“En Cuba hay mucha gente presa por los mismos pecados que Heberto Padilla”, dice Pavel Giroud

Nov 11 • Conexiones, destacamos, principales • 2008 Views • No hay comentarios en “En Cuba hay mucha gente presa por los mismos pecados que Heberto Padilla”, dice Pavel Giroud

 

El realizador cubano del documental El caso Padilla habla de las amenazas que aún enfrentan las voces críticas al régimen; relata cómo armó este filme con imágenes inéditas del proceso

 

POR SONIA SIERRA
La noche del 27 de abril de 1971, cuando el poeta cubano Heberto Padilla, a lo largo de tres horas, pronunció una autoconfesión en la que se declaraba contrarrevolucionario, cobarde, miserable y traidor de la Revolución cubana, acabó por ser definitoria en la historia de Cuba y en la relación de los intelectuales del mundo con la isla.

 

Esa noche, apenas unas horas después de haber sido liberado tras pasar 38 días detenido, Padilla renegaba de toda su obra poética, delataba a otros escritores y amigos que como él habían sido contrarrevolucionarios, y declaraba que en el tiempo en que había estado detenido había comprendido la belleza de la Revolución. En particular, renegó de su libro Fuera del juego, una obra crítica del régimen de la isla que había sido reconocida en 1968 con el premio Julián del Casal, y traducida a varios idiomas.
Lo que pasó en las tres horas de esa noche —“una noche siniestramente inolvidable” escribió en su autobiografía Reinaldo Arenas—, cambió la manera como muchos simpatizantes en el mundo veían la Revolución y a su líder Fidel Castro.

 

Todo ocurrió en medio de un calor que hacía sudar al poeta Padilla y en un salón donde se dieron cita los más importantes escritores, artistas, cineastas, dramaturgos y músicos de la isla, convocados por Seguridad del Estado a través de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Ahí estaban Pablo Armando Fernández, César López, Norberto Fuentes, Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas, Tomás Gutiérrez Alea, así como Belkis Cuza Malé, poeta y esposa de Padilla, quien había estado detenida con él.
La comunidad intelectual internacional le exigió a Cuba la liberación del escritor por medio de una carta que firmaron, entre otros, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Jorge Edwards, Juan Goytisolo, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre y Susan Sontag.

 

A pesar de la liberación, lo que le siguió, ese acto de autoconfesión de Padilla, tuvo un efecto contrario al esperado por el régimen, y a partir de ahí más intelectuales le cuestionaron; uno de ellos fue Jorge Edwards, que era entonces diplomático del gobierno de Salvador Allende en la isla, y que fue expulsado por el propio Castro, precisamente por su apoyo a Padilla y a otros intelectuales. Esa historia es el origen del libro Persona non grata, de Edwards.

 

El eco que entonces alcanzó el que se conoció como “el caso Padilla” resuena ahora, medio siglo después, por obra de otro cubano, el cineasta y guionista Pavel Giroud, quien realizó el documental El caso Padilla que se exhibe en México en estas semanas. Pero la diferencia esencial con el impacto que tuvo hace 50 años el caso estriba en que el director Giroud (La Habana, 1973) consiguió la grabación que el propio régimen filmó aquella noche, pero que nunca presentó en su totalidad.

 

Radicado en Madrid hace nueve años, Pavel cuenta el proceso de creación de su película, analiza la respuesta que entonces tuvieron los intelectuales, y cuestiona el silencio actual frente al gobierno cubano, que todavía hoy acude a prácticas como la usada contra Heberto Padilla para disuadir a los disidentes.

 

 

¿Qué se conocía de la autoconfesión de Padilla?

 

Conocía su versión, porque a los veintitantos leí la autobiografía de Padilla, La mala memoria. Pero realmente en Cuba se hablaba muy poco del caso, porque muy poca gente tenía dominio de eso, quizá sólo en un circuito intelectual, pero muy cerrado dentro de ese gremio. Pero mi sorpresa fue que cubanos, de más de 70 años, me escribieran ahora y me dijeran: “Me has revelado algo de lo que no tenía idea”. Te digo que eso me resulta extraño; en cambio, gente joven me escriba para felicitarme o que otros lo hagan para cuestionarme; ahora mismo, de Italia, un profesor, me dice que se sintió insultado de que a estas alturas de la vida, en la crisis que tiene la izquierda, yo hiciera un material como este. Le respondí que justo por eso es que lo estoy sacando.

 

¿Qué contexto había en Cuba cuando se produjeron los hechos del llamado “caso Padilla”?

 

Era un momento en que el gobierno cubano tenía control absoluto del flujo de la información, un momento en que les era muy fácil tener a la gente completamente aislada del mundo y dosificarle la información, decirle lo que convenía y lo que no convenía. En estos tiempos eso ya no ocurre. Entonces, en Cuba, salvo los que presenciaron esa noche los hechos, muy pocos hablaron de eso; terminaron carcomidos por el miedo, la vergüenza o sabe Dios qué. Muy pocos hablaron, algunos de los que emigraron sí, como Reinaldo Arenas o el propio Padilla —que salió de Cuba en 1980 y desde entonces se radicó en Estados Unidos— o Norberto Fuentes. Pero se habló más del caso Padilla desde la perspectiva de los intelectuales de fuera que recibieron eso como un mazazo a un ideal que profesaban, a la admiración por la revolución cubana, a su a su fe en ese proceso.

 

¿En el momento de los hechos, en 1971, se dio a conocer toda la grabación?

 

Fidel Castro tenía el interés de filmar esto para distribuirlo por el mundo, y que vieran que ese poeta, que parecía muy crítico e inconforme con el proceso, se arrepentía de todo lo que había dicho. Pero cuando él lo vio, entendió que esto le iba a hacer más daño. Entonces, lo que se saca al mundo es una versión transcrita; nadie había visto nunca estas imágenes, excepto por, alrededor de un minuto, en un documental de la cineasta cubana Rebeca Chávez, hace 10 años.

 

 

¿Cómo llegas a conseguir este material?

 

Llego accidentalmente, no lo estaba buscando; lo ponen en mis manos. La manera exacta no la puedo contar, forma parte de la protección de fuentes. Llegó a mis manos hace siete años. Valoré hace años la idea de hacer una película utilizando la transcripción de la autoconfesión de Padilla, con un actor interpretando a Padilla, y me alegro mucho de no haber hecho esa película.

 

Al ver la película, Parece que Padilla participara autoconfesándose, pero al mismo tiempo que utilizara ese momento para, a través de la ironía, decir exactamente lo contrario, y exhibir a la Revolución.

 

Sí, es lo que yo creo también. Pero, claro, mi juicio es tan relativo como el tuyo. Hay quien piensa que es un hombre completamente imbuido por el síndrome de Estocolmo y que todo lo que está diciendo es desde su nueva verdad. Yo no. Él mismo decía que estaba ironizando, que estaba enviándole mensajes a todos, que eso estaba pactado y que no delató a nadie; pero también se dudó de eso que dijo después.

 

El caso Padilla significó un quiebre en las posiciones frente a Cuba de muchos escritores, es fundamental en la historia intelectual de América Latina.

 

Claro, claro, el escritor de Aquellos años del Boom, Xavi Ayén, dijo que el caso Padilla tuvo el raro privilegio de haber roto el último movimiento literario del que se tenga constancia, que es el Boom Latinoamericano. Algunos escritores que se opusieron en un primer momento recularon, como Cortázar, fue muy enérgico y muy crítico, pero volvió a ser un aliado del proceso cubano hasta el fin de sus días. Y yo lo entiendo, estos escritores llegaban a Cuba, los trataban como reyes, los utilizaban como embajadores de la llamada Revolución y tenían una conexión romántica y conveniente: en Cuba les editaban sus libros, eran mimados por Fidel…

 

 

¿Cómo afectó a la Revolución ese cambio en la percepción de algunos intelectuales?

 

Muchos intelectuales de América Latina, Europa, Estados Unidos se solidarizaron con el hecho; lo curioso es que ves que en esa época en que era difícil enterarse de lo que ocurría en Cuba, en la que toda esta gente estaba vinculada emocional y activamente a la Revolución cubana, tuvieron, digamos, la osadía de enfrentar a Fidel Castro y exigirle primero la liberación del poeta y, luego, plantarse ante ese espectáculo patético que fue esa autocrítica de Heberto Padilla.

 

Es curioso es que ahora que la información está abierta, que se sabe lo que pasa en Cuba —porque basta con googlear para saberlo—, ahora que la mayoría ya está desencantada con lo que ocurre en Cuba, y que no es que haya un poeta preso: hay cerca de mil prisioneros políticos, ahora muy pocos se atreven a alzar la voz y condenar. Es lo que es paradójico, ¿no? Aquellos que eran fieles, que amaban a la Revolución, se atrevieron a alzar su voz, pero ahora que ya todos están desencantados, o la gran mayoría —para no ser absoluto— ahora hacen este silencio. Y aunque ese silencio habla, no es suficiente porque hay mucha gente presa por los mismos pecados que Heberto; hay poetas, periodistas, artistas plásticos, raperos, de todo… Padilla criticaba la Revolución en sus poemas y en su accionar diario, otros hoy lo hacen con un cartel. Lo que más me ha llamado la atención es la incapacidad actual de condenar al régimen.

 

En la reunión de esa noche, que vemos en la película, se dan cita escritores de un momento único en la historia literaria de Cuba.

 

Sí, pero no solo escritores, están los cineastas como Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, hay artistas, dramaturgos, músicos. Pero esa noche, para muchas cosas, es definitoria en la historia de Cuba. Esa noche, la mayoría de la intelectualidad cubana crítica, se volvió mansa. Se sembró el terror. Ya ninguno de estos escritores, o la mayoría, durante una década, se atrevió a ser crítico, contestatario. Muchos fueron sometidos a trabajar, en otras cosas, en sótanos de biblioteca, como por ejemplo Pablo Armando Fernández, César López, el propio Padilla; y no publicaron durante un tiempo. Entonces esa noche también para mí es definitoria en el hecho de que Fidel Castro entendió que valía la pena sacrificar fichas a cambio de tener el poder absoluto, y fue una práctica que habitualmente hizo: la de coger a alguien como elemento ejemplarizante para que las aguas tomaran su nivel. Pongo el ejemplo de los chicos que en los años 90 se robaban lanchas para emigrar a los Estados Unidos, capturaron a tres chicos en una lancha, y a los 10 días ya estaban fusilados. Nadie más se robó una lancha durante ese periodo. Entonces, eso de coger a conejillos de indias y hacer con ellos un trabajo ejemplarizante fue una práctica habitual.

 

Eso ocurre hoy todavía, por ejemplo, periodistas independientes cubanos que son críticos los agarran y les dicen: “Mira, tiene tres opciones: o te arrepientes en tus redes sociales de lo que has estado diciendo o te vas al exilio o vas a la cárcel”. Así ocurre con todo el que alza su voz en contra, y hay quien no claudica y sigue en la cárcel, como Luis Manuel Otero o Maykel Osorbo, que se han convertido en símbolos de la libertad. Otros han tenido que irse al exilio, y otros, como algunas madres de los menores de edad que fueron llevados a la cárcel después de la protesta del 11 de julio de 2021, se han puesto a hablar mal de sus hijos en la televisión.

 

 

¿Qué pasa con Padilla después de que sale de la isla; tengo la sensación de que desapareció un poco después de esa noche?

 

Esa noche, de alguna manera, como creador, se suicidó en vida. Como tenía tanto asedio por la prensa extranjera, lo recluyeron con su mujer en un lugar aislado del mundo real; se mantuvo durante una década, prácticamente en el ostracismo. El senador (estadounidense) Ted Kennedy logra sacarlo de Cuba, lo lleva a Canadá y de Canadá a los Estados Unidos; trabaja en universidades, radica en Princeton un tiempo con su esposa, ahí fundan una revista, se gana becas, pasa por varias ciudades de Estados Unidos. Pero tiene que salir de Miami, según él, porque el exilio cubano no le perdona que asistiera a un encuentro con escritores cubanos afines al régimen de Fidel en Europa y que firmara un documento en contra del embargo económico. No fue bien visto eso, y a propósito de eso, el mismo Padilla escribió: “Una vez más me he salido del juego”. Finalmente muere en Alabama, en el 2000.

 

¿Cómo le ha ido a la película en Cuba?

 

En Cuba no es que no pueda exhibir la película, es que yo no puedo ir a Cuba después de haber hecho esta película. La película se ha visto, pero ha pasado de mano en mano, en memoria flash, así que hay gente que la ha visto, pero no mucha.

 

¿No has vuelto a Cuba?

 

A raíz de las manifestaciones del 11 de julio de 2021, en que el pueblo se tiró a las calles, no motivado por los cantos de sirena del imperio ni nada de eso, sino que la gente se fue a la calle harta, a raíz de eso se han modificado la Constitución y el Código Penal, y Cuba ahora mismo tiene el récord de más prisioneros por sedición, por ejemplo, por ofender a los símbolos patrios. El haber hecho esta película me ubica como un enemigo, o sea, por ley. No me voy a arriesgar. Y mira, ya que tenga miedo de ir a mi país, eso es un problema grave.

 

 

 

FOTO: Stills de El caso Padilla, un documental sobre el poeta cubano Heberto Padilla. Crédito de imagen: Cultura UNAM

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