Bailarines nóveles, ¿qué les ofrece México?

Jul 21 • destacamos, Escenarios, Miradas, principales • 8379 Views • No hay comentarios en Bailarines nóveles, ¿qué les ofrece México?

La gala de los recién egresados de la Academia de la Danza Mexicana fue la oportunidad para que sus ocho egresados mostraran que cuentan con todas las facultades dancísticas para convertirse en bailarines internacionales de primer orden

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POR JUAN HERNÁNDEZ

La Academia de la Danza Mexicana del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) ofreció una gala de ballet, con los integrantes de la generación saliente de la Licenciatura en Danza Clásica, en el Teatro Raúl Flores Canelo del Centro Nacional de las Artes. Ocho jóvenes con el ímpetu y las condiciones necesarias para convertirse en bailarines de primer nivel en el ámbito profesional; sin embargo, no deja de inquietar la pregunta: ¿qué les ofrece el país a estos nóveles soldados de Terpsícore?

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Nada optimista es la respuesta: casi nada. La Compañía Nacional de Danza del INBA sería la máxima aspiración de los talentosos jóvenes: seis mujeres y dos varones, quienes tendrán que enfrentarse a una realidad laboral poco menos que desastrosa. Tan es así que los bailarines Ricardo Carrillo y Luis Enrique Solís, tienen ya un pie fuera de México.

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Los talentos de la danza clásica que se forman en las instituciones del Estado son aprovechados por compañías del extranjero, quienes encuentran en ellos, las facultades creativas para convertirse en bailarines internacionales de primer orden. La inversión que los mexicanos hacemos, en la formación de artistas, en este caso, intérpretes de ballet, no redunda en beneficio del desarrollo cultural del país. Así como egresan, comienza el éxodo de los talentos mexicanos.

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En la gala de ballet de la Academia de la Danza Mexicana, en la que participaron los ocho egresados, que durante el mismo número de años se formaron en la decantación de una técnica difícil y exigente, no vimos a ningún miembro de la directiva de la Compañía Nacional de Danza, que por sentido común, debería estar pendiente de la finalización de estos procesos de formación profesional, que podrían redundar en la captación de nuevas figuras para la máxima compañía de ballet del país.

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Pasemos a la parte artística. Los bailarines Ricardo Carrillo, Luis Enrique Solís, Karla Esquivel, Camila Hernández, Nicole López, Paulina Riviello, Naomi Torres y Jáskara Velasco ofrecieron una gala de ballet profesional. No sólo impecable en el nivel técnico, sino aún con la pasión a flor de piel, que no ha sido trastocada por el mercado laboral. Disfrutable resultó ver concretada la figuración apolínea de la forma, a través de una técnica controlada, a la vez fecundada por el instinto dionisiaco de la pasión desbordada, el disfrute sensual de esos jóvenes cuerpos que transfiguran, en el tiempo y el espacio de la danza, en epifanías cuyo destino es el deleite del espíritu humano.

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Apenas ocho egresados, tras el mismo número de años de formación, nos habla de la complejidad del dominio de una técnica, que se alcanza a través de arduas horas de entrenamiento, extenuantes jornadas en las cuales los cuerpos son llevados al límite de sus posibilidades físicas, para encontrarse, al fin, con la revelación del misterio de la danza como uno de los lenguajes de mayor complejidad con los que se expresa el espíritu.

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El repertorio seleccionado para la gala no fue complaciente. Variaciones de obras de ballet, cuya exigencia técnica e interpretativa, son un reto aún para los primeros bailarines experimentados. Los fragmentos de las obras fueron tomados con seguridad por los bailarines nóveles. Resaltaron entre los miembros de esta generación Ricardo Carrillo y Jáskara Velasco, quienes ofrecieron una limpia interpretación de un pas de deux de Don Quixote, de Mauius Petipa, con música de Ludwin Minkus, reposición del maestro Martín Mendieta.

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Carrillo y Velasco dieron una muestra de la comunicación que existe entre ellos como intérpretes, necesaria para dominar el reto de hacer el pas de deux, de una pieza de ballet exigente tanto en su ejecución técnica, interpretativa y, desde luego, musical. Una serie de elementos que deben expresarse en unidad, a través del alumbramiento de la perfección.

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Tanto Ricardo Carrillo como Jáskara Velasco hicieron posible que aquellas secuencias de suma dificultad técnica, pareciera un suceso natural. Es decir, hacer posible lo imposible, controlando la densidad de los cuerpos, en el entendimiento profundo de la espacialidad y la transfiguración etérea del bailarín. El instinto escénico de ambos se apropio del momento vivo y único de la experiencia dancística, eternizada en la memoria.

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El otrora primer bailarín de la Compañía Nacional de Danza, Raúl Fernández, creó la pieza “Divertimento para seis más uno”, en la que participaron seis bailarinas y un bailarín. Una obra grupal, con la estructura de una partitura que habla sobre la esencia de la danza, como una experiencia que pone al descubierto la materia de la que está hecha la naturaleza humana.

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Otra vez, la pareja integrada por Ricardo Carrillo y Jáskara Velasco, colocaron la cereza sobre el pastel, con la capacidad interpretativa y técnica, acompañados del desempeño corifeo, integrado por Karla Esquivel, Camila Hernández, Nicole López y Paulina Riviello.

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La gala de ballet, integrada con fragmentos de El gardelino, Pájaro azul, Aguas primaverales, Arlequinada, Esmeralda, Don Quixote, El lago de los cisnes, así como Divertimento para seis más uno, de Raúl Fernández, y Black, coreografía e interpretación de Luis Enrique Solís, no desmereció de aquellas en las que hemos visto a reconocidas figuras de la danza internacional.

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Los nóveles bailarines están listos para enfrentar el difícil reto de integrarse al mercado laboral. Muy probablemente tendrán que hacerlo fuera de México, porque en el país las oportunidades de desarrollo para estos cuerpos de la danza son pocas y, en el ámbito netamente artístico, diríamos, casi nulas.

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Crédito de foto: Ariel Ojeda/ EL UNIVERSAL

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