes de México va en este sentido.

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No se trata de ver lo positivo o lo negativo. En esto no dejas de ver lo negativo, pero al mismo tiempo esto existe y esta dimensión barroca de México, esta dimensión compleja, es en la que también hay que poner atención y a la que hay que escuchar. De alguna manera sí nos ocupamos de México, pero desde un punto de vista de política profunda y reflexiva, dando elementos para que la gente piense qué somos y qué podemos ser.

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¿Qué somos y qué podemos ser en pleno proceso electoral?

Hay muchísimas variables, yo creo que tendríamos que recuperar el espíritu que tuvo el IFE, que era una institución independiente del gobierno y también independiente de los partidos. El otro logro estratégico que podemos tener es acabar con la sangre enferma en todos los partidos, que es el corporativismo y el clientelismo.

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El tercer punto es en el ámbito de la política exterior, ante la coyuntura de Trump. Hay que seguir actuando en microacciones concretas con todas las comunidades mexicanas en Estados Unidos. ¿Por qué no hay senadores estadounidenses de origen chicano? Aunque eso no le corresponde a México, y sería ilegal que intervenga en la política, México tiene que incentivar a las comunidades mexicanas en Estados Unidos para que cada vez tengan más influencia.

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Y después tenemos que dar respuestas simbólicas. Acabo de hacer un viaje por el norte y me vino una idea. Propongo que la mejor respuesta al muro de Trump sería sembrar un bosque a lo largo de la toda la frontera como una respuesta a su política racista. Yo vi en el desierto del Sahara lugares completamente desérticos que en diez años se convirtieron en cien kilómetros de palmeras e incluso cambiaron el clima del lugar. Si nosotros hiciéramos un bosque a lo largo de toda la frontera de los Estados Unidos, y especialmente frente a los muros de Trump, tendríamos una victoria simbólica y también una respuesta ecológica a su negativa de reconocer el calentamiento global que sufre el planeta.

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FOTO: Para Alberto Ruy Sánchez, como respuesta a su realidad, el escritor debe tener el deber de lucidez, más que un compromiso. En la imagen, el escritor en las oficinas de su editorial Artes de México. / Germán Espinosa /EL UNIVERSAL

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