Sun-ho Cho y el bucle temporal

Jul 28 • Miradas, Pantallas • 7240 Views • No hay comentarios en Sun-ho Cho y el bucle temporal

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De regreso a Seúl de un viaje de trabajo, el doctor Jun-young experimenta una pesadilla en la que su hija muere en un accidente de tránsito, evento que se repetirá cíclicamente cada vez que despierte de una nueva siesta

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POR JORGE AYALA BLANCO

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En El día (Ha-roo, Corea del Sur, 2017), desquiciante opera prima como autor total del guionista surcoreano Sun-ho Cho (autor del thriller historietístico/antihistorietístico El asesino de Yong-gyun Kim 13), el eminente aunque discreto y bondadoso doctor Jun-young (Myun-min Kim) retorna de un exitoso viaje al extranjero por vía aérea a su nativo Seúl, en compañía de un asistente que fracasa en hacerlo disfrutar de los privilegios de su fama, posando para una selfie con la azafata o usando la puerta VIP, por lo que el galeno se detiene tranquilamente en una sala del aeropuerto para hacer declaraciones ante el micrófono en una improvisada conferencia de prensa, se traslada como cualquiera sobre el atestado corredor rodante, reitera por celular la cita concertada con su buleada hijita desdeñosa Eun (Eun-jung) en el parque central, se da tiempo para salvar la vida de un niño asfixiándose con un enorme caramelo, ya muy cerca del sitio de la reunión filial se acomide todavía a auxiliar al conductor malherido y a la pasajera difunta de un taxi aparatosamente accidentado, da instrucciones a los paramédicos de la ambulancia que han acudido al rescate y no tarda en percatarse de que, a un centenar de metros de allí, su hija había sido atropellada poco antes por el taxi en cuestión y el cuerpecito inanimado yace ahora sobre una camilla, cubierto por una sábana piadosa, pero de pronto el buen hombre despierta sobresaltado en su asiento de la cabina aeronáutica y ve con horror que las situaciones soñadas regresan, se repiten una y otra vez, ya que se encuentra preso en un loop del tiempo que, por extrañas razones, parece destinarlo a repetir al infinito ese Día y la misma escena funesta, si bien alterando, eludiendo o desviando sus circunstancias, contenidos y consecuencias, según la desesperación y la voluntad del doctor que pretende modificar el hecho sin poder escapar de él, para salvar la vida de su Eun, y sin cesar perdiéndola dolorosamente, por más que a pequeños tramos acorte el tiempo para llegar hasta su cadáver, y de repente topándose con el chofer de ambulancia Min-chul (Yo-han Byung) atrapado en análogas condiciones por la pérdida de su adorada esposa a quien por la fuerza había impedido concebir y fallecida en la parte trasera del taxi chocado, estableciendo entre los dos varones una insólita complicidad que para nada sirve, pues, perseguido o bloqueado furiosamente, un ominoso taxista empecinado siempre termina embistiendo a la pequeña, ebrio de venganza para liquidar a la delictuosa beneficiaria del corazón de su hijo agonizante trasplantado a ella hace tres años por vileza in extremis de nuestro afligido padre cirujano Jun-young, el cual esta vez, tras descubrir que el taxista deshijado está asimismo cautivo en los pliegues del tiempo recurrente y circular, le implorará perdón de mil maneras y aún a costa de su propia vida, puesto que sólo así emergerán los tres: el doctor, el ambulante y el taxista, condenados al agobiante bucle temporal.

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El bucle temporal se sitúa así compartido a medio camino entre las aventuras de una historieta cada vez más cruenta y un descarado plagio/homenaje posmoderno a la cinenovela rosa galante Hechizo del tiempo de Ramis (93) y a las revisiones sucesivas de Corre Lola corre (Tykwer 98), pero cuánto más revolucionado y emocionante y obsesivamente brutal, una repetición angustiosa y angustiante pero multiplicado por tres, una laberíntica ramificación dramática a partir de lo que primero semejaba otro ingenioso replanteamiento del terrorífico sueño desastrosamente realizado ahora sí en la vigilia de La mujer del cuadro de Fritz Lang (45) y continuaba como versión plural de implacable cuento de suspenso Matar a un niño del narrador literario sueco Stig Dagerman, una ejemplar cinta de estructura rígida con tiempos cada vez más inteligentemente elípticos y flexibles y maleables ab absurdo, pero sobre todo un virtuosístico y perfecto mecanismo de relojería guionista que quizá sólo un contemporáneo artífice asiático distante y metaficcional del cine sobre el cine es hoy capaz de urdir y fabricar.

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El bucle temporal se basa en el añorado y envidiable arcano voluntarista universal de rearreglar la realidad respondiendo a nuestros deseos, sean éstos los que sean, o mutables al cambiante modo exigido interiormente o desde afuera, amenazantes y superables, analizando y corrigiendo sobre la marcha hasta el propio dispositivo anecdótico y la naturaleza de sus alcances narrativos, donde lo incidental se ha vuelto contingente y decisivo, e incluso quasi bufo, como el caramelote botado de un manotazo antes de tragarse o sustituido por una paleta con palito, o bien la niña creyendo y descreyendo de su padre abandonador.

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El bucle temporal esconde y vuelve a esconder, a la vez que poco a poco va develando su misterio esencial, a medida que avanza la trama, desesperadamente retorcida y violenta hasta lo sanguinario, denodadamente escurridiza, escamoteada, compleja, irracionalmente racional y consciente, siempre contraintuitiva e indilucidable en sus motivos primeros, en sus etapas progresivas y en sus fines recónditos: en primera y última instancias su geometría borgeana de perdido objeto poético hrön de la ficción Tlön, uqbar, orbis tertius que de tanto ser deseado, acaba imponiéndose a la realidad misma.

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Y el bucle temporal propone finalmente una solución ética casi moralina, cual si se tratara de consagrar una segunda (o tercera o vigésima) oportunidad conradiana y colectiva, el ambulante evitando la muerte de su esposa y la de su embrión, la niñita Eun sintiendo ser dos y todos dejando en el aire la índole de la causa última o del terco causante de la pesadilla vivida por los héroes trágicos del film: el destino, el sueño primordial, el Uno o Dios, un algo que sólo puede conocerse por sus efectos caprichosos (“También él está repitiendo”), mientras el doctor reconoce intempestivamente su error y asume en público su crimen quirúrgico.

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FOTO: El día se exhibe en el circuito de cines comerciales de la Ciudad de México./ Especial.

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