Intervención coreográfica a cine porno

Nov 16 • Escenarios, Miradas • 4258 Views • No hay comentarios en Intervención coreográfica a cine porno

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

Bruno Ramírez es un bailarín y coreógrafo audaz, cuya búsqueda se desborda de la escena convencional de la danza contemporánea para construir un lenguaje que desvele, de algún modo, el misterio del deseo. Un deseo oculto, oscuro, explosivo, expresado desde lo corpóreo, aprovechando la atmósfera de un espacio en el que se da rienda suelta a la lubricidad de manera cotidiana.

 

En la intervención coreográfica Revenge porn, que Ramírez realizó el 9 de noviembre en el Cine Río —una sala en donde se proyectan películas pornográficas, en el Centro Histórico de la ciudad de México—, el coreógrafo generó complicidad con un tipo de espectador determinado a asumir la responsabilidad de sus deseos ocultos al comulgar con la propuesta del bailarín.

 

A su vez, el intérprete llevó hasta sus últimas consecuencias la búsqueda de un lenguaje provocador para erotizar su cuerpo, cimbrar los atavismos y diluir las resistencias de los espectadores, quienes participaron activamente en un acto, de tipo ritual, en el cual se convocó a Eros al banquete.

 

La intervención coreográfica de Bruno Ramírez fue atrevida al llevar a un espacio no convencional una propuesta artística contemporánea. Es cierto que podría advertirse esnobismo en la iniciativa, al tratarse de una creación proveniente de una élite artística para un público igualmente elitista en un espacio al que regularmente acude un sector más bien popular.

 

No demeritamos el valor de la intervención en su sentido más profundo, aunque sí consideramos que el resultado habría sido más poderoso si la intervención hubiera gozado de mayor espontaneidad y no sólo hubiera afectado al espacio sino a su público cotidiano.

 

El público que acude con regularidad a la sala, a pasar momentos lúbricos con sus acompañantes, no era el de Revenge porn, intervención coreográfica que se realizó en una sala de estar del cine una vez que los clientes asiduos abandonaron el lugar. Y si bien es cierto que el espacio conserva en su esencia una cualidad erotizante, ésta no se completa sin su público cotidiano.

 

La intervención, aún con toda la audacia del bailarín y coreógrafo —quien decidió abordar una expresión de la sexualidad y del erotismo de tipo hardcore— regresó a cierta convencionalidad al ofrecerse a un público que sabía lo que iba a ver y de antemano consintió en participar del suceso.

 

Bruno Ramírez asumió a su cuerpo no como objeto de consumo, subsumido a la explotación del mercado, sino como un poderoso sujeto de deseo. El poder del cuerpo para simbolizar no sólo la expresión del erotismo, que se manifiesta desprovisto de prejuicios, sino también para trasgredir nociones básicas de la cultura judeo-cristiana como la del pecado.

 

El artista recurrió a referencias propias de un tipo de “subcultura” sexual con gusto por lo leather —filia por la piel y su olor—, el bondage –excitarse con ataduras del cuerpo sometido- y el sadomasoquismo, como expresiones de un deseo que ha sido reprimido en la cultura dominante y por ciertos cultos religiosos, pero que permanece oculto en el ser humano a la espera de su liberación.

 

Una propuesta dionisiaca, embriagante de los sentidos, desbordante en deseo, sacrificial y religiosa en el sentido de convocar a una comunidad a comulgar con el suceso.

 

En Revenge porn, Bruno Ramírez utilizó una cámara de video que grabó la imagen de los espectadores y la proyectó en una pequeña pantalla en el cuadro en el que el artista realizó su exploración; pero el coreógrafo no sólo incluyó al público de esta manera, también lo hizo participe del performance al “intervenirlos” formalmente en el acto de tomar fotos de sus rostros, en una invasión a propósito de la privacidad, concepto que fue puesto en tela de juicio por el creador, en una época en donde la intimidad parece haber desaparecido del estilo de vida contemporáneo.

 

El artista construyó un discurso desafiante, liberador y de algún modo refrescante en el campo de la danza contemporánea, al asumir una postura que desafía el establishment y vindica el derecho del ser humano a su cuerpo y a la expresión de sus deseos.

 

*Fotografía: En “Revenge porn” Bruno Ramírez construye un lenguaje que desvela, de algún modo, el misterio del deseo/LUIS CORTÉS/EL UNIVERSAL.

 

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