Un diferendo de Octavio Paz y José Luis Martínez

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Al cumplirse este 19 de enero cien años del nacimiento de José Luis Martínez, ensayista, crítico literario, editor, historiador, bibliófilo, diplomático y promotor cultural, sin el que no se podría entender la valoración de la literatura mexicana de buena parte del siglo XX, celebramos a este intelectual jalisciense con un número especial. Comenzamos con estas cartas inéditas que muestran la cercanía que le tenían José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, Efraín Huerta y Francisco Tario, así como la capacidad del propio Martínez para gestionar proyectos literarios con personajes de la política nacional

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POR RODRIGO MARTÍNEZ BARACS

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En agosto de 1943 Octavio Paz (1914-1998) obtuvo la Beca Guggenheim y a fin de año viajó a San Francisco, California, donde permaneció, allí y en la vecina ciudad de Berkeley, hasta fines de 1945, cuando ingresó al Servicio Exterior Mexicano y se embarcó rumbo a París.1 Durante su estancia escribió varias cartas a su amigo Octavio G. Barreda (1897-1964), el poeta, crítico y editor de las revistas Letras de México (1937-1947) y El Hijo Pródigo (1943-1946), en las que participaba muy activamente Paz. Guillermo Sheridan dio a conocer y comentó estas cartas en el segundo tomo de sus Ensayos sobre la vida de Octavio Paz.2 En una de ellas, la del 8 de febrero de 1944, Paz le mandó a Barreda un texto de cuatro páginas mecanoescritas a renglón cerrado en las que asentó un “sueño”, un estrambótico mural carnavalesco sobre la vida política y cultural mexicana, para que se lo lea a los amigos de El Hijo Pródigo, Xavier Villaurrutia (1903-1950), Gilberto Owen (1904-1952), Antonio Sánchez Barbudo (1910-1995), Alí Chumacero (1918-2010) y otros.3 Este sueño, como bien comenta Sheridan, “deberá figurar algún día en un volumen de escritos no coleccionados” de Paz.

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Mi padre José Luis Martínez (1918-2007) aparece en el “sueño” como gran maestro de ceremonias, que enciende su pipa con unos poemas de Alí Chumacero y de Gilberto Owen y pide serenidad a la concurrencia para conducirla al Zócalo, donde se oficiaría la ceremonia de toma de toma de posesión como Secretario de Educación Pública de Jaime Torres Bodet (1902-1974), escritor del grupo Contemporáneos a quien Octavio Paz no apreciaba.4 Entre los regalos raros que le fueron entregados, las “alegres comadres del café París” le llevaron un espejito mágico como el de la madrastra de Blanca Nieves, “con la particularidad de que cada vez que Jaime se ve en el espejo y le pregunta ¿Quién soy yo? Aparece en el cristal el gemelo y juvenil rostro de José Luis Martínez”.

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Mi padre había ingresado a trabajar como secretario particular de Torres Bodet en la SEP, hecho que desaprobó Octavio Paz, por considerar que al hacerlo se había integrado a “la mentira de México”.5 Un mes después de enviado su “Sueño” a Barreda, Paz expresó su arrepentimiento en una carta del 12 de marzo de 1944, sobre todo por noble remordimiento por las menciones a su amigo José Luis, “a quien estimo y quiero”. Todo no era más que una broma, escribió Paz, con algunas caricaturas merecidas, como la de Diego Rivera, “¿Pero por qué molestar, con injusticia y mala fe, a José Luis?”

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Paz contestó su propia pregunta con en ejercicio de introspección, pues tal vez era una “manía” suya, o que Martínez “atrae –San Sebastián de la literatura– todas las flechas”. Y se explicó:

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Es que en José Luis hay dos personas: el amigo cordial, el escritor inteligente, la persona generosa que yo estimo y quiero; y el joven que hace carrera, que va detrás “de la diosa perra del éxito”, como dice Lawrence. Sus éxitos me exasperan, no sé si por envidia o mezquindad de alma, o porque semejantes triunfos comprometen la otra imagen, más íntima y real, más querida, que todos tenemos de su persona. En fin, quisiera saber si conoce la carta y si me guarda rencor, porque me duele haber sido injusto e intolerante y sentiría mucho perder su estimación…6

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Nunca me mencionó el “Sueño” de Octavio Paz mi padre, pero supongo que sí lo conoció, se lo debió leer entre risas Octavio G. Barreda, y no creo que se lo haya tomado a mal a su amigo.7 Guillermo Sheridan comenta que Paz fue injusto con mi padre, pues éste lo había defendido en su trifulca con Pablo Neruda (1904-1973),8 y porque el propio Paz ingresaría poco después al Gobierno, el Servicio Exterior Mexicano. Pero ni Paz ni Sheridan entendieron el significado para mi padre de entrar a trabajar en la Secretaría de Educación Pública con Jaime Torres Bodet, muy alejado de una “mentira de México”.

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Años después, en una conferencia de 1959 sobre su “trato con escritores”, mi padre recordaría que los años de trabajo con Torres Bodet “fueron para mí un aprendizaje fundamental. Trabajar al lado de una mente tan disciplinada, de pensamiento tan lúcido y de tan ejercitado rigor en la organización de su vida fue, en efecto, un privilegio”. Torres Bodet “era y es la máquina humana más precisa y de mayor potencia para el trabajo intelectual que hasta entonces hubiera conocido”:

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Después de despachar los acuerdos y atender la audiencia pública durante nueve o diez horas, hallaba tiempo y fuerzas para escribir un discurso durante la noche y el descanso dominical le permitía elaborar un reglamento o esbozar un programa. Su misma vida personal e incluso sus afectos íntimos parecían haber sido ajustados al marco de sus deberes oficiales, como si gobernara su existencia la norma más severa que le hubiese hecho renunciar, desde siempre, a todo desmayo, a toda complacencia, a todo relajamiento.

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Cuando Torres Bodet fue designado Secretario de Educación se habían dado a conocer estadísticas que mostraban que la mitad de la población mexicana no sabía leer ni escribir, en su mayor parte en las zonas marginales e indígenas. El 21 de agosto de 1944 el presidente Ávila Camacho promulgó la Ley de Emergencia por medio de la cual se estableció la Campaña Nacional contra el Analfabetismo. Al enfrentar este reto educativo Torres Bodet mostró su alta capacidad ejecutiva al servicio de una “visión social del servicio público”, que aprendió en sus años de trabajo con José Vasconcelos (1882-1959) en la UNAM (1920-1921) y en la SEP (1921-1924).9 Recordó Martínez sobre su propio trabajo con Torres Bodet:

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A lo largo de tres años memorables tuve el privilegio de ver esbozarse y surgir las grandes empresas civilizadoras de este periodo educativo: la campaña alfabetizadora, el programa de construcciones escolares, el Instituto de Capacitación del Magisterio, la revisión de planes y programas escolares, la Biblioteca Enciclopédica Popular, [el gran libro] México y la cultura (1946), y ordenándolo todo, una doctrina que daba coherencia e impulso y que convertía en empresa nacional a la educación mexicana.10

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José Luis Martínez heredó de Jaime Torres Bodet, y de Alfonso Reyes (1889-1959) y Agustín Yáñez (1904-1980), la conciencia, de raigambre decimonónica, de que en un país con los problemas que tiene México no basta con ser escritor solamente, pues todo hombre culto tiene la obligación moral de dar todo lo que pueda a la sociedad como servidor público. No cabe duda de que en la situación peligrosa y difícil en la que se encuentra nuestro país, la educación y la cultura tienen un papel decisivo que desempeñar para salvarlo, y es momento de recordar el ejemplo de grandes educadores mexicanos como José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. No todo ha sido mentira en México, y no debiera serlo.

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Notas:

1. Christopher Domínguez Michael, Octavio Paz en su siglo, México, Aguilar, 2014, pp. 602-603

2. Guillermo Sheridan, Habitación con retratos. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, 2, México, Ediciones Era, Conaculta, 2015, pp. 77-120.

3. Sheridan fecha esta carta el 8 de febrero de 1945 (Habitación con retratos, p. 102), pero tengo la impresión de que debe ser del 8 de febrero de 1944, porque Sheridan registra que las cartas que le escribió Paz a Barreda desde California van del 26 de diciembre de 1943 al 31 de octubre de 1944, y que le escribió otras en Nueva York en septiembre de 1945 y en París en enero de 1949 (p. 77)

4. Sheridan, Habitación con retratos, p. 94

5. Sheridan, Habitación con retratos, p. 113.

6. Sheridan, Habitación con retratos, pp. 114-115.

7. Mi padre se reía de muy buena gana de los chistes de Barreda, aun a su propia costa (como la invitación a la boda con Amalia Hernández en 1944), y se rio mucho con un pastiche que me enseñó de un discurso supuestamente suyo, con cantidad de precisiones de fechas y ediciones.

8. José Luis Martínez, “Despedida”, Letras de México, Año VII, Vol. I, Número 8, 15 de agosto de 1943, p. 4; reedición facsimilar coordinada por José Luis Martínez, en la colección Revistas Literarias Mexicanas Modernas, México, FCE, 1985.

9. Aurora Loyo Brambila, “Cultura y educación en Jaime Torres Bodet”, y Alfonso Rangel Guerra, “La impronta de Jaime Torres Bodet en la creación de los Libros de Texto Gratuito”, ambos en Rebeca Barriga Villanueva, ed., A 50 años de los libros de texto gratuitos, México, El Colegio de México, SEP, Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, 2011, pp. 121-146 y 147-158.

10. JLM, “El trato con escritores” (11 de agosto de 1959), en El trato con escritores, México, INBA (Departamento de Literatura), 1961. – Y en JLM, El trato con escritores y otros estudios, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1993, pp. 39-80; reedición, Guadalajara, Secretaría de Cultura, 2012, pp. 27-50.

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FOTO: El poeta Octavio Paz y su amigo, el crítico literario José Luis Martínez, en una firma de libros. / Cortesía: José Luis Martínez Hernández

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