Nahui Olin: El deseo infinito de ser

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Musa, pintora y poeta, Nahui Olin es, en la historia del México posrevolucionario, la representación de la mujer dueña de su propio destino: artístico y sexual. Desde 1945, año de su última exposición, la presencia de Olin, fallecida en 1978, se perdió hasta su resurgimiento en 1992. Presentamos el nuevo capítulo contenido en la reedición de Nahui Olin. La mujer del sol (Circe, 2017), basado en fotografías y documentos inéditos, que comenzará a circular en librerías del país

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POR ADRIANA MALVIDO

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Después de los veintes ya nadie pinta ni le toma fotografías a Nahui Olin. ¿Por qué de repente se detiene la iconografía? ¿Qué sucede luego de la muerte de Eugenio Agacino? Sabemos que Nahui se aísla voluntariamente en su casa de la calle General Cano en Tacubaya, ciudad de México. Sigue pintando, sigue escribiendo, pero se construye un mundo propio.

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Los demás ya no ven la belleza que ella sigue viendo en su espejo. Va mucho al cine Metropolitan, le fascinan las películas francesas; cuando cobra su pensión se lanza directo al restaurante favorito para comer; casi a diario acude a la Alameda a alimentar a sus gatos y de paso a las leyendas que la tradición oral crea alrededor de su personaje: que vendía sus fotografías de desnudos, que regalaba el amor, que prendía focos con el sólo contacto de sus dedos, que sus ojos brillaban en la oscuridad como los de un gato, que se le veía en los tranvías viajando con sus felinos entre la ropa y un sinfín de episodios que se encuentran en la línea que divide a la realidad de la ficción.

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Lo cierto es que participa en varias exposiciones de artes plásticas, pero después de 1945, cuando exhibe parte de su obra dentro de una muestra colectiva en el Palacio de Bellas Artes, Nahui emprende su camino al silencio.

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A partir de entonces, sus actos se encasillan en la locura. Su libertad resulta incómoda. Su sinceridad hiere. Su sexualidad se enfrenta a la hipocresía. Está loca, dicen. Es más fácil ver así a la mujer que decide su propia vida.

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Nahui opta por una introspección que no se comprende. Se resguarda en el sol, su amigo, su amante, el único que la acaricia. Ya no es la mujer bonita de los veintes, a nadie le sirve ya. Sólo al sol y a sus gatos. Pero se tiene a sí misma.

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En su libro The Outsider (El desplazado), Colin Wilson trata de explicarse a lo largo de un ensayo, el porqué de Van Gogh, Nijinsky, Nietzche, T. E. Lawrence o Henri Barbusse y esa actitud frente a la vida que asumen algunos seres humanos excepcionales y que, al no comprender, la sociedad califica de locura.

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La teoría del filósofo y escritor británico y sus definiciones de “el desplazado” nos ayudan entender a Nahui Olin y cómo es que se desplaza de la sociedad y del medio ambiente artístico hacia su mundo interior, su mundo cósmico, sus lecturas y sus escritos.

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De pronto, dice Wilson, el desplazado se convierte en un problema social, representa una “anomalía”. Es alguien que no puede vivir en el mundo confortable del burgués. Ve demasiado hondo y ve demasiado. En él la libertad no significa hacer lo que se quiera, sino que es intensidad de voluntad, querer más vida.

Manuel Rodríguez Lozano, Alfonso Mondragón, Nahui Olin y Catalina Pesado. / Galería Windsor.

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Nahui escribe:

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El inmenso dolor que reside en el corazón, marchita el cuerpo sin ablandar el espíritu en su inmenso deseo. / Y es un deseo / que quema la sangre / que sacude los nervios, / que marchita el cuerpo / sin ablandar la energía del espíritu, que ama su propia vida- el deseo de ser:

Y el cuerpo / se consume / y el sufrir / lo mata / lo seca / en su carne / y el deseo infinito es mayor; y el espíritu no se ablanda en su formidable deseo de ser; y es sólo dolor que marchita el cuerpo.

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En la mayoría de los seres humanos el alma envejece antes que el cuerpo, diría Sartre. Aquí es al revés. “Yo no tengo edad. La pasión no tiene edad. Yo soy toda inteligencia y toda amor. Las mujeres sólo tienen la edad de su pasión en flor. Cuando esa flor se marchita la mujer perece”, le escribe Nahui al Dr. Atl.

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Como los desplazados que describe Wilson, Nahui es alguien que se niega a aceptar la mediocridad, lo trivial, la vida cotidiana sin imaginación. Siente, como diría el filósofo, que ha de haber un camino para vivir todo el tiempo con la intensidad del artista en éxtasis de creación.

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Mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed / de esos mundos nuevos /que voy creando sin cesar; / y de las cosas / y de los elementos / y de los seres / que tienen siempre nuevas fases / bajo la influencia de mi espíritu y mi cuerpo que tienen siempre loca sed; / inagotable sed de inquietud creadora, / y es fuego que no resiste mi cuerpo…

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Necesita expresar toda su energía interior, su salud depende de la actividad creativa y su pintura y su escritura son el equilibrio. En la pintura está la Nahui niña, la que dice “sí” a la vida cercana, a la escenografía y a la fiesta popular, y juega con los colores, con su cuerpo, al erotismo, al amor; en las letras vibra la mujer rebelde, inconforme que dice “no” a las normas y limitaciones impuestas por la sociedad.

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¡Que me importan las leyes, la sociedad, si dentro de mí hay un reino donde yo sola soy!

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El desplazado es un tipo de persona más sensitivo que el optimista saludable. Desplazado y libertad van de la mano. Y una persona se convierte en desplazado cuando toma conciencia del carácter sombrío del mundo para responder a sus necesidades emocionales. La pintora, poeta y musa escribe:

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Desgraciada de mí, no tengo más que un destino: morir porque siento mi espíritu demasiado amplio y grande para ser comprendido y el mundo, el hombre y el universo son demasiado pequeños para llenarlos…

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Nahui es una mujer que siempre se está buscando. Se ve distinta a los demás, se percibe como una persona destinada a algo superior. Al final de su vida, se siente responsable de la salida del sol y de las estrellas para que el mundo tenga luz.

Portada del poemario Calinement je suis dedans [Cariñosamente estoy adentro] / Colección: Federico Pearl

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En ella, como en los desplazados, hay un deseo de gritar ¡Despierta! en los oídos de todo el mundo. Y escribe su texto sobre el Iztaccíhuatl, ese enorme volcán conocido como “La mujer dormida”, porque eso parece visto de perfil, para advertir que un día esa masa mundial de mujeres cubierta de nieve abrirá los ojos y romperá el silencio con un grito de libertad.

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Dicen que la libertad puede ser la más pesadas de las carga, aunque resulte una opción irrenunciable para seres humanos como los desplazados. Imaginemos a Nahui caminando por el centro de la ciudad de México con su belleza a cuestas, con su libertad a cuestas y todo lo que esto presupone: rechazo social, escándalo, abandono, soledad. Conciencia de que el sufrimiento no acabará nunca. Pero la lucha por expresarse a sí misma es tan necesaria como el aire. Y la exploración de sí misma es la exploración del mundo.

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En un desplazado, la meta es encontrar un camino que lo lleve a sí mismo. Nahui lo busca en la pintura, en la escritura y en su cuerpo. También en el amor. Y asume todos los riesgos.

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Otra característica del desplazado es el egocentrismo. En una carta de Nahui al Dr. Atl, leemos: “Frecuentemente siento crecer mi inteligencia, que se llena de sonidos divinos; entonces es cuando siento a mi pobre existencia demasiado débil y pequeña para contener un mundo… yo no tengo edad, ni la inteligencia, yo soy toda inteligencia y toda amor… Yo vivo en el esplendor de mi propia belleza como una diosa de las fábulas griegas y tú no llegarás más a ella ni arrastrándote como un reptil.”

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En los últimos años, Nahui vive rodeada de sus recuerdos, su obra, sus libros, sus gatos y su soledad. Algunos le temen, en otros provoca lástima. Pero ella los engaña, como dice en uno de sus poemas:

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Yo no soy rica / y hago trampa / frente a los adinerados / que se preocupan / por ser ricos / en amor / como yo… No soy rica / pero le hago trampa a la vida / Como ladrones / todos pagan / la felicidad / que yo he encontrado / sin un centavo… Soy rica / porque le hago trampa a la vida.

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Para seres como esta mujer, nuestra miseria es la esclavitud con respecto a la opinión y la costumbre. Precisamente de la que ella se libera. Su miseria es mundana, no espiritual. Por eso es “loca”. Si la sociedad es una sala con espejos deformantes como suponía Nietzsche, con su vida y con su obra Nahui Olin le propone a la mujer verse en su propio espejo. Un espejo mucho más amplio y creativo al que le ofrece, a las mujeres de su época, la vida doméstica.

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Después de Wilson, autores como Philippe Brenot, psiquiatra y antropólogo francés, autor de El genio y la locura, advierten un “colonialismo masculino” en los estudios previos y amplían el espectro para incluir en su análisis a mujeres creadoras y “locas” como Camille Claudel y Juana de Arco. Y es que, dice, al situarse al margen de las convenciones “la locura se acerca mucho a la insumisión”.

Carmen Mondragón (Nahui Olin), en el centro, con sus tías, hermanas de su madre y doña Mercedes. Detrás el General Mondragón y su hijo. / Galería Windsor

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El desplazado lucha contra la pereza espiritual, contra la limitación de la experiencia. Así, la mujer de los enormes ojos verdes se niega a ser diseñada por otros, a ser decoración, pasa la vida buscándose, se atreve a ser diferente y trasgrede y rompe valores convencionales en su camino. Y al hacerlo, abre puertas de libertad para generaciones posteriores.

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Poco antes del 23 de enero de 1978, al cerrar sus ojos para siempre, Nahui le dijo a una de sus sobrinas: “¿Sabes qué? Yo no me voy a morir.” Y tenía razón.

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Falleció sin reconocimiento alguno, sin esquelas en los periódicos ni notas informativas. Pero volvió a nacer para las nuevas generaciones cuando Tomás Zurián y Blanca Garduño organizaron en 1992 la exposición que ella hubiera querido en vida: Nahui Olin, una mujer de los tiempos modernos en el Museo-Estudio Diego Rivera. Por algo le repetía a su familia: “nadie de ustedes me cree, pero un día verán que de verdad soy artista”.

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Y Nahui volvió a la prensa. Y sus desnudos a imprimirse en todos los diarios y revistas, como en los años veinte. Y sus ojos se volvieron, de pronto, patrimonio colectivo.

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La exposición de su obra se mostró en varias ciudades del interior de México. Sus libros y sus cartas al Dr. Atl se releyeron. Personajes como ella se convierten en elementos para comprender una parte de la historia que no se había contado. Quizá porque, como dice la escritora brasileña Nélida Piñon, la criatura distinta en la historia, el género invisible, la mujer, hoy es “un ser creciente en la cultura canónica”.

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Se desempolvaron los retratos que le hicieron Diego Rivera, Roberto Montenegro, El Corcito, el Dr. Atl y García Cabral, entre otros artistas. Quienes conservaban obra suya la admiraron de nuevo. Y las fotos de Antonio Garduño y Edward Weston se subastan, se exponen en prestigiosos museos y galerías.

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En 2002 se exhibió Nahui Olin-Opera Varia en el Museo Mural Diego Rivera donde Tomás Zurián la mostró como precursora de la caricatura y la tira cómica en México. Se expone, por primera vez, el Diario, rescatado por Zurián, donde Nahui narra su encuentro con el capitán Eugenio Agacino en el barco que la lleva a San Sebastián en 1933 para exhibir sus pinturas y ofrecer un recital de piano.

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DIARIO DE UNA BELLA EN SU PRIMER VIAJE

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LUNES: Todas mis amigas vinieron a despedirme, que excitación.

MARTES: Ya estamos en altamar, me estoy divirtiendo mucho. He hablado con el capitán; qué apuesto y galante es.

MIÉRCOLES: El capitán trata de enamorarme y yo, por supuesto, no lo permití.

JUEVES: El capitán es un hombre determinado, me asegura que, si no lo dejo besarme, echará a pique el buque. Qué horror, Dios mío, ¿qué debo hacer?

VIERNES: He salvado la vida a la tripulación y a quinientos pasajeros que estuvieron a punto de morir.

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Nahui Olin, Nahui y el capitán Agacino en Nueva York, óleo sobre triplay en cedro, sin fecha. Colección Edze Kieft y Gabriel Ruiz Burgos.

En el invierno de 2003, Ava Vargas realizó una exposición de fotografías inéditas de Nahui Olin en su casa-galería de la ciudad de México. Unos años antes, este coleccionista había prestado a la galería Hamilton de Londres, para una muestra dedicada al tema del desnudo, una de las imágenes de Garduño, donde ella aparece, con todo su erotismo, acostada sobre el piso. Les advirtió que ni esa, ni las otras tres obras que prestaba, estaban a la venta. Sin embargo, poco después de inaugurada la exposición, le llamaron. Un jeque de Arabia Saudita quería comprar esa foto. Insistía. Entonces el dueño, con el afán de disuadir al otro coleccionista, puso un precio extravagante, inalcanzable, seguro de que nadie en este mundo lo aceptaría. Se equivocó. A los 15 minutos una llamada desde Londres le hacía saber que el árabe aceptaba. Y Ava, que no cabía en su asombro, tuvo que soltar la fotografía.

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Poco a poco, Nahui se filtra en espacios académicos y universitarios y se convierte en tema de tesis y reflexiones. El escritor argentino Jorge Boccanera la incluyó en su antología La pasión de los poetas junto con Pablo Neruda, Gabriela Mistral, César Vallejo, Vicente Huidobro, Gonzalo Rojas, Eliseo Diego y Elías Nandino. Elena Poniatowska la convirtió en una de Las siete cabritas de su libro junto con Rosario Castellanos, Frida Kahlo, Pita Amor, María Izquierdo, Elena Garro y Nellie Campobello.

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Del otro lado del mar, en España, editorial Circe decidió integrarla en 2003 a su colección de biografías de mujeres junto con Camille Claudel, Sylvia Plath, Anne Sexton, Sofia Tolstói, Tina Modotti o Frida Kahlo. En 2006 se inauguró la Casa de la Cultura Nahui Olin en la Unidad El Rosario, en Azcapotzalco, ciudad de México.

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En junio de 2007 el Museo Nacional de Arte Mexicano en Chicago abrió la exposición Nahui Olin: una mujer fuera del tiempo, curada por Tomás Zurián. En 2008 su obra compartió el espacio del Museo Mural Diego Rivera con piezas de 26 mujeres artistas contemporáneas de Frida Kahlo para conmemorar el centenario de esta pintora. También en ese año salió a la luz en Estados Unidos el libro Like son, de Felicia Luna Lemus quien, impresionada por los ojos de Nahui que capturó Weston, los hizo protagonistas de su nueva novela. En 2011 Patricia Rosas Lopátegui presentó Nahui Olin, sin principio ni fin; Alain-Paul Mallard convirtió su guión cinematográfico en la novela Nahui versus Atl en 2015… Más libros sobre la musa, modelo, pintora y escritora brotan de las más diversas plumas para abordar a esta mujer apasionada y revolucionaria.

Nahui Olin niña Ca. 1895/ Galería Windsor

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Su presencia también llegó a las artes escénicas. Primero con Nahui Olin, espectáculo multimedia, música de Jorge Reyes y actuación de Ariane Pellicer, en 1999. Luego, en 2004, con la obra Nahui Olin: virgen perversa, de Gilda Salinas con Silvia Pasquel en el papel central. Después reaparece Cuarteto de Pasiones, de Javier Velázquez, en 2010.

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En el ciberespacio, hay incontables páginas sobre Nahui Olin tanto en sitios universitarios, como en espacios dedicados al arte, la literatura o los estudios de género, o bien en páginas web de fotografía o en aquellas creadas por sus admiradores lo mismo de Latinoamérica que de Estados Unidos, Europa y Asia.

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Tenía razón el poeta Eliseo Diego cuando escribió: “Si la amistad, más que una presencia es compañía, también lo serán aquellos otros con quienes jamás pudimos conversar porque nos separan abismos de tiempos inexorables”. Nahui Olin muere en 1978 pero vuelve a acompañarnos desde principios de la década de 1990 y ya no permite que el silencio la oculte de nuevo.

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Así, a más de 20 años de la primera edición de Nahui Olin, la mujer del Sol (Editorial Diana, noviembre, 1993), la búsqueda incesante de las huellas de esta mujer me lleva a la Zona Rosa de la ciudad de México en donde se encuentra la galería Windsor. Ahí, entre antigüedades, cuadros, esculturas y documentos, Federico Pearl, el dueño, aparece con un expediente. Dentro, una carpeta, libros y sobres perfectamente ordenados y clasificados. Los extiende y, generoso, los comparte.

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El archivo invita al reencuentro con el pasado y el asombro renovado con: cartas a Nahui del padre, de la madre, de la hermana, del Dr. Atl, un hermoso telegrama del pintor y vulcanólogo, notas firmadas por Agacino y sobres con el remitente: Compañía Naviera Trasatlántica, Barcelona… Anotaciones a mano de un intento de anulación de matrimonio que inicia Carmen Mondragón contra Rodríguez Lozano; un manuscrito de Nahui como borrador de la impugnación al testamento de su madre, Doña Mercedes Valseca, y las hojas referentes al juicio testamentario que finalmente ella y su cuñada María Teresa, viuda de Manuel Mondragón Valseca, establecen contra la validez de una herencia de la que han sido excluidas; el documento en el que su hermano, Guillermo, albacea, defiende la voluntad de su madre.

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Nahui habla en los documentos, en los libros, en los papeles y en todo lo que guardó.

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En el prólogo a su libro La Defensa de Italia (1936) el Dr. Atl le escribe una dedicatoria a mano: “Me permito ofrecerle estos artículos escritos en defensa de Italia en una época en la cual todo el mundo -todo el mundo- se le echó encima. Atentamente Dr. Atl. A la admirable artista Nahui Olin. (vuelta)”. A la vuelta de la página leemos: “Nahuita: te puse la dedicatoria anterior por puro compromiso, pero aquí va la buena: te quiero más que a esta Italia prodigiosa que con tanto amor he defendido. Atl.”

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De pronto, una hoja de papel escrita con la misma letra:

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Nahuita

Niña linda con un ramo de flores acabadas de cortar -fiera como una serpiente en brama- rutilante de inteligencia como Minerva
(
…)- salud! (…)

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Y después, notas amorosas de Agacino y una carta del escritor asturiano Alfonso Camín. El poeta -autor de los versos de Macorina, que chavela Vargas inmortalizó al ponerles música y cantarlos- le escribe a Nahui en febrero de 1934, dándole noticia de las cosas de su capitán ya muerto y de su ciudad: “Hoy hay tiros en Madrid y se me ensancha el corazón de júbilo. A ver si viene una cosa u otra. La revolución, la república o lo que sea. Porque en el caos ya estamos.”

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El tesoro incluye la edición original de Calinement je suis dedans con su dedicatoria, de puño y letra, al Dr. Atl; aquella otra, misteriosa, que plasmó en su libro Nahuin Olin y cuyo destinatario tachó con tinta… Fotografías inéditas de Nahui niña, con su familia, con Manuel Rodríguez Lozano… y ese retrato tantos años buscado: Nahui mayor con la boca pintada de rojo en forma de corazón. Parece otra mujer, pero sus ojos son los mismos, inmensamente verdes.

Manuel Rodríguez Lozano, Alfonso Mondragón, Nahui Olin y Catalina Rubín Pesado. / Galería Windsor.

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Nuevas exposiciones, obras de teatro, biografías y documentales se abren camino. Al concluir este texto, se filma la película Nahui, con guión de Marina Stavenhaguen. Y en algún monumento del Centro Histórico de la ciudad de México Gerardo Tort dirige a Irene Azuela, la protagonista, y a Julio Bracho como el Dr. Atl, en plena relación amorosa. Cerca, los muros del Museo Nacional de Arte se preparan para recibir en 2018 la más grande exposición hasta hoy de la vida y obra de Nahui.

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Pero, aún hoy, Nahui Olin desafía, pone en jaque, provoca más preguntas que certezas. Tiene su propio sello. Es un personaje fuertemente individual, rebelde y trasgresor, que sabía muy bien que volvería cuando escribió:

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Independiente fui, para no permitir pudrirme sin renovarme; hoy, independiente, me renuevo para vivir-

Los gusanos no me darán fin -son los grotescos destructores de materias sin savia, y vida dan, con devorar lo ya podrido del último despojo de mi renovación- Y la madre tierra me parirá y naceré de nuevo, de nuevo ya para no morir.

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FOTO: “Parece otra mujer, pero sus ojos son los mismos”. Nahui Olin. Fotografía en plata sobre gelatina. Anónimo. Sin fecha. / Galería Windsor

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