Ma(rx)chistas feministas en la era de la 4T

Mar 7 • destacamos, principales, Reflexiones • 2920 Views • No hay comentarios en Ma(rx)chistas feministas en la era de la 4T

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POR JUAN DOMINGO ARGÜELLES 

 

 

Es posible y, sobre todo, probable, que un hombre ame, e incluso idolatre, a su esposa y a sus hijas, se autodenomine “feminista”, y, a pesar de ello, sea un redomado machista, por sus dichos, actitudes y comportamientos cotidianos. Es habitual en México y costumbre arraigada entre los políticos. El ex presidente Enrique Peña Nieto, que tanto habló desde la más alta tribuna del país de la unión familiar y del respeto a las mujeres, ostentaba siempre el amor por sus hijas, pero, en diciembre de 2012, Maritza Díaz Hernández, con quien tuvo un hijo fuera de matrimonio, denunció lo siguiente, en su cuenta de Twitter: “EPN a Montiel no lo metió a la cárcel, pero a la MADRE DE SU HIJO le advierte que si habla, lo hará… Ese es el flamante PRESIDENTE”. Machismo y poder presidencial: doble machismo.

 

 

Pero también es posible, y sobre todo probable, ser una madre víctima del marido y de los hijos machistas y comportarse machistamente, por amor hacia los hijos violadores. Es la madre que argumenta (sin ninguna empatía por su sexo, no ya digamos sororidad) que si una mujer cayó en las garras de sus hijitos, tan amados, tan queridos, tan buenos, es porque ella se lo buscó, provocándolos, y luego, si ellas se quejan, son putas, y si no se quejan, porque los hijos no sólo la violaron sino que también la asesinaron, la familia de la víctima, que denuncia y pide justicia, es escarnecida, insultada y agredida por esta madre “ejemplar” que defiende a sus amados críos violadores y asesinos. ¡Machismo materno!

 

 

Contra lo que diga el diccionario de la Real Academia Española, el “machismo” no es únicamente la “actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres” (esta definición debe replantearse), sino la actitud de prepotencia que, surgida entre los varones, hacia las mujeres y los homosexuales, se reproduce también en las mujeres como una forma de ostentación del poder de la masculinidad contra los otros, como cuando las mujeres “influyentes”, o que así se autodenominan, agreden a los otros (sean varones, mujeres u homosexuales) con expresiones tales como: “¡A mí me la pelan!”

 

 

Ésta es frase machista, de varón (con referencia al miembro viril, a la verga), pero en la voz de una mujer, tiene el mismo sentido: el de una verga simbólica, que no es otra que la del poder: cualquier poder, pero sobre todo el político, el de la influencia, el del dinero, la clase social, la estirpe, el linaje, la alcurnia y, desde luego, el alto puesto administrativo en el gobierno, como lo ilustra el caso de la “Hija de General” (hay video en internet) que vocifera, con prepotencia, a un varón: “¡Pendejo, soy Hija de General!”, e inmediatamente hace la señal inequívoca (la mano puñetera) de que, a ella, el otro “le pela la verga” (seguramente, no la de ella, que es simbólica, pero sí la de su padre, el General, que es verídica y de autoridad castrense). Y todavía añade: “¡Ándale, pendejo, chíngate, pinche gato de mierda, ya te mandaron a la verga!; ¡a chingar a tu madre!”, cuando un guardia le pide al hombre (que resultó ser un periodista, por cierto), que deje de grabar. No menos machista es la expresión de la dirigente de Morena, la señora Yeidckol Polevnsky, quien dijo: “Me parece aberrante empinar a los magistrados a votar algo a todas luces ilegal”. ¡Empinarlos! En otras palabras, para decirlo con otro clásico feminista de la 4T, a los magistrados, según los femeninos términos de la señora Polevnsky, ¡se las metieron doblada!

 

 

Cuando se habla de “nuevas” o “mejores” masculinidades hay que tomar en cuenta que el machismo ha permeado en la sociedad en su conjunto y que no es cosa, únicamente, de varones, aunque sean, justamente, los varones, y a veces los santos varones, nuestros héroes, próceres, ídolos políticos y militares, los que fundaron un machismo del que, más o menos, todos provenimos, incluidas muchas mujeres. La pomposamente llamada Cuarta Transformación (abreviada 4T) nació con un problema de principio: No pocos electores (y electoras) decidieron optar por un caudillo, considerándolo el mal menor, frente a sus contrincantes que representaban, evidentemente, la corrupción, el continuismo depredador y el cinismo. El gran problema es que los caudillos en México siempre han llevado consigo su razón de ser: su caudillismo, obviamente, que es identidad machista: el Prócer, el Líder, el Prometedor del Paraíso, el Tata, el Tlatoani, el Hijo del Cielo, el Papá de Todos, el “Señor Presidente”, sinónimo de Dios (que todo lo sabe y todo lo concede), como en el poema magistral de Jorge Hernández Campos: “Yo hago brotar las cosechas/ caer la lluvia/ callar el trueno/ sano a los enfermos/ y engendro toros bravos/ Yo soy el Excelentísimo Señor Presidente/ de la República General y Licenciado Don Fulano de Tal”.

 

 

Los gobiernos del PRI y el PAN fueron machistas. Pero la 4T nació también machista, desde sus simbolismos, alrededor de un Líder Carismático que no puede imaginar (el gran problema del autoritarismo es su falta de imaginación) que las mujeres se organicen para protestar contra la incapacidad de un gobierno “de izquierda”. Por ello, si protestan es porque son manipuladas por los hombres, o bien, ¡tontas que son!, ni siquiera se dan cuenta de que están siendo manipuladas y usadas por la derecha. ¡Deben estar manipuladas o utilizadas por los hombres, si le exigen o le reclaman algo a un Gobierno tan Bueno! ¿Y de dónde deduce esto el gobierno? ¡De la experiencia! Del hecho de que la izquierda es especialista en manipular y utilizar a los movimientos sociales. ¡Y es lo mismo que supone para los pueblos indígenas que hoy también se organizan y se rebelan contra el Buen Gobierno!

 

Respecto de López Obrador (a quien su secretaria de la Función Pública ha bautizado como “el presidente más feminista de la historia contemporánea”), Marta Lamas ha escrito, irrefutablemente, a partir de los hechos, que “los temas relacionados con el género –es decir, con las ideas culturales sobre ‘lo propio’ de las mujeres y ‘lo propio’ de los hombres– nunca ha sido de su interés”. Por ello, el Presidente trata como menores de edad a las mujeres y a los indígenas. Si se quejan de su gobierno (que es, sin duda, ¡maravilloso!) es porque están siendo utilizadas y utilizados por los “conservadores”. (Para el Señor Presidente, no hay cosa “libre de conservadores”.) Sara Sefchovich, autora del libro ¿Son mejores las mujeres?, ha dicho que no hay que confundir feminismo con “mujerismo”, cosa que es frecuente en la administración pública, y advierte: “Lo importante para las mujeres no es si llega a un puesto de poder una mujer o un hombre, sino si tiene una agenda de género, y ésta consiste de manera muy puntual en luchar por mejoras específicas en la condición de la mujer: legal, de trabajo, de apoyos para la vida cotidiana, de leyes e instituciones”.

 

 

Desde su emblema, la 4T nació con las imágenes de cinco próceres varones que llevaron a cabo las tres transformaciones de México: Independencia, Reforma y Revolución (Morelos, Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas), y el sitio para el sexto está destinado, obviamente, a otro prócer varón del que ya tenemos la imagen: el Cuarto Transformador, que ya se ha inscrito en la historia antes de que la historia lo inscriba o siquiera lo absuelva. Nació también, la 4T, con declaraciones de guerra para nada feministas: “Se las metimos doblada, camarada” (Taibo II). Y con mujeres en el poder dispuestas a decir siempre sí y a convertirse en repetidoras de lo que dice el Líder Moral de la Nación: Ahí están la doctora Sheinbaum (gobernante de Ciudad de México, y quien aspira a ser la primera Presidenta del país), que repite de manera sistemática lo que dice el Presidente (incluso contra las mujeres), y también la secretaria de Gobernación y la de la Función Pública, además de diputadas y senadoras que, ante las protestas, exigencias e inconformidades de las mujeres organizadas, exigen: “Quítense de críticas tontas, como se las pasan haciendo a nuestro Presidente” (senadora Nestora Salgado, mujer de armas tomar, refiriéndose a las críticas de las mujeres hacia el Sacrosanto Líder). Y están también las funcionarias que escurren el bulto (por ejemplo, desde Inmujeres o desde la CNDH en entrevistas radiofónicas) cuando les preguntan si las mujeres están siendo manipuladas por los “conservadores”, como afirma el Presidente. Y no responden a lo que se les pregunta, para que no se vaya a entender que no coinciden con el Presidente. ¡Ah, pero eso sí, están con las mujeres y su lucha, que es también “suya”!

 

 

Y en cuanto a los varones de la 4T hoy todos son “feministas”: desde los que la meten doblada hasta el doctor Mireles, subdelegado del ISSSTE en Michoacán (el de las “nalguitas” y las “pirujas”), otro de armas tomar, ése a quien una joven en Morelia llamó “misógino” y “pederasta”, señalándolo en público, y que recibió (“¡tenga, para que aprenda!”, diría el Señor Presidente), golpes en el rostro y en el cuello, de parte de un macho incondicional de funcionario tan fino. Esto es lo que tenemos, y no sabemos por qué razón, con Gobierno tan Bueno, nos negamos a ser felices, felices, felices.

 

ILUSTRACIÓN: EKO

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