Lo mejor de la narrativa y el ensayo en 2018

Dic 22 • destacamos, principales, Reflexiones • 8779 Views • No hay comentarios en Lo mejor de la narrativa y el ensayo en 2018

/

Las novedades editoriales de este año incluyeron imprescindibles sobre el Movimiento estudiantil de 1968, ensayos sobre temas urbanos y culturales, además de algunos clásicos de la literatura mexicana, como la obra narrativa de Juan José Arreola, Salvador Elizondo y Amparo Dávila

/

POR MARY CARMEN SÁNCHEZ AMBRIZ

 

Este año la no ficción ocupó un lugar significativo en las letras mexicanas. El ensayo, la autobiografía, la investigación periodística y la crónica se practicaron con valiosos resultados.

Algunos de estos títulos responden a la coyuntura —los cincuenta años del Movimiento estudiantil del 68, el centenario de Juan José Arreola— y otros son el reflejo de un interés que cada vez permea más en los autores mexicanos: hablar de sí mismos, como es el caso de Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978) y Rafael Pérez Gay (Ciudad de México, 1957), quienes este año publicaron libros con tintes autobiográficos.

 

En No contar todo (Random House, 2018), Monge elabora una genealogía sobre el patriarcado para retratar la vida de tres hombres que están en busca de sí mismos —su abuelo, su padre y el propio Emiliano—. Cada uno de ellos trae sus conflictos, mismos que alternan con ecos del machismo, el abandono, la violencia y el silencio, ese último flagelo que congela lazos familiares en el olvido. Estamos ante una novela ambiciosa, intensa, en donde el narrador obtiene buenos resultados al establecer un juego de espejos o paralelismos sobre la vida de los Monge. Aunque el autor insiste que es un libro de no ficción, se puede ubicar en lo que se conoce como autoficción y ser testigos de la versatilidad polifónica que posee Monge para relatar la historia. “Cómo sentir que cada uno de nosotros era un pedazo de silencio, el silencio que él abrió entre nosotros y que nosotros, después, no dejamos de hacer más y más amplio. El silencio este que está entre nosotros desde entonces y que no ha dejado de alejarnos, de separarnos hasta habernos convertido finalmente en extraños”, escribe Monge.

 

Por su parte, Rafael Pérez Gay con Perseguir la noche (Seix Barral, 2018) concluyó la trilogía que comenzó con Nos acompañan los muertos (2009) y siguió con El cerebro de mi hermano (2013). En la primera entrega se centra en la enfermedad y los últimos días de la vida de sus padres; luego analiza y narra el padecimiento de su hermano, el escritor y germanófilo, José María Pérez Gay y, finalmente, en el último libro relata las vicisitudes respecto al cáncer de vejiga que enfrentó. En cada uno de los tres libros se percibe el miedo a la muerte y, al mismo tiempo, un tono desenfadado que vuelve más atractiva la lectura. El acierto en Pérez Gay radica precisamente en intercalar ese humor con el tono confesional, emotivo, para desenredar una madeja de situaciones que ponen en alerta a cualquier persona. Tras la lectura de Perseguir la noche, resulta inevitable no pensar en Susan Sontag cuando se refiere al cáncer y dice que las metáforas maestras no provienen de la economía, sino del vocabulario de la guerra: “Las células cancerosas no se multiplican y basta: ‘invaden’. También ‘colonizan’ zonas remotas del cuerpo. Se habla de las ‘defensas’ del organismo y de la radioterapia que ‘bombardea’ al paciente, cuyo cuerpo es visto como un campo de batalla”.

 

 

De Visegrado a Oriente

Desde otras latitudes, en el corazón de Europa del Este, se gestó Visegrado. Microensayos literarios de Hungría, Polonia y República Checa (Almadía, 2018), de Karen Villeda (Tlaxcala, 1985). Un recuento de lecturas, fábulas, poemas de Szymborska y textos de Kertész, entre otras facetas de este libro cercano a la crónica de viaje, al ensayo intimista, a la reflexión puntual de la autora al toparse, por ejemplo, con la arqueología del lenguaje húngaro que “se rige por la aglutinación de inextricables diágrafos que adhieren la lengua al paladar como sz y tz”. Son minucias literarias engarzadas con lucidez, apologías de una flaneur, evocaciones, extravíos pertinentes. Villeda es una joven escritora que camina con pasos firmes y muy bien definidos en varios géneros literarios: poesía, ensayo y novela para niños.

 

 

Continuando con el ensayo, de Europa de Este llegamos a Oriente. Carlos Martínez Assad (Amatitán, Jalisco, 1946) publicó un atractivo libro sobre la historia, religión, ideología, sociedad y aportaciones literarias del mundo árabe al mundo: Cruzar el umbral al Medio Oriente (Océano, 2018). La investigación de Martínez Assad tiene un punto de partida, Orientalismo. La creación de Oriente por Occidente, un libro donde Edward Said expone la manera en que se ha contado la historia desde una visión imperialista y globalizada. Resulta grato recorrer la historia y los libros de travesías en compañía de Chateaubriand, Mark Twain, Pedro II de Brasil y Loti, Nerval, De Queiroz. Otro asunto medular es también cuando señala la importancia de autores como Ismaíl Kadaré, Naguib Mahfouz, Yasar Kemal, Rabee Jaber, Orhan Pamuk, Amin, Maalouf, Adonis o Albert Camus. Al leer a Martínez Assad somos testigos de cómo rescata pasajes, anécdotas, diarios de viajes, entre otras referencias puntuales que lo hacen volver a su propósito inicial: reivindicar a la cultura con raíces árabes. Da la impresión que en lugar de un libro hizo un mosaico de Rávena, y que cada fragmento sobre Oriente, resulta esencial para poder observar la pieza completa. Con objetivos diferentes, pero similares en cuanto a su rastreo y precisión de datos literarios, tanto Visegrado como Cruzar el umbral al Medio Oriente son un verdadero deleite.

 

 

Salvador Elizondo y los sueños de escritura

“Estoy soñando que escribo este relato”, así comienza Elsinore: un cuaderno. A treinta años de la publicación de la novela, El Colegio Nacional ofrece un producto editorial sorprendente, con ilustraciones de Nuria Meléndez Gámez, presentación de Paulina Lavista —en donde habla de la génesis del relato—, prólogo de Daniel Saldaña París y una libreta iconográfica… a la par, en calidad, a la caja conmemorativa por el medio siglo de Farabeuf, de hace ya tres años. La novela de Elizondo (Ciudad de México 1932-2006) ocurre en California, en la Escuela Naval y Militar del Lago Elsinore. Aunque este último nombre tenga resonancias shakespeareanas, las presencias literarias aquí van, más bien, de Edgar Allan Poe a Joseph Conrad. La aventura acuática adquiere las dimensiones del mito. También hay ecos cinematográficos, como la vecindad de este colegio con la casa de un afantasmado Bela Lugosi; y la sensualidad de Rita Hayworth es trasladada, por la mente infantil, a la maestra de baile de la escuela, la señorita Simpson, de la que el pequeño Salvador se vuelve fiel devoto. Lo explica el narrador: “La pasión por una sola mujer nunca es más intensa ni más aparatosa, espiritualmente hablando, que en la adolescencia, mientras es uno todavía capaz de desear tan intensamente sin ninguna esperanza de ser correspondido”. En una carta, Paz reconoce las virtudes de Elsinore: “Qué alivio leer este libro, breve y perfecto… Al fin una literatura en la que se alían la ligereza y la inteligencia, la gracia y la melancolía”.

 

 

Arreola y Dávila

2018 nos hizo recordar a dos importantes narradores: Juan José Arreola (1918, Zapotlán El Grande—Guadalajara, Jalisco, 2001) en su centenario y Amparo Dávila (Pinos, Zacatecas, 1928), quien cumplió 90 años. De Arreola se pusieron en circulación varias ediciones encomiables: la Iconografía (FCE, 2018), una caja con cinco títulos que alguna vez publicó Joaquín Mortiz —La feria, Palindroma, Varia invención, Bestiario y Confabulario— y Punta de Plata (Joaquín Mortiz, 2018), un rescate editorial en donde se incorporan 24 ilustraciones de Héctor Xavier al Bestiario de Arreola, como ocurrió hace 60 años. Inmejorables ediciones de Arreola, libros asequibles para que las nuevas generaciones conozcan a uno de los grandes autores de la narrativa mexicana.

 

De Amparo Dávila, el Fondo de Cultura Económica (FCE) publicó El huésped y otros relatos siniestros con ilustraciones de Santiago Caruso. Es el tercer título de una colección juvenil de excelente manufactura. La sutileza que encierran los cuentos de horror de Dávila, el enigma siempre latente, la magistral forma que tiene para revelar lo acontecido, hacen que releerla en este nuevo formato sea muy placentero. Esta colección surgió en el FCE por iniciativa de Socorro Venegas y sería lamentable que por los cambios administrativos, el proyecto no gozara de continuidad. Cabe destacar que en esta misma colección se encuentran títulos como Arenas movedizas de Octavio Paz, y Entre noches y fantasmas, de Francisco Tario.

 

 

Espectros de la ciudad

Y de los espectros de Amparo Dávila pasamos a otros que habitan en la Ciudad de México, sitio de leyendas y crónicas que Héctor de Mauleón (Ciudad de México, 1963) ha seleccionado para escribir La ciudad oculta. 500 años de historias (Planeta, 2018), tomos 1 y 2. De Mauleón es periodista, narrador y cronista que cada vez cuenta con más lectores porque sabe escrudiñar el pasado de la capital e incorporarlo a la visión del presente. Si De Mauleón no se hubiera enfilado hacia el periodismo, seguramente habría sido historiador; en su pluma se da ese binomio poco común en el periodismo mexicano del siglo XXI: la versatilidad de temas que toca con la buena prosa.

 

 

El 68 escrito

La conmemoración por los cincuenta años del Movimiento estudiantil y su desenlace trágico el 2 de octubre produjo una lista irregular de títulos literarios y olvidó acaso algunos de los esenciales. Brillaron por su ausencia, por ejemplo, las dos novelas de García Ponce dedicadas a esos sucesos —La invitación y Crónica de la intervención—, y no hubo presencia en librerías de Si muero lejos de ti, de Jorge Aguilar Mora. Sí se leyó Palinuro de México, de Fernando del Paso, y Muertes de Aurora, de Gerardo de la Torre, que cuenta el 68 desde la perspectiva de los trabajadores petroleros, y que tuvo una edición casi de autor, de circulación limitada.

 

Cal y Arena lanzó un paquete amplio de libros dedicados a ese año, entre los que destacaron los de Luis González de Alba —principalmente Los días y los años— y Gilberto Guevara Niebla, ambos líderes del Consejo Nacional de Huelga (CNH), además del clásico Pensar el 68.

 

Una novedad significativa fue Octavio Paz en 1968: el año axial (Taurus, 2018) con cartas y escritos sobre los movimientos estudiantiles, prefacio y compilación de Ángel Gilberto Adame (Ciudad de México, 1967), retrato de una personalidad lúcida que supo anticipar las medidas extremas e interpretó de modo adecuado a la terrible noche de Tlatelolco, al marcar sus distancias, como embajador de la India, del régimen de Gustavo Díaz Ordaz.

 

Al fin, en La conspiración del 68: los intelectuales y el poder, así se fraguó la matanza, Jacinto Rodríguez Murguía aclara la participación en esos hechos de un personaje oscuro, el filósofo Emilio Uranga, hacedor de libelos —a las órdenes de Mario Moya Palencia y Luis Echeverría—, entre ellos El Móndrigo, falsa bitácora de un miembro del CNH.

 

 

No leer

Lo que menos interés despierta se deja para el final, como es el caso de No leer. Crónicas y ensayos sobre literatura (Anagrama, 2018) de Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975). Es una práctica frecuente que los escritores recopilen sus ensayos —breves o largos— o columnas de opinión en un libro. El autor debe tener un criterio editorial y un olfato fino para saber cuáles de esos textos que fueron generados bajo presión merecen estar en una edición y cuáles no. Otro punto a considerar es que el propio escritor se haga esta pregunta: ¿qué aporta mi ensayo a la lectura de un determinado autor? Si es alguien complaciente con sus propios textos, tendrá un resultado mediocre como es el caso de No leer.

 

 

El libro puede dividirse en dos partes: primero se encuentra la sección de bibliotecas, las fotocopias, trabajos escolares, las coincidencias de temas literarios, los gatos en la literatura, la correspondencia de algunos escritores, los amores “cuestionados” a ciertos autores, entre otras nimiedades no tan afortunadas, dotadas de una simpleza y nostalgia como si hubieran pasado cincuenta o más décadas en la vida del autor. ¡Cuánta melancolía porque ya no se lee tanto en fotocopias!

 

 

Luego toca el turno de abordar la vida y obra de algunos escritores, en su mayoría chilenos. La visión respecto a la literatura chilena y de otros países de América Latina resulta válida si se tiene el conocimiento y las lecturas necesarias; de lo contrario se cae en facilismos e ingenuidades, como cuando el autor se aferra en descubrir la influencia de Josefina Vicens en Valeria Luiselli. Se nota que es la primera vez que el narrador chileno se acerca a la narrativa de Vicens.

 

 

Zambra tiene derecho a que le guste o no un libro, si lo argumenta y no se limita a una frase vacía. Así pasa cuando se refiere a Cortázar; sin embargo, se queda en una visión superficial. Una situación similar sucede en su fracaso por leer Madame Bovary: “La verdad es que no avancé mucho más en la lectura. Me gustaba leer, pero la prosa de Flaubert simplemente me hacía cabecear.”

 

 

¿Por qué tenemos que ser complacientes con libros que hablan sobre otros libros como si al hacerlo ya gozaran de una inmunidad por su intención “bienhechora”? Los volúmenes de ensayos y crítica literaria son libros de transición que, en el mejor de los casos, su lectura nos traslada a otros y a otros. Lo mínimo que se espera de esta clase de títulos es amenidad, lucidez, coherencia y que los datos vertidos estén colocados de una manera atractiva. Esto no sucede aquí. No cabe duda, habrá que hacerle caso al desafortunado título del libro.

 

 

 

FOTO: Emiliano Monge es autor de No contar todo, una genealogía sobre el patriarcado que relata la vida y conflictos personales de tres hombres: su abuelo, su padre y él mismo. / Germán Espinosa / EL UNIVERSAL

« »