Nacen (y mueren) estrellas…

Oct 13 • Miradas, Pantallas • 7314 Views • No hay comentarios en Nacen (y mueren) estrellas…

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Nace una estrella es el debut como director de Bradley Cooper, quien apuesta por el remake de este clásico hollywoodense, una trágica historia de amor y fama

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POR ERNESTO DIEZMARTÍNEZ

“Ser una estrella no es una profesión, es un accidente”, dijo alguna vez Lauren Bacall. Esta frase encaja a la perfección con la presencia cinematográfica que mejor recordamos de ella, la de una figura distante y misteriosa, que en su calculada displicencia invitaba al amor tanto como al peligro.

 

Hay mucho de accidente, de hecho, en el origen del estrellato de la Bacall: la esposa del cineasta Howard Hawks la vio modelando en la portada de la Harper’s Bazaar en 1943 y le dijo al marido que no estaría mal hacerle algunas pruebas para la pantalla a esa bella jovencita. Quién sabe si podía actuar, pero de que esa muchacha de 19 años tenía una forma de mirar intuitivamente cinematográfica, era un hecho. Lo que sucedió después, es historia.

 

Lo cierto es que, como dice la frase citada, Bacall nunca vio al estrellato como una auténtica profesión. Una actriz de la estirpe de Brando, muy pronto se metió en problemas con los estudios al rechazar papeles que no le satisfacían. Nunca le faltó trabajo, ciertamente, pero su estrellato inicial se fue difuminando hasta terminar convertida en una legendaria y reverenciada pieza de museo.

 

Acaso nunca tuvo tanto talento –como dice David Thomson en su The New Biographical Dictionary of Film– o tal vez nunca quiso pagar el precio que exige el estrellato: rendirse ante los estudios, ante el público y arriesgar, en el camino, hasta el corazón.

 

Esto último es lo que le advierte su abuela a la pueblerina Esther (Janet Gaynor) cuando la muchacha confiesa que su sueño es convertirse en una gran actriz, en Nace una estrella (1937), la primera versión oficial de una fórmula hollywoodense que se volvería clásica: la emocionante historia del ascenso de una joven estrella, paralela a la deprimente decadencia de otra figura que alguna vez fue igual de grande.

 

En realidad, la película dirigida por William Wellman en 1937 no fue la primera versión de esa historia sino What Price Hollywood? (1932), en el que se nos presenta la estructura dramática que seguirían, con mayor o menor fidelidad, las distintas iteraciones de Nace una estrella, las de 1937 y 1954 ambientadas en Hollywood, y las de 1976 y la recién estrenada de 2018, en el mundo de la música.

 

Como lo dice el título de la primera versión, What Price Hollywood?, el cuestionamiento de todas estas cintas es más o menos el mismo: ¿cuál es el precio que alguien está dispuesto a pagar por acceder al estrellato?

 

Dirigida por un joven George Cukor y producida por la RKO cuando David O. Selznick era su jefe de producción, What Price Hollywood? está repleta de claves biográficas. La historia de la ingenua jovencita Mary Evans (Constance Bennett), que llega al estrellato protegida por el veterano actor alcohólico Max Carey (Lowell Sherman) era un lugar común ya en los inicios del cine sonoro hollywoodense y los excesos dipsómanos interpretados por Sherman estaban basados, aparentemente, en anécdotas protagonizadas por el gran borrachales que fue John Barrymore y en las propias vivencias de Sherman, otro conocido actor (y luego cineasta) alcohólico.

 

En su primer gran filme, Cukor contó con la presencia de Constance Bennett, quien sabía muy bien qué era la fama y que nunca tuvo problemas para lidiar con ella. De hecho, más que una actriz, Bennett fue, durante los años 20/30, una de las grandes celebridades de su época: una socialité neoyorkina, célebre por sus amoríos, habitual cliente de casinos, árbitro de la moda y la elegancia. Incluso, como su propio personaje en What Price Hollywood?, ella se había casado con un millonario, había abandonado la actuación un tiempo y luego había regresado a ella.

 

Cinco años después de esta cinta, Selznick, ya dueño de su propia casa productora, le ofreció al mismo George Cukor dirigir la mencionada Nace una estrella, con Janet Gaynor, la primera ganadora del Oscar a Mejor Actriz en 1928, en el papel central. Cukor rechazó la oferta, por lo que el buen artesano William A. Wellman se hizo cargo de la responsabilidad.

 

Estamos básicamente ante la misma historia, solo que esta vez la relación entre la aspirante a estrella, Esther Victoria Blodgett luego convertida en Vicky Lester (Gaynor), y la del decadente actor alcohólico Norman Maine (Fredric March), no es la de un veterano protegiendo paternalmente a una recién llegada, sino la de una tormentosa historia de amor ahogada entre los excesos del trago y las exigencias de la fama.

 

Esta es, también, la misma estructura dramática de la mejor versión realizada hasta el momento, la protagonizada por Judy Garland y James Mason en 1954, dirigidos, ahora sí, por George Cukor.

 

Aunque Garland no da la edad para el papel –tenía 32 años e incluso parece mayor-, se trata de la más notable actuación de su carrera. Como nunca antes, la timidez natural de su voz al hablar se contrasta con su vozarrón al interpretar dramáticamente, por ejemplo, The Man that Got Away, de Arlen y Gershwin, como desgarrador himno al amor perdido. También se trata de la cinta mejor actuada de las distintas versiones: véase por ejemplo, cómo Mason, de espaldas, muestra su frustración al enterarse que cierto paquete no es para él; véase luego de qué manera la Vicky Lester de Garland, también de espaldas, se recompone para salir a cantar de nuevo, otra vez, hasta el final, como la propia Judy Garland lo haría una y otra vez, levantándose de sus excesos y depresiones.

 

Frente a estas sublimes muestras de gran melodrama, la siguiente versión, dirigida en 1976 por Frank Pierson, con Barbra Streisand y Kris Kristofferson como protagonistas, palidece inevitablemente. La fórmula, para entonces, estaba convertida en un cliché y ni la simpatía natural de la Streisand, quien tiene una espléndida presentación cantando “Queen Bee”, salva a la película de la rutina.

 

Aunque hay que aceptar que esta versión de Nace una estrella funciona intermitentemente, cuando se olvida de la historia de amor y de los excesos de alcohol y drogas de Kristofferson, para dejar el campo libre al lucimiento de la voz y la personalidad de Streisand, que aprovecha cada momento en el que aparece cantando.

 

Es la misma situación de la más reciente cinta, estrenada este fin de semana y dirigida y protagonizada por Bradley Cooper, con Lady Gaga colocándose los zapatos de Constance Bennett-Janet Gaynor-¡Judy Garland!-Barbra Streisand. Si la cinta funciona, es por la voz y la presencia de Stefani Joanne Angelina Germanotta (Lady Gaga, pues) cuyo primer disco, por cierto, se titula The Fame y alguna vez declaró que si su destino era perder la cabeza por la fama, abrazaría felizmente ese destino. Judy Garland le aplaudiría.

 

 

FOTO: Nace una estrella está protagonizada por Bradley Cooper y Angelina Germanotta (Lady Gaga). / Especial

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