El riesgo de saludar a los vecinos

Jun 13 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 4624 Views • No hay comentarios en El riesgo de saludar a los vecinos

/

El sitio, de Ignacio Solares, confirma su vigencia al mostrar escenarios de convivencia que se encuentran en crisis. Una realidad innegable en este año de pandemia y locura

/

POR VICENTE ALFONSO

 

“Acuérdate de La peste de Camus. Las plagas son algo común en la vida de los hombres pero difícil de creer cuando uno las ve caer sobre su propia cabeza. ¡Esto no me podía pasar a mí! Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a la gente siempre desprevenida”, leo en la página 46 de El sitio, novela de mi maestro y amigo Ignacio Solares, publicada por Alfaguara en enero de 1999. Ganadora del premio Xavier Villaurrutia, la historia parece tomada del periódico de hoy: los vecinos de un edificio enclavado en la Condesa, en la Ciudad de México, despiertan un día con la novedad de que no pueden salir, pues la puerta está resguardada por un piquete de soldados. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Lo mismo puede ser una epidemia que un golpe de Estado. Así, de pronto y sin aviso, la vida se ve obligada a reinventarse. El problema, como siempre, es que no todo el mundo tira para el mismo lado.

 

“En el fondo lo que nos inquieta es que estamos viviendo una, ¿cómo llamarla? Una especie de suspensión del futuro. Ah, el futuro, ese fantasma horrendo que no hay manera de verle el rostro y dominar. Y qué bueno”, razona un periodista que vive en el departamento 15. A este hombre azuzado por los demonios del existencialismo, su compañera le responde: “Pues yo preferiría tener ya abierta la puerta de la calle y salir a comprar un frasco de champú”. No es la única que ve en el consumo la solución. Con sorpresa leemos, páginas más adelante, que la vecina del 13 tiene una manía: acumula rollos de papel de baño, mercancía a la que califica de “valioso cargamento”.

 

Además habitan el edificio un cura alcohólico, una joven oficinista que espera un hijo de su jefe, una enfermera aficionada al esoterismo, un alto funcionario de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, un médico militar retirado y hasta un subsecretario que es sorprendido por la cuarentena en casa de su amante. Silenciosas, anónimas, hay también varias empleadas domésticas. Muy pronto queda claro que nada ganarán los condóminos enclaustrados en sus propios departamentos: es preciso organizar una estrategia colectiva, ¿pero cuál?, ¿procurar la satisfacción de las necesidades materiales?, ¿el instantáneo placer del sexo?, ¿la resignación por medio de la fe? Como ocurre en otros libros del maestro Solares, la convivencia entre personajes tan distintos se traduce en diálogos inteligentes, profundos, y el fuego brota a fuerza de enfrentar, como pedernales, a personajes con visiones de la vida tan distintas. Por supuesto, no todo se reduce al mundo de las ideas.

 

La economía (representada por el número limitado de víveres que quedan en el edificio) también hace lo suyo. Eso nos recuerda que el mundo atraviesa una crisis de salud en medio de una crisis financiera. Las personas temen al virus, las empresas a la bancarrota. Llegará el tiempo de analizar qué parte de la tragedia corresponde a la epidemia y qué parte a un esquema económico que por décadas ha promovido el debilitamiento del Estado y la pérdida de prestaciones en pensiones y servicios de salud.

 

Así, El sitio es mucho más que una inteligente alegoría para exhibir las frías dinámicas de la vida contemporánea: vivimos en condominios pero ignoramos el nombre del vecino, y es casi delito saludar a un extraño en la calle, en el café, en el gimnasio. Nos recuerda que saludar a los vecinos implica un riesgo: podríamos terminar conversando con
él, cruzando y contrastando ideas, aprendiendo a convivir con el otro, quien a su vez nos mira como el otro. Eso lo emparenta con “Autopista del sur”, el célebre cuento de Julio Cortázar, en donde un monumental embotellamiento obliga a los conductores a detenerse, conocerse y relacionarse entre sí. No obstante, lo vivido en las últimas semanas me ha sugerido una lectura mucho más directa, casi podría decir que física, del libro. El virus ha venido a recordarnos que los otros existen a pesar de que los ignoremos, y que en el siglo XXI acciones como respirar o estornudar tienen implicaciones éticas. Que estamos conectados de manera irremediable, pero también afortunada.

 

FOTO: El sitio, Ignacio Solares, México, Alfaguara, 2012 (reedición), 290 pp.

« »