El gran pigmento mexicano

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Descrita como material predilecto de los artesanos mexicas, el Museo del Palacio de Bellas Artes ofrece en la exposición Rojo mexicano. La grana cochinilla en el arte, disponible hasta el 4 de febrero de 2018, un recorrido que muestra la trascendencia cultural de este pigmento

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POR ANTONIO ESPINOZA

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Basado en sus informantes, Fray Bernardino de Sahagún escribió: “Al color con que se tiñe la grana llaman nocheztli, que quiere decir sangre de tunas, porque en cierto género de tunas se crían unos gusanos que llaman cochinillas, apegados a las hojas, y aquellos gusanos tienen una sangre muy colorada; ésta es la grana fina. Esta grana es conocida en esta tierra y fuera de ella, y hay grandes tratos de ella; llega hasta la China y hasta Turquía, casi por todo el mundo es preciada y tenida en mucho” (Historia General de las cosas de Nueva España, México, Editorial Porrúa, 5ª. ed., 1982, p. 698). No exageraba el franciscano: la grana cochinilla fue el segundo producto de exportación más importante de la Nueva España, sólo después de la plata. Desde mediados del siglo XVI y hasta mediados del siglo XIX (ya siendo México un país independiente), la grana cochinilla fue “preciada y tenida en mucho“. Se utilizó como colorante en la industria textil, pero muy pronto llegó a los talleres de los pintores para convertirse en un pigmento muy apreciado.

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Maestros de la pintura novohispana como Juan Correa, Luis Juárez, Sebastián López de Arteaga y Cristóbal de Villalpando, entre otros, utilizaron el pigmento en sus cuadros. Lo mismo hicieron grandes maestros de la pintura universal como Tintoretto, Tiziano, Velázquez, Gauguin, Renoir, Turner y Van Gogh. La magna exposición Rojo mexicano. La grana cochinilla en el arte, que se presenta en el Museo del Palacio de Bellas Artes, da cuenta de la presencia y la importancia de la grana cochinilla como pigmento en el arte. En realidad, la exposición va más allá, pues en su carácter didáctico nos revela la trascendencia histórica, económica, política, social y cultural, del insecto domesticado en la época prehispánica y virreinal. Con una introducción y cuatro núcleos temáticos, y bajo la curaduría de George Roque, la muestra consta de un total de setenta obras (49 procedentes de colecciones nacionales y 21 de acervos internacionales), que en conjunto nos ofrecen una visión global y muy certera sobre el tema.

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Abre la exposición un mural del extinto maestro jalisciense Raúl Anguiano: Historia de los colorantes en México (óleo sobre tela y madera, 1964), en el que se representa el mundo prehispánico y su uso de los colorantes naturales y el México actual con sus laboratorios modernos que producen materiales industriales y sintéticos. A continuación se encuentra la sección introductoria, en la que se nos explica qué es la grana cochinilla (historia, naturaleza, características genéticas), para posteriormente ofrecernos un amplio panorama de los múltiples usos del colorante natural en el México prehispánico y virreinal; se utilizó en códices, libros ilustrados, muebles y textiles.

Raúl Anguiano: Historia de los colorantes en México (óleo sobre tela y madera, 1964) / Cortesía: Museo del Palacio de Bellas Artes.

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La grana cochinilla fue un producto de exportación internacional y un elemento fundamental en el desarrollo de la industria textil en Europa. Era muy demandada por los tintoreros, quienes teñían con el colorante todo tipo de telas (cortinas, mantos, paños, tapices). Los pintores europeos empezaron a utilizar el pigmento precisamente en los centros más importantes de la industria textil, como Amberes, Ámsterdam, Sevilla y Venecia. En esta última ciudad nació Jacopo Robusti, llamado el Tintoretto, quien recibió ese apodo porque era hijo de un tintorero de tejidos de seda. Como la grana cochinilla era utilizada para teñir textiles, el paso siguiente fue utilizarla en la pintura y en su caso fue algo natural dada la profesión de su padre. Del maestro manierista es una de las obras fuertes de la exposición: La deposición de Cristo (óleo sobre tela, 1550), cuadro perteneciente a la Scottish National Gallery.

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A partir del cuadro espléndido del Tintoretto, el espectador puede empezar a ver detenidamente las obras para descubrir en ellas las prendas teñidas con el colorante y las aplicaciones del pigmento por parte de los autores. El juego es muy sencillo y nos permite disfrutar obras de alto nivel como Martirio de Santa Giustina (óleo sobre tela, 1570-1575), de Paolo Caliari, el Veronés, cuadro perteneciente a la Galleria degli Uffizi de Florencia; la Virgen de Guadalupe (óleo sobre tela, segunda mitad del siglo XVII), de Cristóbal de Villalpando, de la Colección María y Manuel Reyero, y una pequeña joya: Cabeza de Cristo (óleo sobre papel sobre tabla, 1600), de El Greco, de la Colección Pérez Simón. El recorrido es aleccionador y nos permite conocer el valor de la grana cochinilla, su costo elevado que la convirtió en un privilegio de las clases poderosas. Aquí hay que destacar cuatro espléndidos retratos: Retrato de hombre en armadura (óleo sobre tela, 1530) de Tiziano, Retrato del arzobispo Fernando de Valdés (óleo sobre tela, 1645) de Diego Velázquez, Retrato del príncipe Charles Louis (óleo sobre tela, 1637) de Anton van Dyck y Sir James Hodges (óleo sobre tela, 1765), de Joshua Reynolds.

Virgen de Guadalupe (óleo sobre tela, segunda mitad del siglo XVII), de Cristóbal de Villalpando. / Cortesía: Museo del Palacio de Bellas Artes.

Retrato del arzobispo Fernando de Valdés (óleo sobre tela, 1645) de Diego Velázquez. / Cortesía: Museo del Palacio de Bellas Artes.

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La deposición de Cristo (óleo sobre tela, 1550) de Tintoretto. /Cortesía: Museo del Palacio de Bellas Artes.

La parte final corresponde al siglo XIX, cuando la grana cochinilla fue decayendo como símbolo de poder y, ante la aparición de pigmentos sintéticos, fue cada vez menos utilizada. Aún así, maestros como Vincent van Gogh, Paul Gauguin, Pierre-Auguste Renoir y Joseph Mallord William Turner la utilizaron. Todos están representados en la muestra. Aquí se encuentra la obra más publicitada de la exposición: La recámara de Van Gogh en Arlés (óleo sobre tela, 1889), del maestro holandés. Recordemos que fueron tres los cuadros en los que Van Gogh representó el dormitorio de la casa donde vivió durante su estancia en la ciudad francesa de Arlés. Aquí podemos admirar la tercera versión, la más pequeña, que pertenece al Museo de Orsay, de París. El encantador cuadrito, por cierto, es el más fotografiado. Y si la gente no se conforma con retratarse con él, puede también retratarse en una recreación del dormitorio que hay en uno de los pasillos del museo. Muy buena idea, tan buena como terminar el recorrido con dos fotos de la maestra Graciela Iturbide, en las que vemos nopales con grana cochinilla de Oaxaca.

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FOTO:  Vincent van Gogh, La recámara de Van Gogh en Arlés, óleo sobre tela, 1889.  / Cortesía: Museo del Palacio de Bellas Artes.

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