“Alfredo López Austin no era un intelectual encerrado en su torre de marfil”
El investigador Guilhem Olivier, colega de López Austin en el estudio de Mesoamérica, destaca varias obras que revolucionaron nuestra idea de la cosmovisión de los pueblos prehispánicos
POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
La huella que el historiador Alfredo López Austin dejó en sus alumnos y colegas es imborrable por la cantidad de aportes, nuevas perspectivas que hizo sobre la cultura de las sociedades prehispánicas y la valoración de las comunidades indígenas actuales. Para Guilhem Olivier, su colega del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, la relevancia del trabajo de este historiador —fallecido este viernes 15 de octubre a los 85 años de edad— radica en la proyección que le dio a los mitos mesoamericanos y su conexión con la percepción que tienen las sociedades directamente herederas de este pasado prehispánico. Si bien su obra más reconocida es Los mitos del tlacuache, Olivier rescata otras que abrieron un nuevo panorama a los acercamientos del mundo prehispánico y acercó a sus lectores al conocimiento de la cosmovisión náhuatl.
¿Cuál fue el valor del mito en la obra de Alfredo López Austin?
Fue uno de los temas que más trabajó a lo largo de su obra. Desde uno de sus primeros libros, Hombre-dios (1973), estudió la religión y política en el mundo náhuatl y empezó a trabajar el tema del mito. Después, en su segunda obra muy importante, Cuerpo humano e ideología (1980), también aparece el tema del mito en relación con el cuerpo humano y con el cosmos. Es hasta Los mitos del tlacuache (1990) que abarca varios temas relacionados con el mito en toda su amplitud. Ahí no sólo habla de este animal, aunque este personaje es el pretexto para abarcar el mito en toda su amplitud, en sus dimensiones históricas, cosmológicas. Es una obra muy amplia y compleja. En obras posteriores, más de divulgación, trabajó el tema del mito para un público más amplio. Incluso hizo comparaciones para los Andes. La revista Arqueología mexicana publicó recientemente un número (92) que dedicó a los personajes del mito.
¿Antes de López Austin cuál era la percepción que se tenía de los mitos?
Él lo abarcó en todas sus dimensiones. Tomó en cuenta no sólo los mitos antiguos que se recopilaron en el siglo XVI, las aventuras de Quetzalcóatl, sino que tomó en cuenta toda la tradición oral de los pueblos indígenas actuales. Integró todos los mitos indígenas actuales en esa gran mitología mesoamericana, encontró filiaciones entre los mitos antiguos y los mitos modernos. Explicó que no son historias absurdas o fantasiosas, sino que todo tiene un sentido y significado, que es una forma de expresar cómo es el mundo, como se construyó el mundo, cuál es el papel del hombre sobre la tierra. Todo eso se expresa en el lenguaje del mito y ese lenguaje es tan válido como el lenguaje científico. Su gran aportación es la valoración de esos mitos y el significado que tenían para quienes los crearon.
Nos llama la atención la lectura que él tuvo de la relación del hombre con el resto de los animales en el mundo mesoamericano. ¿Cuál fue su comprensión de este ecosistema?
Su gran aportación es la manera en que explicó el término de cosmovisión mesoamericana. Ahí nos enseñó cómo el hombre se integra en un cosmos con fuerzas, con fenómenos atmosféricos, con animales, con plantas, y cómo todo este conjunto está organizado en función de algunos ejes, como las cuatro direcciones y el centro; los distintos niveles del cosmos; las fuerzas frías del inframundo; las fuerzas calientes del cielo y cómo se mezclan estas fuerzas para dar inició a la vida. Elaboró todo un sistema de correspondencias, de movimientos que dan cuenta de esta percepción tan original del cosmos que tenían los antiguos mesoamericanos. Para esto también se basó en la lengua náhuatl, la lengua de los antiguos. El conocimiento de esta lengua le permitió conocer cosas que no entendíamos, como las diferentes almas que tenían los hombres, la relación con los animales a través del nahualismo y del tonallismo. Todo esto fueron avances muy importantes que descubrió López Austin y que le dio un gran impulso a la investigación en todos esos campos. Ha tenido muchos alumnos y colegas que seguimos sus pasos.
Otro tema de sus investigaciones tuvo que ver con las urbes mesoamericanas.
Escribió un libro muy importante que se llama Monte sagrado: Templo Mayor (2009), en colaboración con su hijo, el arqueólogo Leonardo López Luján. Es una obra maestra. Hacen un esfuerzo conjunto para entender el paradigma del monte sagrado, del templo, de la ciudad que se desarrolló en el Altiplano Central y otros espacios de Mesoamérica. A través tanto del análisis de textos en lengua náhuatl, de los mitos como el nacimiento de Huitzilopochtli se combina con los hallazgos de los arqueólogos y las excavaciones del Templo Mayor. Hacen
un conjunto de conocimientos extraordinario.
¿Cómo fue la relación de Alfredo López Austin con las comunidades indígenas actuales?
Alfredo no sólo era un maestro admirado por sus alumnos y respetado por colegas, sino que era una persona muy comprometida con la sociedad, y muy particularmente con las comunidades indígenas. Él tuvo una actividad política muy fuerte cuando se desarrolló el movimiento zapatista. Después siguió apoyando a muchos movimientos indígenas en sus reivindicaciones de autonomía. Era una persona muy comprometida con la sociedad, con los grupos indígenas; participaba en debates, escribía en periódicos. No era un intelectual encerrado en su torre de marfil. Tenía sus opiniones, que expresaba de manera recurrente y siempre a favor de la autonomía de los derechos indígenas, de defensa de sus derechos y tradiciones. Eso fue algo muy importante en su vida.
FOTO: Alfredo López Austin fue miembro del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM/ Archivo El Universal
« Asesina íntima López Austin y la mierda como prodigio milagroso »