Fantasmas del pasado, AMLO y la cultura

Mar 9 • destacamos, principales, Reflexiones • 8883 Views • No hay comentarios en Fantasmas del pasado, AMLO y la cultura

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El uso de actividades culturales con fines proselitistas y la falta de continuidad en proyectos artísticos durante la administración capitalina de 2000 a 2005 son algunos antecedentes de las decisiones que ha tomado el nuevo gobierno en sus primeros 100 días

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POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ

1. La amnesia colectiva es lo único que justificaría pensar que ha sido una sorpresa el inmediato desencanto que ha generado dentro del sector cultural la nueva administración del presidente Andrés Manuel López Obrador durante sus primeros 100 días trabajo.

 

La lejanía y desinterés de líder de Morena por el arte y la cultura es algo que marcó su paso como jefe de Gobierno capitalino (2000 a 2005) y, hay que decirlo, es algo que hoy confirma nuevamente desde el Ejecutivo federal.

 

Ayer y hoy, la cultura para el tabasqueño ha sido un factor que, tal vez, no sea desechable, pero sí susceptible de ser instrumentalizado para concretar fines políticos y/o electorales, tal y como quedó claro desde su toma de posesión en el Zócalo capitalino, el 1 de diciembre de 2018, donde uso un “festival cultural” como fachada para armar el evento más oneroso de su tipo en la historia reciente de país. La fiesta del llamado “gobierno de la austeridad” costó al erario público 8.9 millones de pesos (El Big Data, 28/01/2019).

 

 

2. Desde los primeros días del actual gobierno, cuando se abrió la polémica por la reducción que el Ejecutivo propuso para el sector cultural en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2019, la alerta de creadores y promotores marcó los primeros focos rojos, ya que la disminución de los recursos se aprobó sin grandes cambios en el Legislativo (se etiquetaron 500 millones de pesos que aún no definen su esquema de operación), sino porque la titular de la Secretaría de Cultura (SC), Alejandra Frausto, salió a defender la reducción a cambio de un supuesto esquema de austeridad y eficacia presupuestaria que, hasta la fecha, ha tenido muy pocos resultados.

 

En cifras entregadas por la propia SC, este año se harán ahorros por 72 millones de pesos a partir de una restructuración en diversas direcciones, pero el problema es que estos “ahorros” están lejos de cubrir el boquete que significará la pérdida de mil 309 millones de pesos que no recibirá el sector cultural este año, en comparación a 2018.

 

Los números son alarmantes, pero lo más grave del caso es que en el discurso los funcionarios culturales repiten, con una similitud pavorosa, los mismos argumentos que sus homólogos de hace tres sexenios. En un comunicado difundido en redes sociales, Frausto aseguró que “los recortes vienen en las partidas administrativas que corresponden al plan de austeridad y que se ajustaron en todas las dependencias. Se garantiza el apoyo a los creadores, cineastas, artesanos y artistas; así como a bibliotecas, museos y promoción cultural nacional e internacional.”

 

Los dichos de Frausto recuerdan la respuesta que dio en 2003 Enrique Semo, entonces secretario de Cultura capitalino bajo la administración de López Obrador, quien al ser cuestionado por los entonces diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), ante la urgencia de destinar más recursos a la cultura, aseguró que “no todo es dinero” y que sólo se trata de “aprender a financiar” (Reforma, 23/10/2003).

 

La declaración de Semo adquiere relevancia si se recuerda que un año después se documentó que el dinero etiquetado por la ALDF para infraestructura cultural se había desviado dentro del gobierno capitalino para la construcción del Distribuidor Vial, casualmente la obra estrella del entonces jefe de Gobierno.

 

 

3. El intenso debate que despertó hace unas semanas el despido y presunto acoso laboral hacia Daniel Goldin, exdirector de la Biblioteca Vasconcelos, por parte del actual director general de Bibliotecas, Marx Arriaga, desveló un tema de mayor envergadura, la utilización de las instituciones culturales para fines de interés político y/o personal de la Presidencia.

 

Concretamente llamó la atención que Arriaga recibiera el encargo de todas las bibliotecas públicas del país sin tener ningún tipo de experiencia en el cargo, pero que en cambio sí estuviera vinculado académicamente a la esposa de López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, ya que fue lector sinodal de la tesis de la primera dama.

 

Arriaga públicamente ha aceptado su relación con Gutiérrez Müller, al tiempo que negó que ella le hubiera ofrecido el puesto, pero el presunto conflicto de intereses se mantiene en el aire toda vez que el inexperto funcionario no fue capaz de argumentar las razones por las cuales había sido elegido para su encargo. Y la interrogante se vuelve más grande cuando recordamos que Arriaga publicó el 4 de diciembre pasado en Twitter: “Deseo trabajar en la conservación del patrimonio bibliográfico y en el fomento a su lectura… Colmar las expectativas que @BeatrizGMuller y @alefrausto han confiado”. Si, como dice, no fue ella quien lo invitó, ¿por qué Arriaga busca “colmar las expectativas” de la primera dama?

 

Arriaga ha dicho que la invitación al cargo fue por una investigación que hizo durante el periodo de transición sobre “los estados del arte y por su currículum como investigador” (El Universal, 01/03/2019). Suponiendo que hubo dicha investigación y que se revisó su currícula, no parece claro que estos dos factores tuvieran como desenlace lógico volverlo director General de Bibliotecas.

 

Nuevamente, el entuerto recuerda la gestión de López Obrador como jefe de Gobierno, quien en 2005 tomó la decisión de que Raquel Sosa, entonces secretaria de Desarrollo Social, fuera la sucesora del entonces Secretario de Cultura, Enrique Semo, todo para abrirle paso al ex secretario de Seguridad Pública, Marcelo Ebrard, quien ocupó dicho cargo, justo en la antesala de las elecciones presidenciales de 2006.

 

La gestión de Sosa también fue cuestionada por haber promovido “eventos culturales” para combatir el intento de desafuero de López Obrador. Ese mismo año, la Secretaría de Cultura del DF, instaló en las Rejas de Chapultepec la exposición fotográfica “Ciudad de la Esperanza”, que difundió la obra urbana y social del Gobierno capitalino. Cuando se le cuestionó a Sosa por qué la exposición se ofrecía como una expresión artística y no, como lo que era, propaganda del gobierno local; la funcionaria dijo que era necesario abrir los ojos y oídos a una concepción de la cultura que “no fuera sectaria” (Reforma 16/03/2005).

 

 

4. La urgencia que tuvo la Secretaría de Cultura por subirse a la ola mediática de la película Roma, de Alfonso Cuarón, hizo que comprara, por adjudicación directa, dos mil petates de palma por un valor de 285 mil pesos más IVA a la empresa Estrategy & Solution (El Universal, 21/02/2019), la cual demostró tener suficientes irregularidades en su operación como para ser observada por la Auditoría Superior de la Federación (ASF), pero que, en cambio, resultó la idónea para instalar parte importante de la infraestructura para poder proyectar la aclamada cinta en el Centro Cultural Los Pinos.

 

El affair de los petates, que por enésima ocasión dejó claro la errática capacidad de comunicación del vocero de la SC, también tiene ecos a los años en que López Obrador, como jefe de Gobierno capitalino, dio carpetazo al Programa Rescate del Cine Nacional, que su antecesora, Rosario Robles, impulsó en el 2000 con la compra de los cines París, Futurama y Bella Epoca, que debían ser remodelados para crear 28 salas con cerca de 6 mil 500 butacas destinadas a la exhibición de películas mexicanas.

 

Ricardo García Sáinz, coordinador para la Reforma Administrativa de la Ciudad de México durante la administración de López Obrador, fue quien informó la cancelación del proyecto, por “la aparición de nuevas prioridades de carácter social, como los programas de apoyo a los adultos mayores y a los niños” (Reforma 04/07/2001).

 

En 2001 los directores mexicanos no eran premiados en Hollywood y el apoyo al cine mexicano no tenía el interés mediático de la actualidad. Por esta misma razón no es exagerado especular que el Gobierno federal midió el costo político que significaría el que se dejaran de otorgar estímulos fiscales al cine, tal y como amagó el Presidente en su conferencia mañanera del pasado 26 de febrero: “La política, por ejemplo, de deducir impuestos para fomento de arte, de la cultura. Presumir con sombrero ajeno (…) Pues sí, nada más que ese dinero no entró a la hacienda pública. Ya esa política no va a continuar”.

 

Ese mismo día, a través de Twitter, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público le corrigió al Presidente: “El @GobiernoMX está comprometido con la cultura, el arte y el deporte. La SHCP continuará apoyando a EFICINE, EFIARTES Y EFIDEPORTE, estímulos fiscales que han impulsado de manera muy importante a creadores(as) y deportistas”.

 

Fantasmas del pasado nos recuerdan la lejana relación que siempre ha tenido López Obrador con la cultura.

 

FOTO: Una de las primeras decisiones del nuevo gobierno fue abrir la antes Residencia Oficial de Los Pinos en un centro cultural. En la imagen, una de sus principales actividades: la selfie. /Archivo EL UNIVERSAL

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