Anonimato en la era digital

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El uso masivo de las redes sociales creó un terreno abierto para las discusiones públicas, pero también para la manipulación de información y el acoso. Este ensayo expone algunas claves para entender por qué el anonimato es hoy una de las armas más poderosas de la propaganda política en sociedades democráticas

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POR ADÁN LERMA MAYER

 

El anonimato en las redes sociodigitales propicia un ambiente hostil que debilita la democracia y pone en peligro el concepto de la verdad. La facilidad para crear y distribuir contenidos falsos y tendenciosos a públicos ideológicamente específicos propicia la formación de cámaras de resonancia informáticas, fortaleciendo las creencias de los grupos –éstos se polarizan– afectando así los procesos políticos. Asimismo, deja de existir una verdad de los hechos, las alternativas epistémicas aumentan y se pierde la objetividad, imposibilitando el acuerdo social, ya que cada quien tiene datos que alimentan sus opiniones. Estas divisiones motivan a que se deshumanice al otro y sea atacado con facilidad.

 

El pseudónimo, uno de los principales métodos de anonimato, ayuda a eludir restricciones y represalias legales, políticas o sociales como género, etnia o clase; es imprescindible en una sociedad que no respeta la libertad de expresión. Por ejemplo, con el propósito de contrarrestar el prejuicio generalizado hacia las mujeres, Charlotte Brönte publicó Jane Eyre bajo el mote de Currer Bell y Joanne Rowling adoptó las iniciales J. K. para publicar Harry Potter.

 

Los bajos costos de producción y distribución, así como la facilidad para crear relaciones interpersonales en los medios sociodigitales permitieron creer que se abrían las puertas a un mundo donde cualquiera podía expresarse abiertamente. El poder de la información pasó de las grandes corporaciones de la comunicación a los usuarios de Internet.

 

Sin embargo, estas mismas características dieron pie a la creación de cuentas falsas y a la publicación de mentiras sin restricciones pues, al estar liberados de responsabilidad legal, moral o social, y protegidos por un nombre de usuario ficticio –o desconocerse información sobre su realidad análoga–, ciertas personas encuentran un espacio para actuar sin responsabilidad. Hoy en día, la difusión de información falsa es una discusión central en la sociedad. Por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos citó a Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, para explicar y buscar medidas para contrarrestar la promoción de propaganda política falsa a públicos específicos, a lo cual se ha rehusando, argumentando que va en contra de la libertad de expresión –aunque sí busca combatir la desinformación de los grupos antivacunas. En contraste, Jack Dorsey, CEO de Twitter, ha publicado que su compañía no aceptará publicidad política pagada a nivel global pues debilita la democracia al influir injustamente en la decisión de los votantes. Más allá de las disposiciones empresariales, la problemática está enraizada en las posibilidades de anonimato que el Internet permite.

 

De forma general, existen tres diferentes niveles de anonimidad digital: nula, media y alta. La primera es aquélla donde la información del usuario –opiniones, acciones y metadatos (dirección de IP, geolocalización)– son reconocibles por un tercero. No se requiere de mucha pericia tecnológica para averiguar la identidad del usuario, como es el caso de Facebook. En el extremo opuesto, están los usuarios imposibles de reconocer, por ejemplo, los de Tor –servidor utilizado para acceder al Deep Web o Internet profundo. El nivel medio es cualquier instancia entre estos dos polos. Por un lado, pueden hacer uso de un pseudónimo, pero los metadatos no se oscurecen, como en Twitter. Por otro, es necesaria la ayuda de un tercero –compañía, hacker o gobierno– para identificarlos, como a los usuarios de la modalidad incógnito en el buscador de Google. En este nivel, qué tan irreconocible es un sujeto dependerá de la habilidad de quien lo busca.

 

El anonimato tiene ventajas para los internautas. Investigaciones recientes han encontrado que los jóvenes lo usan para evitar expectativas sociales y problemas de socialización, facilitar la gestión de su identidad y la auto-representación, así como poner a prueba y desarrollar relaciones sociales fuera de línea (Ellison, Blackwell, Lampe y Trieu; 2016). También se ha estudiado cómo las mujeres recombinan imágenes populares en Internet –memes– para visibilizar el acoso y la violación (Vickery; 2014). En países donde la libertad de expresión está coartada, se ha vuelto una herramienta esencial de supervivencia: en Nigeria, hay grupos anónimos y privados en Whatsapp y Facebook de personas transgénero, quienes los usan para evitar ser apresados. La primavera árabe no fue suprimida al usarse medios similares. En teoría, en las redes sociales, cualquier persona puede emitir su mensaje al mundo sin miedo a las represalias. El anonimato abre la discusión de tópicos fundamentales para nuestra sociedad al dar libertad y protección de la represión social, cultural y gubernamental.

 

El anonimato también tiene consecuencias negativas: cuando los usuarios aprovechan una red social para realizar acciones violentas o discriminatorias, se crea una masa digital. Fuera de línea, esto es común en marchas y eventos masivos, así como en situaciones de guerra o desastre. La imposibilidad de detectar a cada individuo dentro de la multitud, los libra de responsabilidades. En Internet y los medios sociales, los usuarios configuran grupos que facilitan comportamientos violentos, destructivos y sexualmente cargados, por ejemplo, las comunidades r/thefappening y r/gamergate en Reddit. En la primera, se publicaron fotografías de actrices desnudas sin su consentimiento en 2014, mientras que en la segunda, se atacó a dos desarrolladoras y una crítica de videojuegos por cuestiones puramente sexistas.

 

El simple uso de un pseudónimo, incluso en situaciones de fácil reconocimiento, permite que el abuso, la violencia y la agresividad afloren. El 8 de marzo del 2016, Andrea Noel fue víctima de abuso sexual en una calle de la Ciudad de México y, al viralizarse su denuncia y video en Twitter, se abrió una caja de Pandora. Rápidamente, su vida digital se vio asaltada por comentarios agresivos, promesas de violación y amenazas de muerte. Aunque sus seguidores ayudaron a identificar a un posible sospechoso, tuvo el apoyo de amigos, familia y desconocidos, y se firmaron peticiones en solidaridad para presionar al gobierno, Noel cuenta que la mayoría de los mensajes era altamente violento. Incluso, llegaron a amenazarla en su casa. La periodista ha narrado cómo su vida fue afectada al punto de tener que salir del país para sentirse segura. Además del abuso, fue víctima de troles. El trol –figura que busca desestabilizar una comunidad comentando provocadoramente– suele atacar bajo el velo del anonimato y, en México, protegido por la falta de legislación y la incompetencia de las autoridades, por lo que al día de hoy, Noel es incapaz de defenderse de la violencia hacia ella.

 

Por otro lado, el anonimato y la hostilidad fomentan la polarización ideológica que se amuralla en las cámaras de resonancia. Es decir que, por cuestiones geográficas, sociales, culturales, económicas o políticas, la gente se junta, dialoga y consume información que refuerza sus creencias, mientras rechaza aquello que se les opone. En Internet, esto se observa en grupos con posturas políticas opuestas que no se comunican entre sí, confeccionan hombres de paja caricaturizando a sus opositores y promueven actitudes violentas. Esto tiene efectos negativos en la democracia. En Estados Unidos, por ejemplo, la polarización respecto a la migración, además de los discursos racistas de su presidente y otros gobernantes, se han exaltado en este tipo de páginas. Hoy, en nuestro país, se vive esta situación también. Un ciudadano a favor del presidente es visto como ignorante y analfabeta por los opositores a López Obrador, mientras que éstos son considerados por los amlovers como privilegiados que sólo buscan su propio bienestar. Al leer y relacionarse con gente parecida a uno, estas posiciones se refuerzan. En consecuencia, la información en cada comunidad está sesgada: lo que le gusta a la mayoría se vuelve popular y lo que no, desaparece, creando un aura de certidumbre. Se asume que el resto del mundo piensa de forma similar y, por lo tanto, la postura particular es verdadera. Esto tiene consecuencias directas sobre el concepto de la verdad y la epistemología.

 

Las personas creen tener conocimiento porque sus creencias están justificadas por la popularidad de las ideas. Esto se refleja en las guerras de edición en Wikipedia. Cuando dos grupos ideológicamente distintos se encuentran en esta página, se observa cómo el conocimiento que resguarda el sitio es afectado. Constantemente, están incluyendo y borrando información. Por ejemplo, han batallado sobre la nacionalidad de Frédéric Chopin y Nikola Tesla, respecto a la procedencia de la ensalada César (México o Italia) y en relación con la fecha de nacimiento del actor Robin Williams. Los ejemplos anteriores pueden parecer ridículos, pero basta considerar qué pasaría si facciones militantes modifican datos sobre soberanía y territorios de países como Taiwán y Palestina. Aunque Wikipedia tiene lineamientos estrictos para aceptar información, permite la edición de cuentas anónimas, imposibilitando saber quién realiza los cambios ni si tienen un motivo ulterior.

 

En otras redes sociales menos restringidas, la situación puede ser peor. La mayoría de éstas funciona bajo algoritmos diseñados para favorecer la popularidad de las ideas y la creación de grupos cerrados. Es común que la fuerza epistémica del contenido esté anclado al usuario que lo publica: autoridad confiere veracidad. En Facebook, el algoritmo está diseñado para mostrar contenido que encuadra dentro del contexto personal de cada usuario a partir de los amigos y páginas que sigue y otras interacciones en el sitio, como likes y la información compartida. Instagram, Twitter, las apps para conocer gente siguen este principio de popularidad para ordenar el contenido, decidir cuál es el mejor y recomendarlo. En Reddit, todas las opiniones tienen el mismo peso porque nadie sabe quién es quién y cualquiera puede enmascararse como experto. La facilidad, anonimidad y el nulo costo económico de abrir cuentas diferentes permiten la manipulación de la conversación y del sistema de votación. Por ejemplo, en 2014, el prolífico usuario Unidan de r/askscience –subcomunidad sobre temas de ciencia– contaba con cinco cuentas diferentes que utilizaba para visibilizar sus comentarios y atacar enemigos, explotando una debilidad del sistema de votación.

 

Para los actores políticos, el anonimato permite introducir información, modificarla y lograr que sea aceptada sin cuestionamiento. Por ejemplo, en las elecciones del 2012 en México, se reportó que el equipo de Enrique Peña Nieto usó bots –cuentas automatizadas creadas por usuarios desconocidos– para difundir información, cuestión que también se dice de los comicios del 2016 en Estados Unidos.

 

El anonimato es una herramienta que, aunque ha sido usada para circunvenir restricciones a la libertad de expresión, también sirve para explotar las emociones, creencias y prejuicios, permitiéndole realizar actos violentos e ilegales en contra del otro. Detrás de un pseudónimo o dentro de una masa, los usuarios de Internet se comportan de maneras que probablemente evitarían de saberse su identidad, porque el anonimato ayuda a librarse responsabilidad legal y social. Esta situación protege al racista, machista y clasista, así como a los actores políticos que manipulan resultados electorales y las creencias de la población, porque no hay forma de perseguir el delito y socialmente no hay estrategias para detenerlo.

 

Con lo anterior, no propongo que Internet deje de ser anónimo. Al contrario, es una característica esencial para fortalecer la libre expresión. Sin embargo, hay que evidenciar las consecuencias negativas que tiene para la sociedad, como perjudicar el estado democrático y el concepto de conocimiento. Ante los cambios tecnológicos debemos encontrar la forma de responsabilizar a aquéllos que cometen crímenes detrás de un pseudónimo o dentro de una masa. La situación actual sólo permite pensar que en un futuro la tendencia continuará. Aunque existen ejercicios de Facebook y Twitter para combatir la impunidad en el anonimato, no han sido exitosos: los usuarios siempre encuentran formas para evadir los candados oficiales. La única manera de combatir la violencia y la manipulación será educar al público sobre estas problemáticas; aprender a verificar la información, romper las cámaras de resonancia informáticas en las que vivimos y abrirnos a escuchar otras opiniones para no ser víctimas de la manipulación anónima.

 

ILUSTRACIÓN: Dante de la Vega

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