Greta Gerwig y el territorio rosa

Jul 29 • destacamos, Miradas, Pantallas, principales • 6658 Views • No hay comentarios en Greta Gerwig y el territorio rosa

 

Protagonizada por Margot Robbie, Barbie relata el recorrido de la estilizada muñeca a la mujer real que batalla entre la angustia existencial y por un mundo igualitario. La fotografía estuvo a cargo del mexicano Rodrigo Prieto

 

POR JORGE AYALA BLANCO
En Barbie (RU-EU, 2023), bombástico film 4 de la heteróclita actriz-dramaturga-coguionista- autora total de 40 años Greta Gerwig (Noches y fines de semana 08, Lady Bird 17, Mujercitas 19), con guion suyo y de su marido también realizador Noah Baumbach (Historia de un matrimonio 18), la rubia de talones estirados Barbie Estereotipada (Margot Robbie imperturbable) disfruta desde la mañana en su reino artificioso de barbieland cantando, bailando y cayendo alígera sobre su convertible, saludando en su camino playero perpetuo a su cohorte de réplicas o variantes oficiosas o profesionales (inclusive una afroamericana Presidenta) y concediendo existencia al descolorido-alambicado Ken Original (Ryan Gosling autoirrisorio) que, al frente de sus émulos multinacionales, hace el ridículo por surfear ineptamente sobre unas arenosas olas playeras, pero esta vez una mención de la muerte y la pérdida de sus empeines rígidos abisman a la heroína hacia la posible pérdida de sus privilegios y la orillan a recurrir a una brujeril Barbie Rarita (Kate McKinnon) que es en lo que también ella podría convertirse si no impide que la niña que está jugando con ella deje de hacerlo desnaturalizadoramente, por lo que es impelida a cruzar en su auto el portal que conduce al Mundo Real, seguida como pegoste del entusiasta Ken, pero ambos se deslumbran allí y descubren sus genuinas esencias y enormes potencialidades, y en consecuencia, mientras Barbie descubre y contacta con su dueña, una severa preadolescente feminista teórica que siempre la despreció Sasha (Ariana Greenblatt), y con su madre feminista práctica Gloria (America Ferrera) que aún la adora y es aún quien juega con ella, el buen Ken escapa de regreso a su tierra, toma alegremente el poder con sus homólogos como en un golpe de Estado que funda Kendominium, y a raíz del retorno de Barbie en compañía de Sasha y Gloria se desata una enconada lucha por el poder que, luego de golpes bajos e ingeniosos ardides, redunda en el triunfo universal de una renovada Barbie ya no Estereotipada, porque con la ayuda de sus aliadas, sus hacedores creativo-industriales y hasta de un alto ejecutivo de la compañía Mattel que la fabrica (Will Farrell), se pone al día para seguir gozando de las delicias innatas y alternativas de su ahora aggiornado territorio rosa.

 

El territorio rosa juega con la extrañeza de lo etéreo al igual que la anterior Lady Bird, lo etéreo armonioso visual gracias a la conjunción del imposible diseño artístico de Sarah Greenwood y la ultrasofisticada fotografía descolorida rosa del mexicano Rodrigo Prieto aún más monocorde y translúcida que la del inasible Asteroid City de Anderson (23) pues cuenta con el innovador recurso óptico Technobarbie para eliminar saturaciones de color, lo etéreo auditivo merced a la música erizante dulzona de Mark Ronson y Andrew Wyatt, lo etéreo de un vuelo identitario que se ha transformado en un crispante pero seductor mundo onírico al derecho y al revés, y lo etéreo de la sorpresa estilística de una hipercalculada fantasía, casi de pesadilla aireacondicionada (diría el visionario Henry Miller).

 

El territorio rosa se hace preceder por un hilarante prólogo-autoencomio en paródico tributo a la genealogía kubrickeana de 2001: odisea del espacio (68), con su apoteótica música del Así habló Zaratustra de Richard Strauss y enardecidas niñas azotando como huesos simiescos contra las rocas sus muñecas-bebé porque ellas ya no serán programadas para madres perpetuas, gracias al hemisecular éxito mundial de sus muñecas-adultas Barbie, pronto admitiendo mil variantes de arquetípicas mujeres activamente triunfadoras que, si bien proponían en hueco distintas figuras femeninas y funciones deseables, nadie sabe si para ser anticipadamente llenadas por la imaginación o retrasando por 50 años el verdadero empoderamiento propuesto por los nuevos feminismos, lo que será la médula del relato, sus peripecias, sus chistes antifálicos, sus reconversiones, sus conquistas idealistas y sus propuestas abstractas encarnadas, por retorcidas y fatigosas y hartantes que éstas puedan resultar, pese a su dinamismo o ligereza antipatriarcales.

 

El territorio rosa evoca, copia y recicla visualmente en seguida el mundo color de rosa absoluto de Audrey Hepburn en Funny Face/La cenicienta de París (Donen 57), aunque reclama, como referente capital, a la saga en dibujos animados con muñecos y juguetes Toy Story, pero no sólo porque está ya en un infinito maravilloso y quiere ir más allá, ni únicamente por la desquiciada nostalgia de la infancia de la entrega 3 (Unkrich 10), sino por la crisis-socavón metafísico-existencial que en la primera entrega (Lasseter 85) se planteaba el miniastronauta Buzz, ahora transformada y enfrascada en la angustia existencial de Barbie tras invocar al heideggeriano ser para la muerte (corregido de inmediato: “Me muero por bailar”), pero ante todo por el asexuado Ken, quien sólo existe gracias a la mirada, el solar saludo vivificante y la supeditación a su compañera, y dándose cuenta de súbito, merced a su experiencia en el Mundo Real, que puede existir por sí mismo, llegar a ser desde el no ser con existencia perentoria en una realidad prestada, desde el ser de la nada sartreana y la vida como pasión inútil, desde el problema narrativo de ser esencialmente nada y buscar ontológicamente a través de la revuelta y la lucha por el poder y la derrota final de su género una existencia cierta y una verdadera realidad, ni más ni menos, rumbo a la posibilidad de un Éxtasis Material (diría el joven Le Clézio), en la que ya no dependa de Barbie, manumitida y liberada también de sus dependencias (hasta la de su creadora recuperada pero ya jamás omnisciente), alcanzando algo más que un empoderamiento vertiginoso al margen de la sociedad objetiva y en el vacío.

 

Y el territorio rosa vio a Barbie vuelta humana y regalarse su propio nombre para acudir con la ginecóloga en un Mundo Real por fin igualitario.

 

 

 

FOTO: En su primer fin de semana en México, la cinta recaudó más de 380 millones de pesos. Crédito de imagen: Especial

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