Noticias del presente sin futuro

Nov 7 • Reflexiones • 1642 Views • No hay comentarios en Noticias del presente sin futuro

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POR JOSÉ LUÍS PEIXOTO

Estoy cansado de que me pregunten cómo estoy pasando este tiempo.

 

De repente, el tiempo se transformó en este tiempo: un presente absoluto. El pasado quedó increíblemente distante, lo recordamos como si les hubiera sucedido a otras personas, como si lo hubiéramos visto en un documental. Peor aún, el futuro dejó de existir. Antes, en aquel tiempo que antecedió a este, dábamos por sentado el futuro, llegaría la semana que viene, el mes que viene, habría futuro en 2033, por ejemplo. Ahora no tenemos más la certeza. Ahora el futuro es una utopía o una distopía, dependiendo del optimismo/pesimismo de cada uno.

 

Algunos, discípulos de Heráclito con 2 500 años de atraso, nos aseguran que nada será como solía ser. Estoy cansado de los clichés de este tiempo. Estoy cansado de oír que la adversidad es una oportunidad, es un reto. No necesito ese tipo de retos.

 

Juro que no creía escribir sobre esto. Tenía aquella esperanza ciega e injustificada de que si no hablaba sobre el asunto, contribuía a su desaparición. Fallé, no hay negación capaz de cubrirlo, no hay escapatoria. Sin embargo, nótese mi esfuerzo por no utilizar ciertas palabras. Hay ciertos verbos y sustantivos que ya no logro oír, mucho menos pronunciarlos, y menos todavía, escribirlos, verlos impresos.

 

Estoy cansado de los especialistas. Me cansan los que son realmente especialistas, los que se empeñaron en hacer licenciaturas y posgrados cuando estas disciplinas no estaban a la orden del día, cuando no había ningún indicio de que fueran llamados a los noticieros para dar su parecer. Pero me cansan sobre todo los especialistas de ocasión, especialistas entre comillas de plomo, lectores de internet, gente que no tartamudea al hablar y que siempre quiere hablar.

 

Prefiero a las minorías silenciosas, como es el caso de quien está en prisión domiciliaria o de quien sufre agorafobia. Ellos se beneficiaron de una tregua. Los niños dejaron de preguntar por qué su tío lleva una pulsera en la pierna y nunca sale de casa. De cierta manera, estos meses fueron una reducción de la pena. Al mismo tiempo, quien sufre de agorafobia puede sentirse normal, no tuvo que escuchar comentarios insistentes para salir. Algo semejante sucedió en los pueblos del interior. Durante este período, fue normal que las calles estuvieran desiertas.

 

Estoy cansado de la condenación hecha por los puristas del aislamiento social, siempre midiendo distancias con los ojos. Pasan días enteros en la ventana solo para poder llamar irresponsables a los otros y decir: ¿ya vieron? Ellos nunca son irresponsables, están viendo siempre todo, con excepción de aquello que prefieren no ver, claro.

 

Estoy cansado de la escuela en casa, muy cansado. Estoy cansado del ejercicio en casa, todas las personas del edificio de enfrente haciendo sentadillas. Pero, más que cualquier otra cosa, estoy cansado de la agresión hacia los ancianos. Ya tenían suficientes problemas: la palabra anciano utilizada como un insulto, por ejemplo. Ya habían sido obligados a aceptar suficientes injusticias. Ahora, por encima de todas esas, también esta injusticia.

 

Estoy cansado. Con esa falta de ánimo, asisto al inicio de la crisis económica que ya llegó para algunos y, se dice, nos tocará a todos, o a casi a todos. Este casi tiene una enorme importancia, pero no nos causa extrañeza, hace mucho que nos habituamos a la desigualdad, aprendimos a justificarla. Vista desde aquí, también la desigualdad se presenta como un regalo eterno, una inevitabilidad del ser humano, no cambió y nadie prevé que esté por cambiar.

 

FOTO: Fotografía de un aviso para mantener la distancia en la entrada de la Iglesia Nuestra Señora de Chiquinquirá, en Caracas, Venezuela, el 1 de noviembre de 2020./ EFE/ Rayner Peña

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