El teatro de Chías: dislocamiento del pensamiento unívoco

May 19 • Escenarios, Miradas • 4637 Views • No hay comentarios en El teatro de Chías: dislocamiento del pensamiento unívoco

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La adaptación de Hamlet, obra clásica de William Shakespeare, con algunos rasgos de la realidad mexicana, es un fuerte cuestionamiento al sentido del arte y, específicamente, del teatro

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POR JUAN HERNÁNDEZ

Esto no es Dinamarca, de Édgar Chías (Ciudad de México, 1973), dirigida por David Jiménez Sánchez, con la Compañía Ocho Metros Cúbicos, es una poderosa muestra de la manera de aproximarse a la experiencia del teatro, de una generación que, en el 2002, tomó el nombre de “joven dramaturgia” mexicana; la cual buscaba la ruptura con el realismo predominante en la escritura del teatro, de las generaciones que le precedieron, así como encontrar su lugar en el mundo, en tanto individuos y artistas.

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La puesta en escena de esta compleja obra de Chías —por sus múltiples referencias a tradiciones de pensamiento de la cultura occidental, desde la Antigüedad clásica hasta la era actual—, se convierte en una visión crítica y altamente subversiva en relación con la manera de entender el devenir de la humanidad en una civilización en crisis constante.

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El lenguaje como discurso y su figuración teatral como experiencia, en la línea de la experimentación con el movimiento corporal, forman parte de una propuesta teatral provocadora, que se ofrece de modo disruptivo, tanto en el tono como en el ritmo, para cuestionar ideas preconcebidas sobre el ser y el deber ser, en los términos de los valores de una moral maleable.

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Si bien Chías hace una variación de obras y personajes shakespereanos (Hamlet y Macbeth), también tiende puentes para que el pensamiento del autor inglés dialogue con El Edipo Rey, de Sófocles, a la luz de lo que podríamos entender como la tragedia contemporánea, presente en la visión del mundo del dramaturgo mexicano.

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La acometida intelectual de Chías se lee en virtud del diálogo con uno de los pensadores más imponentes de la filosofía moderna: Friedrich Nietzsche (Röcken, 1844-Weimar, 1900). En este pensador, el dramaturgo encuentra al interlocutor que le permite hacer cuestionamientos sobre temas esenciales de lo humano.

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Su manera de ver el destino del mundo y de la humanidad, disloca las verdades unívocas. Reflexiona sobre la idea del “Superhombre” —aquel que se ha librado de las pesadas cargas de la religión, la moral y el sentimentalismo que pesan sobre el ser humano— como la aspiración del ser superior, que habrá de poner a salvo, de sí misma, a la especie; al tiempo que resume, en el presente de la experiencia teatral, el concepto de “la voluntad de poder”, como la capacidad creativa y de acción para que el ser humano tome el lugar, que cree merecer, en el mundo.

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Esto no es Dinamarca es, por otro lado, un cuestionamiento al sentido del arte y, específicamente, del teatro. Una postura que apela a la posición de esta expresión creativa como discurso que “piensa” el mundo y se opone a la banalización que implican el deseo de éxito, fama o dinero.

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El trabajo de dirección escénica del jalisciense David Jiménez Sánchez resuelve de manera eficaz el problema que implica el diálogo con diferentes corrientes de pensamiento, que abarcan desde la Antigüedad clásica hasta la actualidad, en el mundo occidental. La puesta en escena se ubica en la tendencia de la subversión, en términos formales. Como proposición plástica, la construcción del montaje, encaja en la revelación de los enigmas, de la idea metafísica de la segunda apariencia de las cosas, en el entendido de que hay una realidad intangible, la de las sombras, que asume la figura clásica del oráculo.

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Los actores son cuerpo y memoria, sensibilidad cargada con ese carácter “demasiado humano”, que Nietzsche cuestionó en su pensamiento filosófico. La actoralidad busca el sentido del discurso, para discurrir luego por una visión desesperanzadora de lo humano en el mundo contemporáneo.

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“Algo está podrido en la comarca”, la comarca que es la propia naturaleza humana. Este es un implacable discurso que escapa al maniqueísmo de todas las verdades unívocas, de las ideas sobre el bien y el mal, de la moral y del decoro; que apela a la función del arte en tanto actividad creadora, acción y elemento transformador, entendido a la luz del pensamiento “nietzscheano” como una proyección de la “voluntad de poder”.

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Desde luego que para adentrarse, de manera profunda, en una obra como Esto no es Dinamarca es necesario el entendimiento del cúmulo de referencias a autores y corrientes de pensamiento, a los que acude Chías. La puesta en escena se entiende, en su generalidad, como un punto de vista sobre la realidad inmediata, sin embargo, la propuesta aspira a la comprensión de la historia y del destino de la humanidad, bajo la lupa de un tipo de pensamiento de lectura compleja.

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Nietzsche, Schopenhauer, Sófocles o Shakespeare, dialogantes en el acontecimiento del teatro que, en el caso de Esto no es Dinamarca, conduce a la provocación del juicio crítico, en una apuesta altamente demandante del proceso de desautomatización de la percepción del espectador en la cultura contemporánea.

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Foto: Esto no es Dinamarca, de Edgar Chías, dirigida por David Jiménez Sánchez, con la Compañía Ocho Metros Cúbicos, las actuaciones de Agustín Arévalo, Fernanda Aragón, David Gaitán, Aldo González, Margarita Lozano, Andrea Celeste Padilla Gutiérrez y Raúl Villegas; escenografía, iluminación y vestuario de Raúl Castillo; diseño sonoro y construcción de instrumentos de Ricardo Estrada, y coreografía de Marilú García Luna, se presenta en el Teatro Benito Juárez (Villalongín 15, Cuauhtémoc), jueves y viernes a las 20:00, sábados a las 19:00 y domingos a las 18 horas, hasta el 27 de mayo./ Sistema de Teatros de la Ciudad de México. / Sistema de Teatros de la Ciudad de México

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