Apaches: una historia olvidada

Ene 26 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 6726 Views • No hay comentarios en Apaches: una historia olvidada

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El sometimiento del pueblo apache es abordado en Ahora me rindo y eso es todo, la nueva novela de Álvaro Enrigue, una polifonía narrativa

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POR EDUARDO ANTONIO PARRA

 

Es el siglo XIX. Camila corre corre por un llano de Chihuahua perseguida por una partida de pieles rojas a caballo. Un jinete enorme se le empareja, la alza del pelo para treparla a su montura. Enseguida le desgarra la ropa hasta dejarla en cueros y continúa la cabalgata… En torno a esta imagen inicial, Álvaro Enrigue ha escrito un relato que desborda los límites de la novela convencional para confundirse con el ensayo, la monografía, la crónica, el western, el libro de viajes, la libreta de apuntes y el diario personal, enfocado en desenterrar del olvido la guerra con los diversos pueblos conocidos como apaches que se libró en esas tierras inhóspitas del norte de México y el sur de Estados Unidos.

 

¿Qué y quiénes eran los apaches? Todos hemos escuchado algo sobre ellos, por lo menos los nombres de los cabecillas más temidos: Cochís, Juh, Victorio y, desde luego, Gerónimo. Todos nos quedamos con la imagen de villanos desalmados que por décadas Hollywood les construyó. Quien haya vivido en el norte seguro escuchó sus leyendas: surgían de la nada, saqueaban todo y desaparecían a galope; robaban ganado, y mujeres y niños para volverlos como ellos; poseían poderes diabólicos; sometían a sus cautivos a tormentos sin fin; eran los guerreros más letales sobre la tierra. A más de un siglo de su derrota definitiva, la vox populi aún los considera el Extraño, el Otro, el Enemigo: ese ente al que hubo que exterminar. Para cambiar esas impresiones era necesario que los conociéramos de cerca a través de un libro como Ahora me rindo y eso es todo.

 

Pero la historia de los apaches es inmensa. Muchos años, batallas, jefes; la Nueva España, el México independiente, el despojo del territorio tras la guerra contra los gringos, la apertura del Oeste norteamericano. ¿Cómo contarla? Álvaro Enrigue divide la novela en tres partes y elige a Camila, la mujer raptada, y al teniente José María Zuloaga, encargado de armar una partida para ir en su busca, como las dos piedras de toque para arrancar. A través de dos líneas narrativas separadas en el tiempo varias semanas, nos interna en el abrupto territorio de la Apachería, muestra cómo era la vida de los rancheros sometidos a la amenaza apache y nos hace sentir los sufrimientos de la raptada (hambre, fatiga, golpes, desnudez, incertidumbre), mientras abre otra línea “ensayística” donde reflexiona sobre el devenir de los apaches, cuenta aspectos de su investigación documental y exhibe cuadros históricos ejemplares. Al avanzar en las páginas, las líneas narrativas continúan bifurcándose y, sin dejar las tribulaciones de Camila y Zuloaga, conocemos poco a poco las historias de jefes como Gerónimo, Victorio, Nana, los esfuerzos del ejército mexicano por exterminarlos, los del gobierno de Estados Unidos para encerrarlos en reservaciones, y hasta las peripecias de un viaje familiar del autor por las tierras de la antigua Apachería.

 

Desde el inicio se advierte la admiración —una admiración nacionalista: casi todos los grandes jefes nacieron en México— del autor por sus personajes, su libertad, su voluntad inquebrantable. No oculta sus actos atroces, pero los trata de entender. Sus mismos protagonistas, Camila y Zuloaga, transforman con el paso de los días su manera de ver a los enemigos. Cuando, al fin de la primera parte, Camila llega a la aldea de sus raptores, una larga convivencia durante el viaje la ha hecho aquilatar su modo de vida. Algo semejante ocurre con Zuloaga cuando, tras varios enfrentamientos, consigue llegar al pie de las montañas Chiricahuas en busca de la cautiva. Esa admiración de Enrigue por los apaches se plasma en las diversas opiniones que un autor presente en su relato puede darse el lujo de emitir, en sus interpretaciones antropológicas, en las múltiples sentencias e ironías (sobre todo contra los gringos) que salpican las páginas. Incluso en el estilo: Ahora me rindo y eso es todo está escrita en español mexicano, tan mexicano que tal vez los lectores peninsulares necesiten subtítulos o muchas notas al pie de página para entenderla.

 

Al llegar a la segunda parte la novela se transforma en una polifonía. El autor multiplica los puntos de vista y hace hablar a muchos actores reales de la Guerra Apache para contar la persecución de Gerónimo en la Sierra Madre mexicana, el cerco que le tienden, las ofertas de los gringos para que se entregue, su rendición y su traslado, con los últimos guerreros que le quedaban, a una reservación en la Florida. Aquí, Enrigue amplía aún más su visión histórica y narra fragmentos de la formación política y cultural del norte de México tras la independencia y pone en acción a militares de ambos lados de la frontera contra los indios, hasta mostrar la última etapa de una guerra de Conquista que se inició hace casi cinco siglos en el continente; interpreta, ensaya y establece ligas entre hechos históricos distantes, como hacer derivar de las estrategias guerreras de los apaches las de Pancho Villa (quien aparece junto a Gerónimo de niño, cuando aún era Doroteo Arango).

 

En la tercera parte, Camila, luego de sufrir lo indecible después de su rapto, decide quedarse en la aldea como esposa del jefe Mangas Coloradas. Zuloaga lo entiende y vuelve a Chihuahua con menos hombres que con los que salió. En la última imagen de la novela vemos a Gerónimo —quien es exhibido como trofeo en un fuerte de Houston junto con el jefe Nanche y otros guerreros— cargando al hijo de una gringa que lo mira con admiración.

 

Con la ayuda de una estructura y diversas estrategias narrativas que ya había probado en Muerte súbita —ganadora de los premios Herralde y Poniatowska—, Álvaro Enrigue ha conseguido ordenar el inmenso material del que disponía luego de años de investigación, para poner frente a los lectores Ahora me rindo y eso es todo: una novela más apasionante, más nuestra, cuyo objetivo, además de entusiasmarnos por la literatura, es vencer esa tendencia tan nuestra de echar al olvido los momentos de nuestra historia que más suelen incomodarnos.

 

 

Álvaro Enrigue. Ahora me rindo y eso es todo. Editorial Anagrama. México. 2018. 455 pp.

 

 

FOTO: Gerónimo, jefe chiricahua, en 1887. / AP

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