Caída y representación del mundo entre la peste: Entrevista con el escritor turco Orhan Pamuk

Jul 2 • Conexiones, destacamos, principales • 6157 Views • No hay comentarios en Caída y representación del mundo entre la peste: Entrevista con el escritor turco Orhan Pamuk

 

El Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk habla en entrevista de su nueva novela, Las noches de la peste, del choque de modelos de civilización enfrentados alrededor de la guerra en Ucrania y del papel de Turquía en la reconfiguración de un nuevo equilibrio mundial

 

POR HUGO ALFREDO HINOJOSA

 

Una revisión bélica 

 

Hace un par de meses me encontré con los fundadores y directores de Defenture, una empresa holandesa dedicada al diseño y la manufactura de vehículos tácticos, que podían ser artillados, específicamente para el mercado militar y policíaco a nivel mundial. En la conversación detallaban con alegría que, debido al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, la Unión Europea estaba fortaleciendo la economía de guerra. Tan sólo Alemania invertiría más de 100 mil millones de euros para reorganizar y actualizar su armamento. El mercado industrial castrense está abierto hoy para generar empleos y una revolución económica sin precedentes que fortalecerá las arcas bélicas de Europa en este inicio de siglo. (Todo esto me resulta un tanto sospechoso y, al revisar la historia del último siglo, espero no se repitan las catástrofes de ese arcaico tiempo de zares y líderes ideologizados en nuestros días).

 

Lo que la gente no entiende, declararon los empresarios, es que en el “mundo”, tanto en occidente como fuera de ese estadio geopolítico, las grandes guerras europeas artilladas quedaron en el pasado, pero así también de obsoleto es su armamento. Europa y los países miembros del bloque económico están completamente a la deriva militar respecto al avance marcial de países como Corea y China. El “mundo” vive un mito de la Europa poderosa ahora inexistente, su posicionamiento se debe más a las películas de Hollywood que a la realidad. Se ha olvidado que la economía como instrumento de control y defensa no lo es todo, manifestaron los holandeses.

 

Al hablar de la “guerra” entre Ucrania y Rusia, los ejecutivos ganaron la partida. Anticiparon mi pregunta y pidieron mi punto de vista. “Para mí es un conflicto, que no guerra, regional”. Claro, respondieron, eso NO es una guerra como estamos acostumbrados a entenderla. Es un problema entre dos naciones que luchan por un territorio y que necesitan, mencionaron, establecer su presencia económica y geográfica en la región. Ucrania, siguieron, no formará parte de la OTAN, por lo menos no cuanto antes, deben pagar su cuota protagonista en la región. Antes que Ucrania, primero Finlandia y Suecia estarán en la OTAN, siempre y cuando Turquía apoye la moción internacional. Lo interesante, continuaron, es que el mundo entero conoce ahora a una Rusia disminuida, sin los grandes arsenales, sin los grandes soldados, sin el poderío militar tan presente en el ideario internacional desde la Guerra Fría.

 

¿Pero acaso no es una estrategia, cuestioné, que Rusia no muestre su poderío en un conflicto local? Puede ser, contestaron, pero hay que voltear la mirada al resto de Europa, si están dispuestos a gastar en tecnología militar ahora es porque no quieren verse en el espejo de Rusia en los próximos años (este fue el punto de coincidencia con Orhan Pamuk y sus reflexiones en torno a la guerra). ¿Quién podría respetar al bloque europeo si se le viera disminuido? ¿Contra quiénes serán las guerras futuras?

Pamuk el contemporáneo

 

“Los turcos hemos tenido, históricamente, miedo de los rusos”, comenta Orhan Pamuk, cuando lo cuestiono sobre el contexto político actual y la supuesta alianza entre el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y su homólogo ruso Vladimir Putin. “No hay tal alianza, después de todo”, sigue diciendo el Nobel, “todos en este momento deben cuidar las formas”. Sin embargo, Turquía está en guardia y no cederá tan fácil a las presiones rusas como miembro de la OTAN.

 

Orhan Pamuk, el ganador del Premio Nobel de Literatura 2006, es un tipo amable, de pensamiento ágil y certero. No pierde el tiempo con presunciones literarias ni reflexiones sobradas, atiende la conversación con una economía asombrosa y sintética. El profesor que dicta cátedra en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, entra en la dinámica de la entrevista, el mar digital que nos separa no es ningún obstáculo para permitirnos dialogar a sus cinco de la tarde, a orillas del Bósforo, y a mis diez de la mañana en la Ciudad de México. A sus espaldas veo las paredes de libros un tanto desordenados. Ni siquiera pretendo entender los títulos, no se ven, apuesto que varios de los libros están en cirílico.

 

Las noches de la peste (Random House, 2022) de Pamuk es una obra concisa en su extensión, más de 700 páginas. Es violenta, sin duda, con la elegancia propia de una denuncia de los grandes malentendidos de la humanidad desde el sesgo mismo de la naturaleza que a todos nos nombra, marca y destina. A partir de la lectura que hago de la pieza de Pamuk, por su composición, me recuerdo a El nombre de la rosa de Umberto Eco: el tono histórico, la pasión por explorar e investigar de los personajes médicos, amén del espíritu de la narradora me acercan más a la narrativa de Guillermo de Baskerville y de Adso de Melk. Luego de leer Nieve, novela del escritor turco que viene a colación por la importancia de la ciudad de Kars como referencia respecto a la herencia bélica entre Rusia y Turquía, pienso que Pamuk, como todo gran escritor, es más un biógrafo de su país que un narrador de ficción.

 

Lo que me interesa de Pamuk es su crítica política que, alejada de la tibieza de otros escritores, se confronta, por ejemplo, con Recep Tayyip Erdogan, el líder turco que intentó meterlo a prisión por exponer la falta de libertad de expresión a la que se enfrentan escritores y periodistas en Turquía. “Sin libertad de expresión no hay democracia”, comenta Pamuk, cada escritor turco y periodista que se atreve a levantar la voz es aprisionado, pero al salir de las cárceles esos mismos personajes vuelven a levantar la voz en contra del régimen. El Nobel declara, que no tiene miedo de estar en prisión si así fuera por su crítica en contra del régimen. Si bien esa declaración me hace admirarlo, pienso que no necesariamente en este tiempo debes estar preso como escritor para ser nulificado… la complejidad de la prisión social es mucho más fuerte hoy en día.

 

La verdad desde la literatura

 

Al leer Las noches de la peste no dejé de pensar en El nombre de la rosa, me pareció un relato parecido al de Umberto Eco.

 

Quizá piensas eso por lo detectivesco. Es una novela completamente diferente. Me halaga la comparación. Conocí a Eco, fuimos compañeros en la Universidad de Bolonia, lo admiro. Las noches de la peste tiene algunos apuntes detectivescos, sobre todo, pienso que lo imaginas así porque la gente, los personajes de la novela, siempre están analizándolo todo como bien podría hacerlo Sherlock Holmes. Te cuento que el sultán Abdülhamit II, el patriarca despótico que aparece en la novela, que permaneció en el poder más de tres décadas, amaba al personaje de Holmes e inclusive invitó a Arthur Conan Doyle a nuestro país para condecorarlo. Pero esta novela en sí dista mucho de la obra de Eco, pienso.

 

¿Cuál es el rol de la literatura en este momento en el que los modelos políticos están desgastados y la pandemia ha jugado un rol importante en la modernidad?

 

No lo sé. Por el momento hay una guerra en Ucrania. Rusia constantemente lanza ofensivas contra el país vecino. A través de mi ventana solía ver el navegar de los buques de guerra de la ex Unión Soviética. La guerra es algo muy cercano a mí. Los grandes destructores rusos, por ejemplo, ya no navegan las aguas del Bósforo gracias a la Convención de Montreux. Esto se refiere al pacto de 1936, firmado en Suiza entre Reino Unido y Turquía, que les permite a los turcos tener autoridad sobre quienes navegan por el Bósforo y el Dardanelos. La literatura en tiempos de guerra siempre se encuentra indefensa. Incluso en los tiempos del coronavirus la literatura no tiene un valor por sí misma. La literatura, por lo menos para mí, no es utilitaria. Más de la mitad de la literatura que conocemos es tan sólo expresión sensible. Para mí la literatura es una forma de vida. Aunque por el momento no he escrito nada por estar ocupado con catalogar las fotografías del Museo de la Inocencia. Pronto se realizará una serie televisiva de eso. Escribo, en todo caso, porque me gusta vivir en esos mundos imaginarios a los que doy vida.

 

¿Escribe entonces para explorar el comportamiento humano?

 

Pensé en escribir Las noches de la peste hace 40 años. Hace 45 años, cuando era un joven, leí La peste, de Albert Camus, me gustó muchísimo. Me dije entonces que escribiría una novela acerca del tema en cuestión. Pero en ese tiempo quería escribir una obra sobre la metafísica de la muerte. Es muy fácil matar a la gente en una novela sobre la pandemia. Pasaron diez años luego de eso y sentí que esa novela tendría que escribirla en una etapa madura de mi vida. Luego al seguir estudiando retomé un poco del pensamiento de Edward Said acerca de su planteamiento de Europa: la idea de las diferencias fundamentales entre occidente y oriente, además de sus condicionantes políticas. Lo pensé así porque los extranjeros que visitaban Turquía, en todo caso Estambul, durante los grandes momentos trágicos pandémicos declaraban que “estos turcos, estos no europeos, estos musulmanes, no están interesados en cumplir con las cuarentenas, sino que son fatalistas y suicidas”. Debido a esto pensé en escribir una novela que luchara en contra de esa ideología. No obstante, también abandoné esa idea. Con el paso de los años me di cuenta de que en 1897 hubo en Turquía una pandemia; más importante aún, me di cuenta de que en China y la India miles de personas perdieron la vida durante ese tiempo también por causa de la peste. Me impactó la idea de que muy pocos habían muerto en América por la misma enfermedad. Eso me llevó a reflexionar acerca de las diferencias entre oriente y occidente. Estudiando un poco más descubrí que en el siglo XIX, tanto en Rusia como en Polonia, hubo revueltas sociales por las cuarentenas impuestas por los gobiernos. La gente detesta las cuarentenas, son detonadores de violencia. También la gente, bajo estas circunstancias críticas de salud, siempre quiere que el gobierno le brinde dos cosas: “por favor, gobierno, sálvanos” y “por favor, no interfieras con mis negocios ni con mi privacidad”, la gente pide demasiado. Pensé en desarrollar mi novela situada en el conflicto de una peste, cuando el gran imperio Otomano estaba en proceso de declive. Mis bisabuelos trabajaron para la burocracia del imperio así que retomé un poco de esa nostalgia familiar que me ayudó a concretar este largo viaje para darle vida a esta novela.

 

¿Pensó en abandonar este proyecto para no parecer oportunista?

 

No, porque comencé a escribir la novela tres años antes de la pandemia. En ese momento mis amigos me preguntaban por qué escribir acerca de una pandemia en tiempos modernos cuando estas emergencias de salud ya no existían. Ahora me dicen: qué suertudo eres. Pero no se trata de un asunto de suerte. Mi tía fue una de las primeras en morir por causa del coronavirus en Turquía. Sé de qué estoy hablando. Pensé, claro, en abandonar el proyecto o retomarlo luego de la pandemia para no parecer oportunista. Así que preparé el terreno para cuando la novela estuviera lista, y publiqué en el New York Times el artículo “What the Great Pandemic Novels Teach Us” (23 de abril del 2020: https://nyti.ms/3y5gOLY), donde hablaba acerca del trabajo que estaba realizando a partir de los siguientes temas y referencias: “El libro de Daniel DeFoe El diario del año de la peste; y luego la obra de Los novios de Alessandro Manzoni, donde aborda la peste milanesa de 1630. Así que en ese artículo me dediqué a explicar cómo la humanidad reacciona ante la gran amenaza que resultan ser las pandemias”. Lo primero que ocurre es que todo el mundo está en negación, la gente, el gobierno, incluso a veces los afectados, todo mundo lo niega. Luego los contagios suben y se genera el pánico. Lo segundo que ocurre es que se expanden los rumores, la desinformación, el caos de las palabras que todo lo complica aún más. Hoy, por ejemplo, los turcos, los judíos, los musulmanes en general, además de los mexicanos, no creyeron en la gravedad de la pandemia. Todos ayudaron también a generar desinformación. Y, para finalizar, si los gobiernos no pueden contener el caos se tornan autoritarios. Antes, por ejemplo, en la antigüedad, colgaban a la gente, los agredían brutalmente, y si en tu casa había contagios tapiaban las puertas de los hogares con contagios para evitar la propagación del virus y para contener la violencia.

 

Por otra parte, comencé a escribir esta novela porque el gobierno turco fue haciéndose más autoritario y no por la pandemia, sino por el ejercicio del poder medieval que lleva a cabo el gobierno en turno. Con este libro quise plantear una alegoría a partir de la peste, que me ayudara a plantear la degeneración política de Turquía. Sin embargo, una de las preguntas que más me han hecho a partir de la publicación de esta novela, es si cambié su contenido debido a la pandemia presente y la respuesta es que no. No cambié nada. Lo que intenté con este trabajo fue tratar de eliminar la idea de que la obra misma era un documento acerca de mi punto de vista del coronavirus, no tiene que ver con eso.

 

¿Qué opina de lo políticamente correcto?

 

Todo y todos los políticamente correctos pecan de ingenuos.

 

Me sorprendió la voz de un personaje femenino tan fuerte, esto es: quien vierte la novela por la palabra, Mina Minguerli, es una historiadora en un mundo acotado por los hombres.

 

En mi caso es una apuesta de estilo, un reto creativo. Por ejemplo, mi próxima novela también será narrada por una voz femenina musulmana. Lo que pretendo es alejarme, con este ejercicio, de los prejuicios que puedo tener como hombre de oriente. Pienso que para mí es una limitante que debo eliminar. Basta de escribir desde ese punto masculino y musulmán. Debo retomar nuevos retos. Basta de mí. En Las noches de la peste la narradora es una historiadora, una académica, yo mismo soy un académico, me intenté burlar un poco de todo este mundo intelectual y encorsetado donde lo políticamente correcto existe y se fortalece. Uno mismo se encuentra luego amarrado a dicha tendencia. Mi personaje abomina el nacionalismo, pero termina por declarar el amor a su país. Escribir ficción tiene que ver con nuestra capacidad para identificarnos con todo tipo de personas que no son como nosotros. Ese fue el reto. Asimismo, otro de los puntos de partida para la creación del personaje de Mina Minguerli, radica en mostrar a una mujer atípica que rompe con los estándares anticuados de las mujeres musulmanas de clase media que no andan por las calles libremente. Estas mujeres estaban sujetas a sus hogares, a los harems, a todo tipo de ataduras a las que las mujeres de clases bajas no estaban sujetas porque eran la mano de obra, las que ayudaban en las casas, la servidumbre.

 

En Las noches de la peste la comedia y la ironía son elementos de la ficción que pretenden volver más ligero el caos que se vive en ese mundo otomano. ¿Por qué tomar la decisión de utilizar esos detonantes?

 

Siempre que escribo una novela, todas mis novelas, mi primera lectora es mi esposa. Así que, cuando ella llegaba de trabajar, le contaba que durante el día había escrito dos o cinco cuartillas de mi nueva novela y le decía: “Estoy escribiendo una novela chistosa acerca de la pandemia”, a lo que ella contestaba: “Sigue, sigue haciéndolo”. Porque de haber escrito todo tan trágico y melodramático se habría convertido en cliché. Durante una tragedia la muerte se torna en algo común, no tiene sentido dramatizar cada muerte que se da. Por supuesto, cuando muere un personaje relevante en la pieza, ahí sí se debe generar otra atmósfera, darle el peso correcto. Pero fuera de eso, la muerte misma es un tema más durante una pandemia o catástrofe; no es que no tenga valor, sino que es un elemento más que narra la historia de las cosas.

 

Por otra parte, existe una gran diferencia entre la peste de antaño y la pandemia de nuestro tiempo. En los viejos tiempos la gente era iletrada, la gente que moría era iletrada, por lo menos en el tiempo en el cual se lleva a cabo mi novela (1901). En esa época, por ejemplo, en Turquía apenas un cinco por ciento de la población sabía leer y escribir. Así que la gran mayoría perdía la vida sin saber qué ocurría en el mundo. Hoy, por el contrario, existe la suficiente información para saber qué ocurre en nuestra propia tierra y en el mundo.

 

¿Cuál es su punto de vista acerca del conflicto entre Rusia y Ucrania?, toda vez que Turquía ha sido a lo largo de la historia un país en constante tensión con el pueblo ruso; por ejemplo, desde los años 50 con el conflicto internacional propiciado por los misiles estadounidenses Júpiter, ubicados en Esmirna. ¿Qué rol juega hoy Turquía como vecino de la guerra?

 

La gente, mis lectores de México, deben saber que los enemigos eternos del imperio otomano fueron los rusos. En tiempos modernos, digamos durante la Guerra Fría, ese conflicto geopolítico entre Estados Unidos y Rusia como superpotencias generó demasiada tensión mundial, sobre todo, siempre llenó de temor al pueblo turco. Inclusive cuando Turquía se unió a la OTAN fue debido a que Stalin, luego del fin de la Segunda Guerra, comenzó a pelear por dominar más territorios entre los que se encontraba el otrora imperio otomano, pero específicamente quería apoderarse de la ciudad de Kars, bajo el argumento de que antes había pertenecido al imperio ruso. Lo que generaba temor entre los pobladores de la región. Así que se dio una alianza con Estados Unidos.
Hoy, puedo decir, que esa parte de la historia turca es también la que potencia el impulso de Vladimir Putin para llevar a cabo su guerra. Por otra parte, Recep Tayyip Erdogan y sus afrentas políticas generadas para dar la percepción de que Turquía abandonaría la OTAN, no es sino una forma de chantaje en contra de los Estados Unidos. Él deseaba generar su propio caos bien medido. No obstante, al inicio del conflicto del momento, Turquía se alineó a la OTAN y le vendió armas a Ucrania. No obstante, Erdogan regresó a sus prácticas populistas, tiene una agenda política definida. Pero, por encima de todo eso, la población turca le teme a Rusia.

 

¿Hacia dónde va la humanidad?

 

No lo sé, no soy pesimista. Me agrada la idea de que Emmanuel Macron haya ganado en Francia, esa es una respuesta en contra de la extrema derecha. Asimismo, en Estados Unidos Donald Trump perdió las elecciones. Pienso que el mundo hoy está más preocupado por comenzar a generar un sentimiento de igualdad mundial. Pero lo que sí puedo decir es que el conflicto entre Rusia y Ucrania sirvió para que el mundo se diera cuenta de que Rusia no es tan poderosa como se creía y todo ha estado basado en una ficción.

 

Respecto a la guerra, Pamuk concluye: “Es inmoral que Rusia, así como quiso hacerlo con Turquía, vaya en contra de un país porque no quiere anexarse al bloque de la ex Unión Soviética. No hay necesidad de que miles de personas mueran. Pienso hoy que todos debemos sentir horror por la muerte de los otros”.

 

Justo al finalizar la entrevista, Turquía apoyó la inclusión de Finlandia y Suecia en la OTAN, siempre y cuando se tomen medidas drásticas en contra de los grupos kurdos catalogados como terroristas. La historia entre turcos y kurdos, por lo menos en la historia inmediata, nos traslada hasta el 2019, cuando Turquía se adentró en el norte de Siria para combatir a los kurdos y la presencia del Estado Islámico, lo que le valió el desdén de Estados Unidos y de la Unión Europea (pero un desdén medido, no olvidemos que Turquía también se convirtió en el traspatio europeo de contención de migrantes). En ese tiempo, Donald Trump catalogó la incursión militar como una iniciativa y guerra sin sentido, que no dista hoy de lo que ocurre entre Rusia y Ucrania, dos países que se confrontan por una circunstancia territorial. Disputa divertida para la Unión Europea que aprovecha el tiempo para hacer que China sea considerada como el país peligroso que puede acabar con el sueño de occidente como medida de todas las cosas. Orhan Pamuk es un hombre de su tiempo, por supuesto, que espera todos los días su entrada a prisión, como sus colegas, por la libertad absoluta que tiene su pluma. El siguiente movimiento será de Recep Tayyip Erdogan… hay que esperar a que lea el tablero.

 

FOTO: A Orhan Pamuk se le concedió el Nobel por su descubrimiento de “nuevos símbolos para el choque y el entrelazamiento entre las culturas”/ EFE/Tolga Bozoglu

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