Italo Calvino para editores

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Antonio Ramos Revillas, director de la Casa del Libro de la Universidad Autónoma de Nuevo León, reflexiona en torno a los retos que enfrenta el mercado del libro en este momento de incertidumbre pandémica

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POR ANTONIO RAMOS REVILLAS

Escritor y editor. Director de la Editorial de la UANL. Miembro del SNCA

En 1984 el narrador Italo Calvino ofreció una serie de conferencias en la Universidad de Harvard en las que expuso las características que a su juicio deberían considerar los escritores en los años por venir. Este ciclo llevó el título de “Seis propuestas para el próximo milenio” y quedaría trunco por el fallecimiento del autor.

 

Para Calvino el reino humano está condenado a la pesadez y ofrece como remedio la metáfora del vuelo de Perseo, es decir, mirar con otro enfoque y otros métodos de conocimiento y verificación el mundo que nos rodea, dejar lo que en apariencia sabemos hacer que es la repetición de un modelo gastado. A la pesadez ofrece la propuesta de la levedad y las complementará con la rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia.

 

De la rapidez señala como características propias la velocidad entre lo físico y lo mental y aclara: discurrir es lo mismo que correr; es contar con la agilidad del razonamiento. La velocidad mental vale por sí misma por el placer que provoca, prefiere la línea recta y, si lo bloquean demasiados obstáculos, calcula la serie de segmentos rectilíneos que la saquen del laberinto en el tiempo más breve posible. A la exactitud la divide en la reducción de los acontecimientos contingentes y el esfuerzo de las palabras por la precisión.

 

No pretendo hacer un ejercicio de selección o interpretación de cada uno de los conceptos vertidos por Calvino, pero sí precisar que en 1985 ya sabe que en el nuevo milenio la creación y el libro enfrentaran la crisis del imperio del software y que, si leemos para estar en oposición o empatía con el otro, también leemos para comparar modelos y esquemas para nuestra vida diaria y por qué no, la editorial.

 

De los muchos modelos de difusión y distribución del libro, la pandemia del Covid-19 ha ralentizado a casi todos y ha puesto en estado catatónico a la que ve al libro como un producto de oferta y demanda y que suele verse por otros actores del medio del libro como el “el modelo perverso” del cuento. Lo cierto es que a diferencia de otros y como actor principal de nuestra industria, éste ha sido el más golpeado porque necesita de más condiciones de intercambio social para sobrevivir y por su finalidad económica.

 

El índice Nielsen, en la semana 15 del año indicaba una caída de más del 79% de las ventas y aunque se han recuperado, para el mes de septiembre aún se mantenía por debajo del 30%. Lo que estos números representan no es sólo un hueco en los ingresos del año para las editoriales de todo espectro: los grandes grupos, las de texto, las infantiles y las independientes, sino la viabilidad de un 2021 que se antoja similar a este.

 

Cuando se habla de este modelo se suele observar a los entes mayores como las editoriales y las librerías como los grandes tiburones del sistema, pero no hay que olvidar que son también quienes más gastos tienen para retornar la inversión. Un libro de 3 mil ejemplares pocas veces retorna la inversión en dos o tres meses. A diferencia de otras industrias que generan utilidades mucho más ráápido, en la cadena del libro los ingresos son con la llave a medio cerrar, casi por goteo y es justo esa velocidad de ingresos los que tienen en jaque a la industria. Sólo por mencionar, este tipo de libros ocupan más del 80% del mercado y representan el sostén de innumerables agentes: papeleros, impresores, correctores de estilo, editores, diseñadores gráficos, agentes de prensa, vendedores del libro y por supuesto, de los autores y autoras con quienes inicia el ciclo y suelen tener regalías que vistas en solitario son mínimas, pero en el panorama completo casi representan los márgenes de ganancia del resto de los profesionistas de esta profesión.

 

Hay otros modelos de difusión del libro y la lectura que han visto en la pandemia sus mejores oportunidades y los han aprovechado como la migración a las plataformas digitales y la comercialización de libros electrónicos y bibliotecas del mismo tipo que si bien han aumentado sus porcentajes de ventas aún son un pálido espejo a lo que ha perdido la industria. Pienso en las seis propuestas de Calvino y en su aplicación a la industria editorial no como un ejercicio por hacerse, sino como pretexto para formular posibilidades de ruptura y cambio y que nos ayude a replantear las maneras que tenemos de pensar en la cadena del libro hoy tan comprometidas y deben tamizarse al tipo de agente: ya sea una editorial grande o una en proceso de convertirse en tal.

 

El primer punto que menciona Calvino es la levedad. Al mirar nuestra comunidad del libro se puede percibir que la pandemia ha dejado expuesta la pesadez de su modelo: no sólo demasiados libros por mover, sino demasiados agentes para circular el libro, demasiado libros de stock. Tal vez es el momento de abarrotar las mesas no de novedades sino de la oferta amplia que cada editorial posee, hay que hacer uso de la bodega, mover un poco el margen de ganancia sin sacrificar la viabilidad, buscar nuevos canales de venta o bien, buscar alianzas estratégicas con otros productos culturales o comerciales. Esta levedad también va de la mano con los costos de servicios o los nodos que se generan para que un libro se edite, imprima, comercialice y se dé a conocer. La respuesta es compleja, puesto que cada editorial tiene una visión del negocio que no se pueden transferir, pero tal vez en algo sí coincidan: hay que revisar los eslabones, los gastos de representación y algunas de esas inversiones en la imagen que tal vez deban esperar para más adelante.

 

Para la rapidez, Italo Calvino la define como la capacidad de la respuesta. Sin duda la pandemia ha puesto en shock a la industria. Con las librerías cerradas y el canal de ventas bloqueado, hubo que migrar al medio digital, pero aún se ve como una suplantación de, no como un nuevo y poderoso canal. Los clientes y los lectores de mercado no han cambiado, solo están a la expectativa, pero sus intereses siguen ahí, incluso, urgentemente siguen ahí. Cada editorial debe ver cómo responde con rapidez a lo que se les solicita con nuevos mecanismos. La clave es el concepto de usabilidad: ¿qué tan ágil es mi tienda en línea y el proceso de venta? ¿Cuántos clics debe realizar alguien para comprar? Me parece en ese sentido, un acierto cuando las Ferias Digitales no emprobleman a sus visitantes con una serie de ventanas, de información muy agradable a la vista, pero con una administración caótica de la venta.

 

Desde julio empezó el boom de las ferias del libro virtuales con la Feria del Libro de Zacatecas, pero la respuesta de ventas, ¿fue tan buena como los eventos? Los eventos son exitosos. Si algo ha descubierto la pandemia es que se han generado públicos. La editorial que logre un canal sencillo y de fácil usabilidad, es decir, navegación y atención al usuario, sin duda irá un paso más adelante así como la que genere más tipos de contenidos para llamar al libro, por ejemplo, casi el 80% de los compradores en línea confían en las recomendaciones en blogs. Conectar rápido con el “cliente fiel” es la clave en un medio en el que solemos estar hasta ocho horas al día, pero en la que hacemos scrolling infinitas veces.

 

Exactitud: en aras de la sobrevivencia, tal vez esta propuesta atenta también contra el concepto urgente de la bibliodiversidad, pero si algo deben tener las editoriales en este momento es la exactitud para dirigir los recursos, para seleccionar las publicaciones, para apostar por los medios que generen una mayor rapidez del retorno de la inversión.

 

Hablo de un posible atentado contra la bibliodiversidad puesto que tal vez las apuestas, las raras avis, la ficción literaria no sean propuestas por el momento… o tal vez sí. En España, el libro de Irene Vallejo, El infinito en un junco, un libro que explora la invención de los libros ha sido un éxito de crítica y venta con más de 56 mil ejemplares vendidos; pero lamentablemente una golondrina, como dice el dicho, no hace el verano. Tal vez también nos espera una mesa de novedades muy estridente compuesta por libros muy comerciales o bien, por autores literariamente sólidos o con autores y autoras con sus nichos muy definidos. ¿Qué papel juegan las editoriales independientes en este contexto? Tal vez la de afinar ahora sí, sus canales de venta, sus alianzas con jugadores más grandes y también liberar su stock.

 

Visibilidad: con los canales de difusión tradicionales coptados por la ausencia de eventos, es el momento de las campañas y de colocar los proyectos en boca de todos. Gran movimiento me parece, generó el cambio de diseño de la editorial Almadía, así como la campaña que realizó esta editorial junto con Ediciones Era y Sexto Piso en el verano. Sin duda, si no lo hubieran hecho, el estado actual de las tres sería mucho más complicado. El modelo, aunque arriesgado, se emuló pronto por una librería independiente en Aguascaliantes, la Librería de los Escritores. En el mismo camino, la Caniem lanzó junto a sus tradicionales premios al arte editorial y el Premio Juan Pablos, las distinciones Caniem que buscan premiar no sólo a programas novedosos de difusión del libro, sino también la distinción al Libro del Año que será votado en redes sociales tras una terna seleccionada.

 

Para hablar de multiplicidad debemos ver el canal del libro con todas sus bifurcaciones. Cuando pensamos en las librerías solemos pensar en dos: los grandes grupos y las librerías independientes, pero también debemos fortalecer el canal de las librerías públicas, y con esto no me refiero sólo las del FCE y Educal, sino a las que conforman tantas librerías universitarias y estatales o bien, espacios de venta de libros de grandes superficies y también a realizar una reclasificación de los productos que puede generar una editorial. ¿Son sólo libros? Una editorial también puede generar bibliotecas de consulta, ferias del libro de nicho. Tal vez es el momento de adoptar canales de ventas de otras industrias, modelos que se nos resisten mentalmente, pero que han sido exitosos y también, cuando hablo de multiplicidad, pienso en la capacidad de reimaginar lo que ya hay: la librería, la feria del libro, la presentación del autor, tal vez desde que inició la pandemia no hemos estado haciendo ni ferias ni presentaciones de autores ni festivales, sino tal vez otra cosa; un modelo que apenas se desarrolla y donde la compra de los libros no tarda en aparecer. ¿Debemos pensar las ferias del libro ya como otra cosa? ¿Las presentaciones? ¿Los festivales literarios?

 

Finalmente, la Consistencia, vista como el arte de resistir, acaso el más difícil. Y esta consistencia no se da sólo por el siempre golpear una piedra, sino por golpearla desde diferentes enfoques. Lo más grave, y se ha visto estos meses, es que la industria editorial y el modelo del libro como producto con su oferta y demanda vive en una especie de paz porfiriana: cada actor sabe sus responsabilidades y límites, y hemos visto cómo estos límites o acuerdos no escritos se empiezan a mover ligeramente causando las chispas esperadas. ¿Hasta dónde conciliar y apretar para la supervivencia de nuestra industria editorial? Es algo que todos los días se aprende en tiempos de Covid.

 

La industria editorial mexicana como la de tantos países a veces me parece una inmensa ballena que coquetea con la playa, a veces se enreda en alguna escollera, su avance es lento en comparación con otros mercados que suelen ser ágiles gacelas o depredadores firmes: el libro, en su sentido estricto, sí, es un alimento del espíritu, pero también es un producto. Se sabe desde que hubo libreros que compraban manuscritos para las grandes bibliotecas de la antigüedad. En tanto algo codicie lo que otro ha pensado o imaginado y puesto sobre papel, tablilla o papiro ha existido esta industria, lo sabían los impresores venecianos que solían tener en pleno Renacimento inmensas bodegas. Es el momento tal vez para cambiar las cosas y generar otras formas de distribución y venta: librerías, editoriales, autores. Sin duda, es el momento de tomar otras directrices y entrar en ellas sin temor. Si tenemos suerte, si logramos aplicar la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad y la consistencia les daremos más libros a los lectores: ese batallón que nos devolverá al mar, como tal vez, siempre lo han hecho. Mi fe, dice Italo Calvino, consiste en saber que hay cosas que sólo la literatura, con sus medios específicos, puede dar. La misma fe se extiende para las editoriales.

 

FOTO: Librería de viejo en la calle de Donceles, en el Centro Histórico de la Ciudad de México./ Berenice Fregoso/ EL UNIVERSAL

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