El humor ácido de la existencia poshumana

Sep 8 • Escenarios, Miradas • 4433 Views • No hay comentarios en El humor ácido de la existencia poshumana

Teatro de momias busca un entendimiento del teatro con la posibilidad de pararse frente a las grandes interrogantes humanas

 

POR JUAN HERNÁNDEZ

Representar el caos parece una tarea imposible. Sin embargo, el dramaturgo y director de escena Luis Alcocer lo consigue, a través de un artefacto escénico que funciona en virtud de la potencia de las imágenes, del texto que, desde su estructura, manifiesta la inconformidad con las formas convencionales del teatro, para constituirse en experiencia de humor ácido, cuyo objetivo es reflejar la incertidumbre y la desarticulación neurótica del mundo contemporáneo.

 

Teatro de momias es resultado del entendimiento del teatro como una posibilidad de pararse frente a las grandes interrogantes humanas, en todas las épocas; atendiendo, en particular, las que atañen, en concreto, a los tiempos que corren.

 

Escrita y dirigida por Luis Alcocer, nacido en Mérida, Yucatán, egresado de la Licenciatura de Literatura Dramática y Teatro, con maestría en Dirección Escénica por la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA y guionista cinematográfico por el Centro de Capacitación Cinematográfica, la puesta en escena se inscribe en el concepto del “gran guiñol psicotrónico”, de estética siniestra, una carcajada en relación con la imposibilidad de ofrecer respuestas concretas para aliviar la neurosis de la civilización contemporánea.

 

Entre las puestas en escena de Alcocer están: La invención de la histeria, Conocerás la noche y Aliento o la última función, en las cuales se manifiesta un lenguaje sofisticado, pues al mismo tiempo que desviste de solemnidad a su quehacer creativo, procura el dislocamiento de corrientes filosóficas, fuentes del pensamiento predominante, que dirige el pensamiento que explica, de manera arbitraria, el lugar del ser humano en el mundo.

 

Teatro de momias se presenta en La Teatrería, con Jorge Chávez Caballero, José Alberto Gallardo, Arturo Serrano, Fafa Echeverría, Omar Armella y Luis Alcocer Guerrero; escenografía y vestuario de Martha Alejandra Vega, iluminación de Noel Montes de Oca, música original de Rodrigo Castillo Filomarino, y apoyo del Fonca.

 

Una propuesta teatral hecha a mano, toda vez que no oculta el artilugio teatral. El lenguaje es, al mismo tiempo, cercano, cotidiano, que mágico y llevado a un punto hilarante y siniestro.

 

La complejidad de la propuesta amplía sus lecturas, se puede desarrollar un análisis a partir de su formulación plástica, pues el autor-director asume el papel de un creador de imágenes, cuyo sentido está basado en la amplitud del símbolo, a la manera del quehacer del pintor o el escultor. En ese sentido, el director moldea el espacio, con recursos como la proyección de plantillas iluminadas a mano, que adquieren nueva dimensión en la escena; el vestuario de clown y el maquillaje crean personajes cotidianos, así como míticos o fantásticos. Y la momia aparece como la formulación del hombre que, desprovisto de cerebro, el órgano con el cual se ejerce el pensamiento, vuelve a trasmitir su existencia con el lenguaje primigenio: el movimiento.

 

Hay muchas formulaciones de pensamiento en Teatro de momias, pero llama la atención el concepto del superhombre, nietzscheano, en la era poshumana propuesta por Alcocer. En este contexto el sistema de valores de la civilización es sustituido por un nuevo sistema que atiende, de manera exclusiva, a la “voluntad de poder”, es decir, cuando el ser humano asume como responsabilidad, la manera de presentarse en el mundo, en un acto creativo por excelencia.

 

Parece pertinente una interpretación en este sentido, pero también encontramos en esta proposición teatral, la idea de la voluntad de vivir, planteada por Schopenhahuer, posteriormente ampliada y radicalizada por Friedrich Nietzsche (Röcken, 1844-Weimar, 1900).

 

Arthur Schopenhahuer (Danzig, 1788-Francfort, 1860), pensaba que el universo, como un todo, se manifestaba a partir de una voluntad para existir, pre-existente a toda argumentación del pensamiento humano.

 

En el contexto de este pensamiento, las imágenes, nos dice Luis Alcocer, no necesitan del hombre para existir. La creación estaría por encima de la capacidad racional o el sistema de valores de una civilización que, a través del autoritarismo legitimador del arte, determina cómo debe percibirse el mundo.

 

La puesta en escena es también una manera de devolver al espectador su derecho a pensar por sí mismo, al tiempo que cuestiona el uso abusivo del discurso artístico y de la crítica o la teoría del arte, para ofrecer discursos hechos a la medida de los tiempos, cuyo objetivo pareciera estar encaminado a mantener el estatus quo predominante y, en ese sentido, autoritario y conservador.

 

Teatro de momias en suma, permite disfrutar la manera en que se expone el caos, la incertidumbre, la era poshumana (totalmente nietzscheana), el cuestionamiento al autoritarismo y el poder del creador frente a un espectador impasible; el pastelazo, legítimo y necesario, en la cara de quien asume la tarea de definir qué es arte y qué no lo es. Y, finalmente, la vuelta al origen: el cuerpo sintiente y el movimiento como el lenguaje primigenio, anterior a la aparición aplastante del logos.

 

FOTO:Teatro de momias, autor y dirección de Luis Alcocer Guerrero, con Jorge Chávez Caballero, José Alberto Gallardo, Arturo Serrano, Fafa Echeverría, Omar Armella y Luis Alcocer; escenografía y vestuario de Martha Alejandra Vega, iluminación de Noel Montes de Oca, música original y diseño sonoro de Rodrigo Castillo Filomarino, producción de Proyecto Granguiñol Psicotrónico, Dramaturgias Ambulantes y el Fonca, se presenta en La Teatrería (Tabasco 152, Roma), los miércoles a las 21 horas, hasta el 3 de octubre./Enrique Díaz Vargas

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