Entre la memoria y el autodescubrimiento

Oct 27 • Lecturas, Miradas • 2702 Views • No hay comentarios en Entre la memoria y el autodescubrimiento

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Joyita, del Premio Nobel de Literatura 2014, es un desfile de personajes solitarios que recorren la ciudad de París, donde la trágica premisa inicial de la protagonista es entendida como un viaje de autoconocimiento

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POR RODRIGO MENDOZA

Patrick Modiano es uno de los escritores que mejor sabe usar la memoria y sus respectivos recovecos para sostener sus narraciones. El ganador del Nobel ha sabido cómo conjugar el pasado y el presente a través de la memoria y el espacio. Así lo hizo con su reconocida Dora Bruder (1997) y lo repite ahora con Joyita (2017). En Dora Bruder, Modiano logró reconstruir la breve y trágica vida de una adolescente judía atrapada en el caos de la ocupación nazi en Francia y los campos de exterminio. Lo hizo a través del espacio que el propio escritor y Bruder ocuparon en tiempos distintos. Modiano recurrió a la memoria para establecer un vínculo con una joven que desapareció cuando él era sólo un niño. Ahora, con Joyita hace un breve viaje por un París que no remite al Holocausto pero sí a una vida que intenta reconstruirse con una inevitable nostalgia que ofrece los cimientos de una borrosa memoria.

 

En estas páginas, el escritor francés emprende, con una sencillez que puede malinterpretarse como parquedad –muy al estilo de Raymond Carver–, un estudio sobre los complejos caminos de la memoria por medio de una joven que, un día, se encuentra en el andén del metro a quien cree que es su madre –misma que se supone que ya había muerto años antes– y que, por si fuera poco, la abandonó cuando era una niña. La cantidad de preguntas y sentimientos encontrados que este suceso despierta en la protagonista convierten al lector en testigo de una vida que comienza a bullir en juventud y desconcierto justo en esa edad en que la existencia no es más que un camino incierto y accidentado.

 

Joyita es, sobre todo, un desfile de personajes solitarios que recorren la misma ciudad, que se dejan llevar por la vida sin estar muy seguros de adónde se dirigen –y tal vez ni siquiera les importe–. Los personajes aparentemente mundanos que Modiano conjuga conforman un mosaico de realidades ordinarias que a la vez son tan complejas como sólo la vida puede serlo. Aquí, el escritor retrata sin mayores explicaciones que las estrictamente necesarias –por momentos ni siquiera eso– una existencia a la que llegamos de repente con más preguntas que respuestas, a la vida de una joven cuyo nombre real ni siquiera necesitamos saber pero que, en medio de su desconcierto y su perseverancia, irradia una vitalidad contagiosa que hace que la deprimente, acaso trágica, premisa inicial se convierta en un viaje esperanzador de autodescubrimiento.

 

Con la calidez y cercanía que ofrece la narración en primera persona, Modiano presenta a una joven dócil que lleva una vida tranquila e intrascendente hasta el momento en el que cree encontrar a su madre. Así, Joyita –como ella misma se autonombra– cuenta que no conoció a su padre y que fue su tío –aunque no está segura de ese parentesco– el único que se hizo cargo de ella de forma intermitente. Joyita transita por un París frío y condensado al tiempo que convive con su propia soledad, tratando de reconstruirse a sí misma mediante la fragmentada memoria de su niñez y buscando claridad en la borrosa imagen de quien fue su lejana e irresponsable madre, que ahora parece estar inexplicablemente viva. ¿Por qué desapareció tanto tiempo? ¿La recordará ahora, a más de 10 años de haberla abandonado? ¿Por qué se deshizo de ella, en primer lugar? Como buen narrador, Modiano entiende que lo importante no es responder estas preguntas sino mostrar el proceso emocional que Joyita emprende para contestarlas.

 

La historia que el autor cuenta en Joyita se acerca por momentos a cualquier bildungsroman, salvo que Modiano consigue crear un mundo en el que los sentimientos se callan y se expresan con miradas, caricias y sonrisas. Hay una lluvia de personajes entrañables y complejos encarnados por una farmacéutica dulce, un traductor simpático, unos padres fríos y desinteresados, una niña desprotegida y una mujer distante cuya identidad resulta casi imposible de determinar. Estos son los personajes que pueblan esta historia y acompañan a Joyita en un transitar monótono aunque al mismo tiempo diferente y es ahí donde el principal acierto de Modiano se asoma. El escritor consigue recordarnos que lo más importantes de la vida también se encuentra en lugares aparentemente banales, en esos caminos conocidos que recorremos siempre y en los que un día, de entre la nada, encontramos algo que marca la diferencia, como puede ser la plática con un desconocido o el encuentro con alguien que creíamos muerto.

 

Lo mejor de esta novela se halla en las relaciones que Modiano establece entre sus personajes, particularmente el lazo de amistad y complicidad que la protagonista forma gracias a su trabajo vespertino como niñera. Joyita se encarga de cuidar a una niña cuyos padres además de no prestarle atención ni afecto, se revelan como progenitores absortos por completo en sus propias existencias. Esta relación entre ambas lleva al reconocimiento de la protagonista en la figura de una inofensiva niña cuyo sufrimiento se comparte vía el abandono de sus padres y la soledad de la infancia. La falta de vínculos familiares hace que la vida de Joyita se reconfigure sutilmente tanto a través de los ojos de esta menor como del nexo compasivo y filial que encuentra en la empleada farmacéutica y en el amable traductor.

 

Así pues, Modiano vierte su particular talento en esta novela que rebosa de la simplicidad descriptiva y naturalidad dialógica que se han vuelto el sello distintivo de su prosa y que se convierten en virtud cuando permiten acceder a la esencia de lo cotidiano.

 

FOTO: Patrick Modiano también es autor de Trilogía de la Ocupación y Accidente nocturno. / AP

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