Andrew Dominick y el femimartirio rubio

Oct 8 • Miradas, Pantallas • 6467 Views • No hay comentarios en Andrew Dominick y el femimartirio rubio

 

Inspirado en la diva Marilyn Monroe, el film explota los eventos que presuntamente la orillaron al suicidio

 

POR JORGE AYALA BLANCO

En Rubia (Blonde, EU, 2022), trepidante eternometraje 4 del neozelandés también videoclipero-documentalista-TVserialista de 55 años Andrew Dominik (Chopper 00, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford 07, Mátalos suavemente 12), con guion suyo basado en el novelón homónimo de Joyce Carol Oates, la dulce niñita casi menesterosa y huérfana de padre Norma Jean Baker (Lily Fisher tiernísima) vive a merced de su madre alcohólica y esquizofrénica Gladys (Julianne Nicholson), y ya de joven (con la envoltura carnal de la cubana Ana de Armas) se dedica por una temporada al soft porno y luego se deja manipular fáusticamente por el ubicuo agente mefistofélico anónimo Mr. Z (David Warshofsky ) para convertirse para su sorpresa en un símbolo sexual pelopajizo pomposamente llamado Marilyn Monroe, forma un trío sensualoso con los juniors hollywoodenses Cass Chaplin (Xavier Samuel) y Eddy Robinson hijo (Evan Williams), se casa con el exídolo beisbolista Joe DiMaggio (Bobby Cannavale) y mucho después con el insigne dramaturgo de culto Arthur Miller (Adrien Brody), se abandona al alcohol y a los cocteles de drogas y tranquilizantes, tiene como único benévolo confidente a su delineador maquillista artístico (Toby Huss), cede a los requerimientos del ambiguo presidente Kennedy en persona (Caspar Phillipson) y se quita la vida en un rapto de trastornada desesperación, como parte de un enigmático pero aquí especulativamente develado femimartirio rubio.

 

El femimartirio rubio se propone como cualquier cosa, menos como una biopic hiperdocumentada para revelar masivamente nuevos aspectos de una celebridad, compartiendo con su coetáneo australiano Elvis (Luhrman 22) el triste privilegio de constituir una autoexcitada fantasía biográfica sometida a los caprichos de un cine de autor elevado y reducido a la vez al absurdo de la ancilaridad adaptadora literaria, pues ahí está la brutalidad corporal de Chopper con una oscareable Marilyn de Armas sangrando truculenta por los genitales o deambulando perturbada empelotas sin más, ahí la paradoja moral de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, y ahí el regusto malsano de Mátalos suavemente, en un conjunto de secuencias que navegan entre la realidad intocable y el sueño sin identidad o la pesadilla aireacondicionada, diría Henry Miller, un continuum nauseado que cruel e inapelablemente disuelve la vida de la heroína en un sopor, un acedo molto legato visualista quasi musical ensordecedor, donde la escena completa puede llenarse de copos de nieve cual difusa energía solvente, o tomar como maniática figura expresiva una fusión de los espaciotiempos a su albedrío, para que la cámara en mano atraviese tantas paredes como el célebre Pasamurallas de Aymé, o que la multitud caníbal se abalance con un simple movimiento de cámara sobre la trastornada Marilyn que apenas reposaba en el asiento del avión, en una neorretórica práctica del montaje sin corte como permuta y cut-up vanguardista.

 

El femimartirio rubio se encuentra fatalmente determinado por el signo del aborto y bajo la autoconsciencia torturante del aborto, tres abortos obligados a la brava (llevada a la plancha clandestina por sus cuates o por los guaruras de Kennedy) y derrapando por accidente en la playa, para concitar un acogedor marco de referencias lacrimosas, y propiciar varios abortos más, el aborto de siempre el mismo feto que habla desde el vientre de la madre frustrada (en el mejor estilo Mira quién habla de Heckerling 89), el aborto estructural de un Stationendrama entre posfassbinderiano y metaorolesco, el aborto deliberado de la niña que era metida en un cajón de la cómoda como cuna, el aborto afectivo de una monótona crispohisteria extendida cual canónica tumba sin sosiego, el aborto de imágenes con zurcidos tipo Zelig (Alien 84) para resucitar al George Sanders de La malvada/All About Eve (Mankiewicz 50) o al Tony Curtis de Una Eva y dos Adanes (Wilder 59), el aborto como fino destino y sino, el aborto del más retrógrada recurso/discurso antiabortivo chantajista y al interior de un tumulto abortero que se asume sublime.

 

El femimartirio rubio aplasta finalmente toda esencia humana de su personaje y sepulta su mito bajo la sádica lápida psicoanalítica freudiana de una demencial búsqueda del padre, he aquí a una mujer que no vivió su vida porque estaba enfrascada en una añoranza del padre de quien creía recibir prometedoras cartas amorosas que la asestaba una voz en off, haciéndola pasto de una victimología perfecta, perpetuamente ajena a sí misma por estar enajenada al padre inencontrable, bajo el abuso del machismo, transformada en un objeto de ménage à trois de época o en brillante animalillo sensible casi pensante pese a las apariencias para infatuación del célebre Arthur, o en simple antojito felador del pavoroso mandatario Kennedy, una desatada falócrata desentendida y apabullada por la falocracia de su época (¿muy distinta de la actual supuestamente ya de salida por acción de nuevas masculinidades aún incipientes?), la novela de 800 páginas vuelta film de 166 minutos con una sola idea obsedente y una clave única cual truquito pueril, Marilyn sostenía un escandaloso trío avanzado con los juniorcitos babas Cass-Eddy no por transgresión erótica sino porque dos insulsos sucedáneos infrapaternos valían más que uno, Marilyn esperaba la visita ligadora del veterano DiMaggio creyendo que era la de su progenitor para nunca dejar de llamarle daddy/papacito, Marilyn se hacía edipizar de lo lindo por su admirado marido-mentor-patriarca respetadísimo Arthur, y Marilyn se suicida atolondrada cuando descubre en una herencia mortuoria de Chaplin hijo a su adorado osito de peluche omnicompensatorio de la infancia, más la postrer misiva reveladora de que las cartas paternas eran un engaño sin sustento efectivo alguno.

 

Y el femimartirio rubio prosigue tan campante denunciando explotadoramente la sobreexplotación de la inagotable Venus rubia.

 

FOTO: Aunque la actriz Ana de Armas ha sido elogiada por su interpretación, la película ha dividido las opiniones entre la crítica especializada/ Especial

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