Hoffmann y Tario: Entre sueños y pesadillas

Ago 10 • Conexiones, principales • 3867 Views • No hay comentarios en Hoffmann y Tario: Entre sueños y pesadillas

POR ALEJANDRO TOLEDO

 

Atrapo, al vuelo, un par de citas que descubro relacionadas. Una pertenece a un cuento de E. T. A. Hoffmann, “La casa vacía”, y dice: “Todos estaban de acuerdo en que las manifestaciones reales de la vida eran con frecuencia más maravillosas que todo lo que la más excitada fantasía tratara de imaginar”.

 

La otra es de Francisco Tario (nacido Francisco Peláez Vega, 1911-1977) y la encontrará el lector en uno de los cuentos de La desconocida del mar y otros textos rescatados; hela aquí: “Y mirando ahora los árboles que cruzaban velozmente ante mis ojos, procuraba reafirmar aquella idea de que no todo lo visible es solamente nuestra realidad, sino que la auténtica realidad se esconde detrás de esa formal apariencia que nosotros, precipitada y gratuitamente, llamamos única realidad”.

 

En ambos casos se apuesta, me parece, por una idea profunda de la realidad. El relato de Hoffmann, incluido en sus célebres Nocturnos (Nachtstücke, 1817), propone la revisión de una historia para pulsar qué de ella puede ser considerado como fantástico o maravilloso, entendiendo por fantástico la exteriorización del conocimiento o del deseo que no se puede justificar por una causa racional, y por maravilloso aquello que es considerado imposible, inconcebible, que parece superar las fuerzas conocidas de la Naturaleza u oponerse a sus procesos habituales. El cuento de Tario, cuyo punto de partida es un trastorno depresivo que avanza hacia ciertos ámbitos de ardua comprensión (al enlazarse con otros destinos), roza esas mismas fronteras.

 

Una vez puestos juntos los nombres de Hoffmann y Tario, resalta la evidencia de considerarlos como figuras afines. En uno de sus primeros acercamientos a la obra de Tario, José Luis Martínez propuso su relación, entre otros, con Villiers de L’Isle-Adam y Barbey d’Aurevilly (influencias que Tario no aceptó), mas pudo remitirse directamente al autor alemán, uno de cuyos títulos iniciales, el que contiene “La casa vacía”, es una exploración de lo nocturno, así como Tario arranca su carrera literaria con La noche (1943) y permanecerá afín, lo harán los dos, a ese ámbito poblado por sueños y pesadillas.

 

“Mi semejante, mi hermano”, pensemos que diría Tario a Hoffmann si se encontrara con él. No obstante, en la biblioteca de Tario (en lo que se ha salvado de diversos naufragios) no hay rastros de sus lecturas del autor alemán, por lo que la propuesta de considerar a uno como sucesor del otro no deja de ser una mera hipótesis. Aun así, no resulta desatinado imaginarlos en la interpretación conjunta al piano de algunos nocturnos, ya que sucumbían a una forma musical que representaba para ellos, a la vez, un temperamento. En los acetatos que grabó Tario en su casa, además de las dramatizaciones de obras clásicas (como Drácula) y momentos alegres de las tertulias, predominan Chopin y sus nocturnos.

 

La nocturnidad, dice Juan Tébar (prologuista español de los cuentos de Hoffmann), es un estado de ánimo, un modo de entender la vida. El autor alemán tenía como libro de cabecera Aspectos del lado nocturno de la ciencia natural, del filósofo Gotthilf Heinrich von Schubert, que fue, junto con el Novalis de los Himnos a la noche, fuente de inspiración de los Nocturnos.

 

“En los Nachtstücke”, escribe el mismo Tébar, “estamos ya dentro del mundo fantástico más impresionante de la obra hoffmaniana. El dulce lirismo fantasmal ha quedado como una bebida de juventud. Se trata ahora del vino fuerte y trágico del escalofrío y la pesadilla. Las visiones de nuestro hombre orquesta no se resuelven sólo en danzas de salón. Tiempo y lugar habrá para el humor y el galanteo de otras veces, pero con la presencia constante de la noche, y sobre ella, vigilante, la Muerte, que dirige un baile frenético.”

 

¿No se bebe igualmente en Tario el vino fuerte y trágico del escalofrío y la pesadilla? Los territorios de la noche son también un aspecto central en ese arte que Wolfgang Kayser califica como grotesco, en donde ubica a Hoffmann y en el que podría también incluirse a Tario. “El mundo grotesco es nuestro propio mundo… y no lo es. La sonrisa que se mezcla con el horror tiene su razón de ser en la experiencia de que el mundo en que confiamos y que aparentemente descansa sobre los pilares de un orden necesario se extravía ante la irrupción de fuerzas abismales, se desarticula, pierde sus formas, ve disolverse sus ordenaciones…”

 

Si se recordó “La casa vacía” de Hoffmann podrían hallarse ecos de ese cuento en “La banca vacía” de Tario, con puntos de partida similares: un edificio en ruinas y una mujer fantasmal que en él habita. En Hoffmann el relato va de lo maravilloso a lo fantástico, proponiendo el narrador un movimiento pendular entre uno y otro territorio; en Tario la muerte es el comienzo y el fin de la historia, pues se camina del asesinato al olvido, que es visto como una segunda y definitiva muerte: el fantasma se desvanece cuando se pierde su recuerdo.

 

Textos recuperados

 

El Meister Floh de Hoffmann, el Maestro Pulga, acaso permitirá la circulación en su gabinete de curiosidades de estas divagaciones, que tienen el fin último de ubicar al lector en el orbe tariano, además de proponer esa relación hoffmaniana como si se estuviera ante el descubrimiento de una fuente original (o una fraternidad perdida y olvidada), y presentar también sus textos recuperados.

 

Los que en este volumen se incluyen dormitaban en una cómoda antigua adquirida por Tario en los saldos de una iglesia, que en los años cincuenta viajó en barco de México a Madrid y cuatro décadas más tarde emprendió el viaje de regreso. Ese mueble habita ahora en un departamento de la colonia Narvarte (la casa de Julio Peláez Farell, el hijo menor), en el Distrito Federal. Una revisión exhaustiva permitió encontrar el poema/cuento “Una roca frente al mar” y el relato “Dos guantes negros”, textos de consumo casero, regalos de Tario para Sergio y Julio, sus hijos. También aparecieron “Jud, el mediocre” y “Septiembre”, publicados en los años cincuenta en el suplemento México en la Cultura, del periódico Novedades, y dos cuentos nuevos, “La desconocida del mar” y “Contraluz”, difíciles de fechar. A ello se suman las páginas de un diario de juventud del año 1931, cuando era guardameta del equipo Asturias, el retrato escrito de la actriz Rosenda Monteros (que acompaña el apunte plástico de Antonio Peláez en el libro 21 mujeres de México) y lo último que salió de la pluma de Tario, una cuartilla sobre la pintura de Julio Farell (nombre artístico del hijo menor).

 

Fiel a lo nocturno y lo grotesco, en esas páginas Francisco Tario, o su espectro, vuelve a sorprender a sus también fantasmales lectores.

 

Prólogo del libro La desconocida del mar y otros textos recuperados, de Francisco Tario, de próxima publicación en la colección El Gabinete de Curiosidades de Meister Floh de la editorial Ficticia.

Texto incluido sólo en la edición digital de Confabulario.

 

*Fotografía: Dibujo de Julio Farell que aparecerá en la portada del libro La desconocida del mar, de Francisco Tario.

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