Fernando Bonilla revive a Novo
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Alejada de las modas teatrales, A ocho columnas, de Salvador Novo, es un planteamiento crítico del poder desde la dicotomía entre el camino de la rectitud y el oportunismo sin escrúpulos
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POR JUAN HERNÁNDEZ
Hijo de actores, Fernando Bonilla (Ciudad de México, 1985) es un director que atiende con puntualidad las formas de la tradición del teatro mexicano. Nació en 1985, en la Ciudad de México. De sus padres, Sofía Álvarez y Héctor Bonilla, heredó la vocación por la escena. De niño hizo doblaje y hoy es un director que realiza un tipo de teatro que evade la moda estilística, predominante entre los directores de su generación.
Su manera de dirigir recuerda a los grandes directores del teatro mexicano tradicional del siglo XX, quienes apostaron a las convenciones de un teatro realista, apoyados en textos dramáticos que planteaban conflictos humanos de manera directa, encarnados en personajes, cuya dimensión se expande en la experiencia del quehacer escénico.
Bonilla ha dirigido, entre otras obras, Almacenados, Siglo XX que estás en los cielos, Algo en Fuenteovejuna, Masiosare, un extraño enemigo, Dublín y Los ingrávidos. En su más reciente apuesta teatral, el director hace una adaptación de la obra A ocho columnas, de Salvador Novo, con los actores Luis Miguel Lombana, Pedro de Tavira, Sophie Alexander Katz, Arnoldo Picazzo y José Carriedo, en el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque.
Una obra en la que Salvador Novo (Ciudad de México, 1904-1974) despliega su característico estilo satírico, al hacer un planteamiento crítico y profundo sobre la perversión en el ejercicio del poder; en una historia que transcurre en la antesala de la dirección de un periódico, en la década de los años 50 del siglo XX.
La obra fue estrenada por Novo, en el La Capilla, en 1956. En esta ocasión, la puesta en escena y la adaptación del texto corren a cargo de Fernando Bonilla, quien mantiene la esencia de la obra, que se sustenta en el drama, a partir de la relación de la prensa con la política.
Con escenografía de Elizabeth Álvarez y vestuario de Estela Fagoaga, el montaje de Bonilla atiende los principios de una estética realista y evoca la época de un México, en la segunda mitad del siglo XX, cuando hacía su entrada en la modernidad.
El espacio de la acción es una sala de espera, recreada con paredes de madera, un sofá y un sillón de piel, un librero, un archivero, el escritorio y una maquina de escribir, así como el retrato de un presidente y, al frente, descansando a lo largo de un asta, la bandera nacional.
La obra de Novo es adaptada por Bonilla, de manera, digamos, respetuosa. De tal forma que se puede apreciar el estilo puntilloso del dramaturgo y poeta; mientras que el director se permite, al mismo tiempo, lanzar dardos al corazón de la actualidad.
A ocho columnas es una comedia satírica, que toca temas sensibles sobre el tejido social. Es una crítica dura a los usos del poder, a partir de la dicotomía propuesta entre quienes toman el camino de la rectitud y aquellos que ven las oportunidades y las toman sin escrúpulos, pasando por encima de las personas, para su encumbramiento.
De lo político y social, la obra transita al drama íntimo, vivido por personajes que se construyen con minucioso cuidado, para conseguir verosimilitud, a pesar de insertarse en una estética acartonada, evocación del cine mexicano de la Época de Oro.
A ocho columnas exhibe el deterioro moral de quienes ejercen el oficio de la palabra. La palabra como una herramienta potente para dirigir la opinión pública. En esa línea narrativa, la obra desvela el uso del poder que, oculto a la mirada pública, opera sin ser percibido y en total impunidad.
Frente a esta posición del ejercicio corruptor de la palabra, el autor antepone el valor de la poesía, en la que se canaliza la experiencia humana que aspira a la trascendencia.
Luis Miguel Lombana, como el astuto “jefe de redacción”, del periódico en el que se desarrolla la trama, consigue una interpretación de una sutileza magistral, resaltando la naturaleza perversa del personaje y, al mismo tiempo, también su existencia trágica: la renuncia a una vida, fuera de la maquinaria del poder que lo engulle.
Shopie Alexander Katz, la sofísticada reportera de sociales, funciona como una “Mata Hari” de la modernidad mexicana. Alondra Hidalgo, “la secretaria”, y José Carriedo, como el reportero, novelista y poeta honesto, adoptan un tono popular, al estilo de “La Chorreada” y “Pepe El Toro”, del melodrama del cine nacional por excelencia Nosotros los pobres.
A ocho columnas es una invitación a conocer una de las obras más polémicas de Salvador Novo, así como también a seguir el desarrollo de Fernando Bonilla, un director que avanza con paso firme, en la línea de un teatro contemporáneo, que atiende mucho más a la tradición que a las modas, para hacer una reflexión sobre la vida contemporánea, en el debate de la era de la “pos verdad”.
FOTO: A ocho columnas, de Salvador Novo, adaptación y dirección de Fernando Bonilla, con Luis Miguel Lombana, Sophie Alexander Katz, Alondra Hidalgo, Pedro de Tavira, José Carriedo y Arnoldo Picazzo; producción de Teatro INBA, Clavo Torcido y Próspero Mx, se presenta en el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque (atrás del Auditorio Nacional), jueves y viernes a las 20:00, sábados a las 19:00 y domingos a las 18 horas, hasta el 23 de septiembre. / Ieve González
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