De amores perdidos, doble moral y talleres literarios

Jun 30 • Reflexiones • 2181 Views • No hay comentarios en De amores perdidos, doble moral y talleres literarios

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Paraíso en casa, de Adrián Curel Rivera, aborda las fastidiosas sesiones del taller literario por el que pasa un escritor recién divorciado que se descubre creador de territorios propios, tan similares a los nuestros, llenos de violencias y evocaciones literarias

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POR SONIA PEÑA

Por innumerables razones muchos fantaseamos con dejar de una vez por todas la caótica Ciudad de México y anclar en esa tierra que (en nuestro imaginario) mana leche y miel. Renegamos de la contaminación, los embotellamientos, las marchas, la aglomeración de la hora pico, los asaltos a plena luz del día y –últimamente– vivimos angustiados por las alarmas sísmicas (claro, cuando funcionan). El personaje de Paraíso en casa, de Adrián Curiel Rivera (Alfaguara, 2018), no sólo fantasea, sino que abandona la ciudad después de sufrir un asalto y se establece con su mujer y sus dos hijos en la blanca Mérida: su Tierra Prometida, su paraíso en casa pero también su castigo, puesto que al poco tiempo la familia se desbarata debido a que la esposa no soporta el calor.

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Si en Blanco Trópico (Alfaguara, 2014) Curiel Rivera ensaya la incompatibilidad de la creación literaria con la ajetreada vida académica de un profesor que depende de una para dedicase a otra, en Paraíso en casa vuelve a la escritura sobre la escritura con un personaje con el que es fácil identificarse: Regino Félix, un ingeniero que para sobrellevar el abandono de su mujer se propone escribir una novela cuyo protagonista pasa las de Caín a causa de una infidelidad, detonante de otros sucesos que no sólo lo arrastran a él y su familia sino a toda una comunidad. Mientras leemos la novela sobre Regino que escribe Adrián Curiel, Regino, a su vez, lee los avances de Paraíso en casa –su novela–  ante un implacable tribunal carnavalesco en uno de los tantos talleres literarios que pululan en provincia y cuya descripción resulta tan verosímil que, si Curiel no los padeció en algún momento de su vocación, tuvo muy buen informante. Allí, los condiscípulos de Regino se encargan de descuartizar su proyecto literario ante la aprobación y a veces la defensa lastimera de la tutora, idealizada por Regino y a quien una vez conquistada despreciará al comprobar que su Dulcinea no es más que otra vulgar Aldonza, ninfómana, posesiva y manipuladora.

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¿Puede un ingeniero más o menos leído adentrarse en los vericuetos de la ficción y no sólo eso, triunfar?  ¿Qué pueden aportar a un escritor en ciernes los mentados talleres literarios? ¿El éxito de un título depende de un despiadado despacho de agentes literarios que venden como obra maestra un simple panfleto? ¿De marketing? ¿Del ingenio de un “negro”? ¿Por qué un mal libro se vende como pan caliente y el bueno pasa inadvertido? Directa o indirectamente estas son las preguntas que se plantea el protagonista de Curiel Rivera con su proyecto de novela y nos obliga a preguntarnos si como lectores estamos preparados para distinguir gato por liebre.

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Paraíso en casa no sólo es una novela sobre novelas, o literatura sobre literatura. Y aquí me permito destacar el breve pero atinado homenaje que rinde Curiel Rivera a uno de los más lúcidos escritores de la llamada Generación de Medio Siglo; me refiero a José Revueltas, excelente prosista y hombre íntegro a quien nunca está demás recordar, sobre todo en los tiempos que corren y en los cuales a cualquier escritor que echa rollo sobre “los pobres” lo llaman “de izquierda”; ni hablar del lado político y sus deplorables representantes. Pero decía que no sólo de literatura se nutre esta novela; Traslasierra, el pueblo imaginario que usa Regino para su ficción es una metáfora del México que nos toca vivir, el de los levantones, desaparecidos, grupos armados y “verdades históricas”. Y es, a la vez, un relato cruel de la doble moral que impregna nuestra sociedad; por ejemplo, el escritor que defiende la familia y las buenas costumbres no sólo engaña a su mujer sino que termina aliado con el narco para escribir a su favor.

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Curiel Rivera, una vez más, empuña la filosa espada de la ironía (que pocos saben maniobrar y salir ilesos) y nos deja en claro su objetivo en boca de su personaje, quien advierte que, al escribir, lo único que busca es “divertirse él, primero y antes que nadie, y si además logra contagiarle ese ánimo festivo al lector, en caso de que tenga uno,  pues qué bien. Le tiene sin cuidado que Paraíso en casa haya sido un fracaso, nadie ni nada le impedirán seguir escribiendo”.

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Festejo que nadie ni nada le impidan seguir escribiendo a Adrián Curiel Rivera, festejo que ese sea su objetivo y que lo cumpla a carta cabal y festejo que sea el más sarcástico e irreverente de los escritores contemporáneos. Estamos un tanto hartos de los que se empoderan como “la voz de los sin voz”; o de los que se toman tan en serio que hasta se creen el personaje o –peor aún– de los que “escriben para que los quieran”.

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FOTO: Paraíso en casa, Adrián Curiel Rivera, México, Alfaguara, 2018, 328 pp. / Especial

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