“Hay que jugar con las palabras para emanciparnos”. Entrevista con Cristina Morales

Mar 2 • Conexiones, destacamos, principales • 4870 Views • No hay comentarios en “Hay que jugar con las palabras para emanciparnos”. Entrevista con Cristina Morales

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Lectura fácil, de Cristina Morales, es una novela polifónica en donde tienen cabida distintos géneros textuales, desde el narrativo y el ensayístico hasta el fanzine anarquista. En entrevista, la autora habla de esta obra, ganadora del Premio Herralde de Novela 2018, y la resistencia que sus protagonistas, un grupo de mujeres anarquistas se oponen a la disciplina del cuerpo

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POR GUILLERMO ROZ

Mezclar y provocar, esos parecen ser los dos verbos preferidos de Cristina Morales (Granada, España, 1985), escritora y bailarina, a la hora de haberse puesto a escribir su Lectura fácil (Anagrama 2019), Premio Herralde de Novela 2018. Mezclar porque Morales ha puesto a dialogar en un solo texto el ensayo, la ficción, la lectura de un fanzine anarquista y el discurso jurídico. Provocar, porque el tono de la novela es no sólo inquisitivo y mordaz, irónico y crítico, sino que aborda temas como el sexo con un lenguaje explícito, con una lupa sin complejos.

 

Lectura fácil cuenta la historia de un grupo de anarquistas, cuatro discapacitadas mentales, y describe el mundo de la danza desde una mirada política, feminista, el cuerpo como espacio para el análisis ideológico y reivindicativo. Una novela rica y compleja, un collage donde caben todos los discursos desde los que se pueden debatir las contradicciones del presente desde una gran ciudad como Barcelona, donde se enclava la historia.

 

 

La primera línea de la novela dice “Tengo unas compuertas instaladas en las sienes” ¿Qué compuertas querías abrir con esta novela?
Me gustaba jugar con la idea de cyborg, algo que usó alguna vez Ursula K. Le Guin: elementos biónicos para hablar de feminismo, como un lugar de no reconocimiento del género al cien por cien. Un recurso casi de ciencia ficción para tratar el tema del cuerpo.

 

 

Comenzamos hablando de ciencia ficción y de lo biónico en una novela que es claramente humanista…
No sé si es humanista pero sí es una novela presentista. Hay una gran conciencia de mi parte para ubicar a los personajes desde el contexto político y social desde el que hablan. Lo que dota de un elemento consciente a la novela, una conciencia que es profundamente humana.

Conciencia instalada en personajes “discapacitados intelectuales”. Has buscado darle una vuelta de tuerca al concepto de discapacidad y de la conciencia de los que no consideramos demasiado “conscientes”.
Sin duda es así. En el mundo de la salud mental existe el término de “conciencia de enfermedad”. Cuando investigaba para escribir este texto, yo buscaba ver si existía la categoría “conciencia de discapacidad”. Para mí esto es tremendamente perverso. Esto es si la persona que es tutelada es consciente de dicho tutelaje. En definitiva la conciencia de sentirme dominado.

 

 

Parece curioso que esta novela que va tan en contra de los discursos establecidos, de denuncia, haya ganado un premio literario importantísimo, central en el mundo de la literatura en castellano…
Lo último que me esperaba es ganar este premio porque la novela ha sido previamente censurada por otra editorial. Ha sido pisoteada. Iba a ser mutilada. No iba a ser publicada aún siendo un encargo de la editorial que la censuraría. A mí me hizo replantear mi trabajo literario

Por otro lado había un asunto que tenía que ver con algo que apelaba a la comunicación: qué se puede comunicar y qué no. En el discurso que di cuando me dieron el Premio Herralde dije que creía que al final se había dado el milagro de la comunicación.

 

 

¿Censura en estos tiempos?
Un gran grupo editorial me encargó la novela, una vez la entregué, se examinó y se decidió que se quitaban páginas por centenares, y frases y palabras concretas. Entonces yo dije que así yo no seguía, que la novela no salía. Gracias a Dios tomé la decisión de no modificar el texto y de llevármelo a otra parte.

 

 

Un texto complejo, rico en analogía, polifónico y ambicioso, se termina titulando Lectura fácil. ¿Por qué motivo?
Originalmente el titulo iba a ser el graffiti de la portada, tan largo: “Ni amo, ni dios, ni marido, ni partido, ni de fútbol”, pero me dí cuenta que Lectura fácil describía con cierta claridad no sólo la parte en que uno de los personajes escribe en WhatsApp una novela con las reglas de la lectura fácil, sino que representaba la parte del fanzine político, inserto en el libro.

 

 

¿Hemos llegado al tiempo en que hay que aprender a nombrar de nuevo, hay que entender que el mundo de las palabras ha cambiado con la velocidad del cambio del mundo?
No diría que hay que entender el mundo de las palabras sino más bien darles su justo significado. Si en algo es especialista el poder, como pueden ser los medios de comunicación, es la de crear significado. Entonces la tarea de quienes interpretamos la realidad y las trasladamos a nuestros iguales es aprender a nombrar las palabras con más realidad, aprender a nombrarlas de un modo emancipador. No hay que jugar con las palabras para seducir, sino para emanciparnos de la opresión. Es una apuesta mía, política y creadora.

 

 

Entra allí la danza también como discurso político…

No escribiría como escribo si no bailara, sería peor escritora. Me parece alucinante como seguimos pensando en términos platónicos de mente y cuerpo, como separados, eso me sorprende. Me sorprende sobre todo en aquellas personas afines al mundo sensible, al mundo del arte, que sin embargo siguen sintiéndose tan desconectados de su propio cuerpo. Hay que reconectarlo todo.

 

 

Lectura fácil busca conectar muchas historias, muchos mundos, une los puntos marcados para crear una imagen…
Mira, yo hago el gesto de ponerme frente al espejo, quito los muebles del medio y hago físicamente lo que quiero llevar al papel. Para ver cómo funciona, qué cuento. Lo vivo.
Yo quiero hablar, entre otras cosas, de temas tabúes en la danza. Creo que también el mundo de la danza es un mundo donde uno puede emanciparse y no un mundo de disciplinamiento de los cuerpos. Yo he tenido la picardía, hablando de danza, de ir más allá de lo que me enseñaron y quedarme con lo que no se debía decir, con las sensaciones que no se nombraban. Con estos flecos empezó a surgir Lectura fácil, porque empezó siendo una crítica sobre el mundo de la danza.

 

 

¿Se cruzan tus mundos? ¿Cuando escribes piensas en bailar y cuando bailas piensas en escribir?
Sí. Durante el proceso de escritura de esta novela fueron dos procesos que fueron de la mano, tanto que durante la composición del libro llegué a caer enferma, porque son dos tareas muy duras, de entrega física e intelectual.

Se escribe con el cuerpo, con la paciencia corporal de estar delante de la pantalla. Y se baila con el cerebro, es innegable. Así que yo escribía por la mañana y danzaba por la tarde. Así caí en tres neumonías. El cuerpo me decía basta. Pero increíblemente eran dos procesos gozosos que se retroalimentaban.

 

 

¿Los escritores actuales adolecen de la conexión cuerpo y mente?
No lo sé, sólo sé que las obras literarias que me interesan tienen al cuerpo como un elemento vertebrador. Hablo de los procesos del cuerpo, de lo escatológico, del alimento. Me viene a la mente Roberto Bolaño cuando habla de la importancia de la caca. Coloca dos campos en principio encontrados como las cosas importantes de la vida y la caca, en un mismo sitio. Y claro, la caca es lo que solemos considerar como lo menos importante.

 

 

Esta novela, tan feminista y con espíritu de denuncia de diferentes opresiones sociales y políticas, ¿crees que hubiera tenido lugar de recepción importante hace veinte o treinta años?
El lector de hoy vive en la sociedad de la información, sin querer decir que sabe más que el de veinte o treinta años atrás, tiene un contenido competitivo mayor, en buena medida porque vivimos en la democracia que es un sistema competitivo. Por esto me atrevo a decir que el lector de hoy está acostumbrado a un asunto que la novela pone de manifiesto de manera exacerbada que es la contraposición de discursos. Hace veinte o treinta años esta contraposición hubiera sido recibida de una manera mucho más extravagante. Parte de la buena recepción de la novela es que tenemos tantas fuentes de información de tantos lugares diferentes que nos hacen saber digerirlo todo, casi sin problemas.

 

 

Es un texto construido, entre otros recursos, con el argot de jóvenes de diferentes lugares de España, sobre todo de Barcelona ¿Cómo crees que será recibido esto entre los lectores de diferentes sitios hispanohablantes?
Hay que escribir como una habla, sin pretender ningún universalismo. Precisamente en la búsqueda de algún tipo de español neutro, se empobrecen los textos. Los novelistas que quieren exportarse hacen una lengua fácil para la traducción, fácil para la lectura. El argot es imprescindible en esta novela para que la novela sea lo que es. La idea de conexión de cuerpo-mente bien podría ser la del pensamiento con la lengua.

La lengua es cuerpo, el habla es cuerpo, la voz es cuerpo. Hablamos como hablamos porque vestimos como vestimos y vivimos como vivimos. Sería para mí un ejercicio profundamente artificioso haber pretendido un español neutro, que por otro lado es el español creado por los centros de poder, tanto en España como en Latinoamérica, esa lengua que se utiliza para escribir el boletín oficial del Estado, las leyes o las teleseries.

Yo siempre recibo como un regalo el argot de los autores que escriben como viven. Así que espero que la novela sea recibida como un desafío.

 

 

FOTO: Cristina Morales también es autora de Los combatientes ( 2013) y Terroristas modernos (2017). /Thomas Canet

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