Un Big Brother en cada hijo te dio

Ago 12 • destacamos, Reflexiones • 1236 Views • No hay comentarios en Un Big Brother en cada hijo te dio

 

La distopía comunista de Orwell en 1984 ha cobrado una descripción de dimensión humana: la fisgonería

 

POR SERGIO TÉLLEZ-PON
Encuentro por las redes sociales algunas opiniones sorprendidas por el éxito de La casa de los famosos-México, no dan crédito de que Big Brother esté de vuelta con tan renovados bríos. A mí me sorprende que les sorprenda. Es decir, ¿no se han fijado en la programación de las televisoras en los últimos años? Hace dos décadas, la llegada de Big Brother a la televisión mexicana también fue todo un fenómeno en su momento aunque al final, la verdad sea dicha, terminó siendo más una curiosidad, muchos veíamos el programa pagando SKY pero no había más que la novedad y la expectativa de que “algo” sucediera. Eran muchas horas frente al televisor esperando que “se pusiera bueno”. Terminó por aburrirnos y el programa, a pesar de sus sucesivas ediciones, aquí no cuajó (en cambio en Argentina ya van más de 10 temporadas).

 

A lo largo de estos 20 años, las productoras y televisoras se han dedicado a acostumbrar al público a ver realities shows. En las entrevistas que he ofrecido recientemente por la publicación de la novela póstuma de Luis Zapata, Con R de Reality (Random House, 2023), que trata justamente sobre un reality bastante macabro, he dicho que el reality show como género televisivo es muy flexible, se pueden hacer realities de prácticamente todo, por eso es un género tan vigente y tan visto. Así es como se han estrenado realities de cantantes (La academia) y bailes (Bailando con las estrellas), también de cocineros (Masterchef), de deportistas (Exatlón), algunos extreme make over (Queer eye), de dragas (Drag Race) y un larguísimo etcétera… Todos esos realities prepararon al público para que el siguiente fuera más llamativo, extremo… y, claro, jalara más audiencia. En parte, el éxito de La casa de los famosos es que, a diferencia de hace 20 años, ya nos acostumbraron a verlos y ahora sí les hemos encontrado el chiste, el morbo y la intriga (éste ha tenido 3.4 de rating y para una eliminatoria recibió 13 millones de votos).

 

La otra parte innegable del éxito de La casa de los famosos es Wendy Guevara, la carismática chica trans que pronto se convirtió en una de las participantes más sólidas. Con su soltura y buen humor, Wendy pudo contra Ferka, contra Raquel Bigorra y contra Bárbara Torres, quienes salieron de la casa, una por una, semana a semana. Ella siempre fue la alegría de la casa a pesar de todas las desgracias que vivió como chica trans, según lo relató cuando la pusieron a comentar unas fotos de su pasado. Wendy viene de hacer transmisiones en vivo por YouTube y videos en TikTok por eso tiene un encanto particular con la cámara, la maneja con naturalidad, apenas le coquetea un poco y ya tiene su atención: cuando ella cruzaba por la sala de la casa y en cuanto notaba que la cámara la sigue le empezaba a hacer caras como si nos las estuviera haciendo a nosotros sus televidentes. Por esa experiencia en redes sociales, Wendy es una experta en “crear contenido” no sólo al pensar en juegos o retos, como las dos veces que se metieron desnudos a la alberca o bailaron una coreografía travestidos, sino que ella misma creó su propio programa dentro del reality, el metaprograma “Resulta y resalta”, que condujo con intriga pero con desparpajo y naturalidad. Por su culpa todos estuvimos pendientes del reality, quizá no viéndolo en tiempo real por streaming pero sí en los cientos de videos suyos que circulan en cualquier red que uno abra. Nadie debe dudar de que saliendo, Wendy tendrá su propio programa que ya tiene el éxito asegurado.

 

Veinte años después, Big Brother está más presente que nunca con nosotros en este 2023. No me refiero únicamente a las pantallas tanto de televisión como de los celulares, pues para añadirle ahora también hay cámaras por todos lados, a donde vayamos estamos siendo grabados, todo lo que hacemos y todos nuestros pasos quedan registrados. Nuestras vidas son parte del reality show en el que se ha convertido la vida moderna. Baste de ejemplo reciente el del hombre que echó un perrito callejero a un cazo para carnitas con la manteca hirviendo, gracias a un video que circuló profusamente por las redes en un par de días ya se tenía localizado y detenido al susodicho; o el de los padres que golpearon a una maestra de kínder en Cuautitlán Izcalli y luego les salieron más delitos; o el del bravucón que golpeó a un joven de 15 años en San Luis Potosí que fue registrado por cámaras del local. Todo lo que hagas está siendo grabado y será usado en tu contra, medio mundo se dedicará a buscarte… y te encontrará.

 

La lectura obligada en este contexto es la archiconocida novela de George Orwell, 1984, uno de esos libros que se tienen en el librero siempre con la buena intención de leerlo próximamente. Orwell pensaba su novela como una crítica acerada al autoritarismo de la Unión Soviética y a su protagonista, Winston, como un empleado pero a la vez un esclavo de ese sistema aunque sólo piense en cómo derrocarlo. En 1984, el Hermano Mayor ostenta el poder totalitario y para lo cual se hace auxiliar de la Policía del Pensamiento y el Partido Interior cuya su misión es verlo todo y oírlo todo, controlar para que ese sistema siga en pie. Una consigna del Partido es: “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”, es decir, no hay historia, no hay un antes y un después porque todos los días son iguales, no se siente el transcurrir de los días, como si Winston estuviera encerrado en una casa. Orwell supo ver que los prodigios tecnológicos fungirían como instrumentos de propaganda y podrían usarse para manipular las conciencias: los nazis usaron la radio, en la novela de Orwell es la televisión y para nosotros ahora es cualquier cámara, pues estamos sometidos a una hipervigilancia. Porque, repito, nosotros también somos Big Brother, nosotros mismos hemos convertido al mundo en nuestro propio panóptico.

 

Por otro lado, me parece fascinante que queden grabados esos momentos que seguramente siempre han ocurrido pero se perdían al no ser registrados en TikToks o Reels, ese momento gracioso de algún animal silvestre o de nuestras mascotas, el instante exacto de la broma pesada, el segundo antes de la tragedia… Porque lo cierto es que la explosión de las redes sociales no se entendería sin que antes los realities nos hayan preparado para su consumo infinito y, como el pez que se muerde la cola, ahora la tele y los medios se alimentan de los contenidos de las redes. Tanto los realities como las redes sociales sólo llegaron para confirmar que nos encanta el chisme, entrometernos en la vida de los demás, nadie puede engañarse de que siempre hemos sido invasivos en la vida de los otros. Mientras tanto, así estamos, vigilando al prójimo por un lado y por acá pegados a las pantallas viendo qué nuevos desfiguros y ocurrencias hacían Wendy y Nicola o los que sigan.

 

 

 

FOTO: La casa de los famosos es un reality show que ha generado una gran audiencia en las últimas semanas. Crédito de imagen: Archivo El Universal

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